CAPITULO 56: DE UN PASO MÁS AL PRECIPICIO

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Los personajes empleados en este escrito pertenecen a J. K. Rowling

El Señor Harry Potter, Auror Jefe del Ministerio de magia se encontraba sentado en el escritorio de su despacho, montañas de papeles se acumulaban frente a él mientras el joven miraba por la ventana con expresión ausente, mucho había sucedido en muy poco tiempo y tenía la cabeza llena de tantas cosas que su trabajo se acumulaba sin parar. Sus problemas tenían nombre y apellido pensó mientras se pasaba las manos entre el despeinado cabello negro. Severus Snape.

El crack que siguió a su pensamiento consiguió arrancarle un jadeo de algo similar al pánico, su mirada recorrió desde los pliegos de la oscura capa que se asentaban sobre el piso de moqueta de su oficina, continuando por las botas de piel de dragón y el formal pantalón negro hasta la sencilla pero fina camisa blanca del hombre más amado y odiado del mundo mágico.

-Potter. – dijo Snape a modo de saludo, casi sin mover los labios, casi como si estuviera escupiendo en nombre.

-Snape – habló Harry, intentando fingir que no le sorprendía e intimidaba al tiempo la manera en que el maldito tipo atravesaba sus barreras como un cuchillo a la mantequilla. – te diría que es una agradable sorpresa pero la verdad es que no lo es.

-Esto llego a mí el día de ayer, - el hombre desecho el comentario con un movimiento de hombros y tiró en el escritorio un sobre rasgado con el sello de Gringotts roto - según parece la madre de Demian dejó algo para él.

- Demonios. – Harry retiró casi involuntariamente la mano que se acercaba al sobre.

-Estas en lo correcto. – dijo Snape, las malas noticias habían llegado esa mañana a interrumpir lo que hubiera sido un maravilloso despertar, acostado en su enorme cama en las mazmorras, con Hermione envuelta en sus brazos durmiendo profunda y plácidamente y el pequeño Demian abrazado a ella, los dos ángeles de su vida, ahí junto a él, siendo lo primero que vio al despertar. Todo hubiera sido perfecto de no ser por el enorme búho de manchas que lo observaba fijamente con sus amarillos ojos desde los pies de la cama, ululando incesantemente, con un gesto de su mano hizo volar al animal lejos de la cama para que no molestara a los durmientes levantándose con todo el cuidado que pudo, tomó la nota atada a la pata del búho, una carta dirigida a los Señores Severus y Demian Snape, en las mazmorras de Hogwarts, frunció el ceño adelantándose a la llegada de malas noticias, rompió el sello de los duendes y rápidamente leyó el contenido de la carta. No demoró nada en vestirse y aparecer en el Ministerio de Magia, directamente en la oficina de la única persona que consideraba capaz de ayudarlo.

- ¿Que vas a hacer? – dijo Harry apoyando los brazos en su escritorio en actitud interesada.

-¿Yo? Pregunta equivocada Potter, la correcta es ¿Qué vas a hacer tú? – Snape avanzó dos intimidantes pasos hacia el chico dejando que su capa se arremolinara en torno a él y consiguiendo con ese pequeño gesto intimidar y conseguir la admiración de Harry a partes iguales, su reacción física fue hacer un gesto señalándose a si mismo mientras abría a todo lo que podía sus ojos verde esmeralda.

-En efecto. – Continuó Snape - No permitiré que un solo galeón o cualquier otra cosa que esté en esa cámara toque siquiera un cabello de mi hijo antes de que los aurores lo hallan revisado y analizado en sus más mínimos detalles en busca de cualquier tipo de encantamiento, trampa o hechizo oscuro que pudiera tener. Ahí es donde entras Potter, te asegurarás de que eso suceda y te desharás de cualquier cosa que pueda ser mínimamente perjudicial para Demian.

-¡Oh! – Harry se tiró hacia atrás apoyándose en el respaldar de la silla en la que estaba sintiendo repentinamente el peso de una gran responsabilidad sobre sus hombros, se pasó una mano por la cara – pues... seguramente lo pueda arreglar si es lo que quieres pero...

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