—Yo tengo 27 años, mi cumpleaños es el 20 de junio, no se cuál es mi signo zodiacal, también me gustan los gatos, odio cualquier bicho, mi color favorito es el azul marino y mis padres son Graciela Montoya Alviter y Marco Valencia Suarez.

—Bien, vamos a retener tu herencia... por cierto, es géminis

— ¿Qué? — me miró como si le hubiera dicho algo en otro idioma.

—Tu signo es géminis.

Sus padres nos esperaban tomando el té, parecían molestos, pero no realmente como deberían de estarlo. El padre de Roberto lucia más viejo que su mamá, con el cabello canoso y varias arrugas en el rostro. Cuando se levantó para saludarme me sacaba al menos un metro de altura, bueno no tanto, pero era aún más alto que su hijo, y Roberto y yo, ya éramos altos.

Durante tres horas actuamos para convencerles que nuestro matrimonio era verdadero, ellos no estaban del todo seguros de que esto no fuera una farsa para cubrir las idioteces de Roberto así que sí o sí, iban a quedarse a vivir un tiempo con nosotros.

Aquello nos tomó por sorpresa, yo no quería compartir mi cama con Roberto y mucho menos él quería compartirla conmigo. Sus padres insistieron en que si no teníamos nada que esconder no debería resultarnos inconveniente que por un par de semas se instalaran en la casa.

Lo tenían decidido, a partir del viernes todos seriamos una familia feliz bajo el mismo techo. Por lo menos teníamos una semana para adaptarnos y revisar lo que debíamos o no hacer.



***

A las ocho llegó mi querido Santiago invitándome a cenar, fuimos a un bonito y sencillo restaurante italiano, le conté todo lo que ocurrió y él solo negaba con la cabeza.

Lo invité para que se quedara, al fin de cuentas no sabía cuánto tiempo iba a pasar para que pudiéramos estar juntos dándole "vuelo a la hilacha". Roberto me dijo que mientras no fuera en su cama tenia luz verde para hacer lo que quisiera.

Entre beso y beso llegamos a mi designada habitación y nuestra ropa comenzó a volar por todos lados. Mi libido# era inmensa antes de tener la regla, y después, por lo general casi todo el tiempo. Mi físico nunca me detuvo, senos magníficos y trasero levanta pasiones, ser gordibuena para mí era una bendición.

— ¿Estas segura que podemos hacer esto aquí? — solo la ropa interior se interponía entre nosotros

— ¡Cállate y bésame!

Santiago me besaba el cuello mientras me quitaba el sostén, cuando este desapareció, hundió su nariz entre mis pechos y los besó con devoción, me mordisqueaba, lamia y masajeaba. Sin poder contenerme más, le quite su estorboso bóxer, fijándome en que su amiguito estaba más que listo para mí.

Nos recostamos en la cama, yo quede debajo sintiendo su dura erección sobre mis húmedas pantis. Mis gemidos estaban en sincronía con mis caderas; no era una mujer se juegos previos y paciencia, cuando quería tener sexo, no me gustaba perder el tiempo en cosas innecesarias. Si ya estaba excitada y lista, no me gustaba esperar de más. Conociendo mi desesperación, Santi retiró el pedazo de tela que nos detenía para estar unidos.

Yo tenía un DIU (dispositivo intrauterino) por lo tanto podíamos olvidarnos de los condones. De los incomodos y nada oportunos condones, éramos más sanos que un caballo, por lo tanto, no teníamos riesgo alguno al no usar preservativo.

Ni tardo ni perezoso, mi querido noviecito, empujó su erección hasta lo más profundo de mi ser.

Solo gemidos y jadeos salían de mí, a los dos nos gustaba el sexo fuerte y salvaje, y él me daba lo que pedía, lo que ambos queríamos.

Te casaste con la GORDA! (Regresa!!)Where stories live. Discover now