- Mejor habla con ella.

Tras cerrar la puerta, Aitana le da vueltas a la reacción de la madrileña durante la cena de ayer, sus cortes y evasivas, y a la contestación de sus dos compañeros. Frunce el ceño y saca el móvil de su bolsillo. Ningún mensaje nuevo. Suspira. Luego, abre el chat de María y teclea: "¿Café después del trabajo?". Y pulsa enviar.

No muy lejos de ahí, Luis Cepeda apaga su despertador, que suena chirriante en la mesilla de noche de su dormitorio. Lo para al instante, pues antes de que sonara ya estaba despierto. De hecho, no había dormido en toda la noche. No había podido dejar de pensar en lo que había pasado durante esa cena, recreando cada palabra y cada reacción que se dedicaron Miriam y él. La jodida Miriam Rodríguez. Todavía no podía asimilar que después de tres años se hubieran reencontrado de esa forma tan abrupta y que hubiera terminado tan mal. Cuando, en el baño, se convenció de que podía manejar la situación, estaba totalmente equivocado. Ahora lo veía: no tenía nada superado.

Y quizás lo que no tenía superado no era tanto el fracaso de su carrera musical, puesto que cada vez lo tenía más normalizado y era capaz de hablarlo, aunque fuera secamente. Era que en esa cena había aparecido un tema mucho más delicado para Luis, una parte de su vida que había intentado esconder de todas las formas posibles: la amistad rota entre él y Miriam. La culpabilidad por la ruptura de ese vínculo lo perseguía día y noche, y lo único que sabía hacer al respecto era esconderse. Pero al encontrarse de frente a frente con la rubia, no pudo ocultarse y la bomba explotó.

Luis aprovecha que tiene el móvil en la mano para volver a leer los mensajes de Aitana. Todavía no ha tenido la valentía de responderle. Y se siente fatal por ello, pero todavía le hace sentir peor pensar que él le perjudica.

Cree que él la absorbe en un mundo de discusiones, peleas y depresión, que no tiene nada que ver al de ella. No quiere que, por su culpa, tenga que vivir ese tipo de situaciones tan desagradables y que pueda llegar a sentirse culpable de ellas. Eso le carcome por dentro porque no se lo merece. No merece esta mierda de vida que él le puede ofrecer.

No quiere hacerle daño. No quiere hacer que se separe de sus amigos. No quiere hacerla sentir una mierda cuando él la aparta para lidiar solo con sus monstruos. No quiere que ella se sienta culpable de su tristeza ni de sus enfados. No quiere hacerle daño, joder.

Lo único que tiene claro es lo que sí quiere: ella. La quiere a ella.

La quiere más que a nada en el mundo.

Empieza a teclear en el chat de Aitana, pero al segundo, lo borra todo.

Y pulsa el botón de llamar.

Quiere oírla.

- ¿Luis? – la voz dulce de Aitana responde desde la otra línea. Aunque ha intentado disimular el ataque de nervios que le ha producido ver la llamada entrante, no ha podido evitar que la voz le temblara un poco.

- Hola, enana – él sonríe, enternecido, todavía tumbado en la cama – ¿Cómo estás?

- ¡Jo, Luis! Que no me habías dicho nada, jopé...

Se le rompe la voz y él cierra los ojos con fuerza.

- Lo siento muchísimo, amor. Me sentía tan mal por lo de anoche que no quería molestarte más...

- ¡Que no me molestas, pesado! – grita ella, girando la última esquina que le queda para llegar a su trabajo - Lo que me molesta es que te pienses que me molestas.

- Es que sí que te molesto – insiste él – porque no puede ser que siempre arruine las cenas, las fiestas... ¡todo! por mis putos problemas.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaWhere stories live. Discover now