CAPITULO 41: De mi única salida

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Los personajes empleados en este escrito pertenecen a J. K. Rowling


Joder, joder, joder, joder.

Se apareció en el único lugar que se le ocurrió con la suficiente protección, y estaba ahora tirado en el piso de la Hilandera, no era muy de sí dejarse vencer pero esta era la gota que derramaba su vaso, en cinco minutos se vio ganarlo todo para luego perderlo por idiota.

Lloraba, y de manera desconsolada, empezaba a preocuparse que se le hiciera costumbre, eso no sería nada bueno pero había tanto dolor dentro de sí, buscando escapar por cada poro de su piel, tanto dolor en su vida.

Un golpe rabioso de su puño contra el piso, tratando de entender como su vida se podía ir siempre para la mierda, aun cuando no hacía nada para provocarlo, lo único que quería era salvarla, solo la protegía y no merecía lo que estaba pasando.

Otro golpe tal vez más fuerte que el anterior, al punto de sentir que se empezaban a lastimar sus nudillos, y, ¡por toda la fuerza de la magia! él sabía que había hecho mucho daño en su momento pero de eso ya había pasado tanto y se había esforzado cuanto pudo en devolver con buenas acciones... Pero por lo visto de nada servía.

Rodó sobre su espalda y miró el tumbado de pintura descascarada de la derruida casa en la que viviera gran parte de su horrible vida, él la había llevado allí, pasaron una noche en la espantosa cama de su habitación de niño, con un colchón en el que a duras penas entraban ambos y sin embargo ella se veía tan feliz ahí... Se veía feliz con él...

Qué lugar de porquería para pasar un fin de semana, como se le ocurrió que podía llevarla a allí, si era una ruina y ella se merecía más que eso, ella lo merecía todo, la recordaba, casi la podía ver frente a él acostada en un mueble que ahora lucía incluso con las patas abiertas completamente comido por algún bicho, la veía ahí acostada leyendo uno de los innumerables libros que poseía, era tan jodidamente hermosa y él era tan jodidamente afortunado, ella le sonreía por encima de las pagina del libro mientras él estaba sentado en el escritorio escribiendo informes o calificando trabajos de sus tarado alumnos. Un instante de felicidad que le arrancó otro sollozo del cuerpo.

Bien, seguramente en alguna otra existencia fue un mago tan lunático como Voldemort y seguro esparció el miedo y la muerte por todos lados y eso era lo que estaba pagando ahora, una risa amarga brotó de sus labios, ¿cómo era posible encontrarse donde estaba ahora? En serio, ¿era al menos algo lógico o probable que un ser humano mágico o no pueda pasar por tanto?, una infancia de horror llena de maltrato, una adolescencia llena de burlas y vergüenza, una adultez de remordimientos por un error juvenil, servir al tiempo a dos locos que hasta ahora no sabía cuál era peor, todo para encontrarla a ella, para tenerla a ella, sentirse amado y luego el mismo privarse de ese amor por un sentimiento estúpido de altruismo, ella igual sufrió y si sabía algo de ella es que posiblemente había sufrido más por no recordar que si hubiera recordado, en que maldición se había visto envuelto para que el destino diera giros tan locos alrededor de él. Casi resentida la existencia del niño, pero es que si él no hubiera existido Bella jamás habría intentado salvarlo, no lo habría secuestrado ni borrado su memoria, hubiera sido él desangrándose en la Casa de los gritos y hubiera habido dos salidas, Hermione lo salvaba y al vivir él le regresaba sus recuerdos y vivían juntos y felices como debieron serlo siempre o él moría y ella lo veía, lo enterraba en una lápida fría y cerraba el ciclo, continuaba su vida.

¡Oh vale! pero ella si había continuado su vida, el idiota de Weasley era una prueba de eso. Pero entonces porque estaba Mione con él en Estados Unidos, porque Weasey la tuvo que ir a buscar... aun esa parte de su vida estaba en confusión pero sabía que poco a poco regresaría.

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