—Superen eso, señoritas—limpié las gotas que se me escaparon, y todos a mí alrededor me aplaudieron, incluso la rubia.

—Tenía razón al decirte que acabarías con todo... gordita— otra vez el idiota griego. Escuché risas a mí alrededor, incluso él se reía de las idioteces que decía.

— Y yo te dije que dejaras de acosarme, ¿no te basto el tocarme el trasero? ¡NO QUIERO NADA CONTIGO IMBECIL! — Las risas crecieron, esta vez a mi favor. El tipo ese, se puso colorado.




Di la vuelta y seguí disfrutando de la fiesta.

Para la una de la mañana, por fin encontré a Luis, no es que me aburriera. Me divertí viendo como unos tipos muy ebrios trataban de agarrarse a golpes, pero lo único que consiguieron es que los grabaran mientras caían al piso soltando patadas al aire y puñetazos. También he bailé con unos chicos muy agradables ¿Quién dijo que las llenitas no tienen pegue?

Apenas me vio, Luis me tomó la mano para bailar, compensando que me dejó sola toda la noche. De nuevo me crucé con "idiota griego" cuando, al dar una vuelta, mis caderas chocaron contra su persona, me limité a sonreír, haciéndolo enojar.

—No deberías tomar tanto si no sabes manejarlo— me reprochó mientras yo seguía bailando.

—Tú eres el borracho que no puede mantenerse en pie, mejor ve a sentarte "flacucho", puede que así se te baje lo ebrio—. Luis me miraba extrañado y yo solo le guiñé el ojo para restarle importancia.

—Es más fácil que tu estés borracha a que yo lo este, no me extrañaría que fuera esta tu primera fiesta.

No, eso sí que no, a mí no me llama borracha y asocial, y se sale con la suya, ya le aguanté bastante a ese pesadito. Lo pesqué de la mano, arrastrándolo hasta la cocina. Busqué una botella de tequila, y serví dos caballitos a tope.

Su cara mostraba confusión pero no se iba, se quedó plantado frente a mí.

—Muy bien "flacucho", vamos a ver quién bebe más—le di su respectivo caballito y antes de que pudiera tomar el mío, él se bebió el suyo.

—Gordita— limpio su boca, y me pidió más—, no sabes en lo que te metiste.



***

Mi cabeza... mi estómago... duele... todo duele...

—¿Dónde mierdas estoy? —me pregunté a mi misma, tratando de que mi cerebro reaccionara. Solo sentía la mullida y encantadora almohada bajo mi pesada y adolorida cabeza. Por favor que sea mi cama.

Me incorporé y cuando mi vista se aclaró... caí en cuenta de que mis suplicas no sirvieron de nada, no estaba en mi habitación.
Paredes azules, muebles de madera obscura, todo era caro y muy lujoso. La cama donde reposaba mi cuerpo era enorme, y bastante cómoda, solo que, con mirar debajo de la ligera sabana que me cubría, me di cuenta de que estaba totalmente desnuda.

Me escandalizó el hecho de no recordar nada, ni siquiera sabía con quien había salido de la fiesta. La respuesta debía de estar bajo la sabana, ya que, al otro extremo de la cama, vi un cuerpo totalmente cubierto. Si querer quedarme a descubrir quién era, ubique mi vestido, bolso y zapatos, cerca de una puerta.

Corrí desnuda hacia mis pertenencias, y al abrir la puerta, vi que era la salida. Al fondo había otra puerta, debía de ser el cuarto de baño, y realmente necesitaba usarlo. Respiré profundo y me aventuré hacia allá.

Al entrar, mi mandíbula casi tocaba el piso. ¡Era enorme!, con una bañera como para 10 personas y unos azulejos divinos. Tenía muchos espejos, en el techo y las paredes. Al ver mi reflejo me asusté: el cabello enmarañado, los ojos como panda y varios chupetones que eran casi negros, adornaban mis senos.

De mi bolso saqué un pequeño peine y un cepillo de dientes, busqué el lavabo y la pasta de dientes. Me arreglé a toda velocidad, tan rápido que, sentí un mareo.

Decidí entrar en la bañera y acostarme un minuto, era tan espaciosa y hermosa. Un par de minutos después me agarré al del borde con la mano izquierda para poder sentarme.



—Oh no...no... No... ¿Pero qué pitos es esto? —. Dos anillos adornaban mi dedo anular izquierdo. Un ostentoso anillo de compromiso de platino y corte esmeralda, a cada lado del imponente diamante color rosado, estaban dos diamantes más pequeños; el otro, sortija igualmente de platino y cinta de diamantes... Amaba los anillos de compromiso y por eso es que supe el santo y seña de cada uno.

Aturdida, me senté pegando un grito. No podía creer que tuviera un par de joyas como esas, debían de valer miles de dólares. Sacándome de mi ensoñación, la puerta se abrió estrepitosamente. Por poco y vomitaba, el "idiota griego" de la noche anterior, había entrado, quedándose paralizado cuando me vio ahí sentada.

Te casaste con la GORDA! (Regresa!!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora