CAPITULO 39: De mi única oportunidad

226 27 5
                                    

Los personajes empleados en este escrito pertenecen a J. K. Rowling


-Minerva

Directora McGonagall – dijo con tono severo la mujer frente a ella. Definitivamente estaba molesta, no solo molesta, estaba furiosa. Y Hermione Granger jamás la había enfrentado estando así. Algo de su natural temor juvenil a la profesora regresó a ella y recorrió su espina como un calambrazo haciendo que le saliera una pequeña gotita de sudor de la frente.

-Directora, yo puedo explicar esto... - dijo presionando con extrema fuerza el respaldar de la silla frente a ella, su cerebro trabajaba a mil intentando saber cómo había llegado esa información a los periódicos. Los únicos al tanto fuera de ella eran Harry, Ginny y los Malfoy que aún estaban fuera del continente buscando a Severus. Claro que la entrada al país había sido engorrosa pero las influencias de Harry les habían permitido ingresar al niño al país sin usar su verdadero apellido, no era un Snape si no un Snell. Y entonces lo supo, no estaba segura de como lo había hecho pero estaba segura de que el causante de ese desastre era Ronald.

-Empiece a explicarlo entonces profesora.

-Bien, - se mordió el labio con nerviosismo – pues, lo que dice ahí obviamente no es cierto, al menos no todo. Pero no fue culpa de nadie, fue coincidencia y luego hubieron algunos mal entendidos y muchas cosas que incluso ahora no sabemos pero estamos haciendo todo por encontrar la verdad, es solo que parece que todo el mundo ha olvidado una parte y entonces son como retazos que tratamos de juntar y luego yo oculte algunas cosas porque no sabía cómo iba a reaccionar y él se enteró por culpa del idiota de Ronald y entonces escapo y...

-¡Granger! – la joven levantó la mirada del piso y la fijó en la mujer de expresión severa. – estas divagando, parloteas cosas sin sentido y yo – dijo dando una pausa dramática – necesito que me expliques en detalle que pasa aquí. Sé que el niño existe, lo vi en el libro de registro de nacidos mágicos. Empieza a hablar.



-Bastian, Bastian por fin regresaste. – Se abrazaba con firmeza a él, no recordaba la última vez que alguien lo había abrazado de esa manera, sin miedo, con verdadero aprecio y con una calidez que amenazaba con calentarle el corazón, se quedó envarado sin atinar a mover un solo musculo, no sabía quién era la chica, no sabía porque el aroma de su ropa lo recordaba, algo no terminaba de cuadrar en su cabeza y acostumbrado como estaba a trabajar al filo de la navaja hizo lo que su entrenada mente le dictaba, se quedaría callado y la dejaría hablar ya luego podría sacar sus conclusiones. – ¿Dónde está Demian? He estado tan asustada, los dos desaparecieron y mi mamá ha estado diciendo tonterías acerca de un viaje pero yo no podía creerle, sé que tú no eres así.

-¿Qué haces aquí?

-¿Qué hago aquí? ¿Cómo que hago aquí? Vine por ti, trataba de saber a dónde diablos se habían metido, quiero ver a Demian.

Demian, Demian, Demian. Ese nombre. Un niño de cabellos negros.

-Bastian por dios que te pasa, este como ido. ¿Dónde está Demian? – dijo soltándolo de su abrazo y mirándolo fijamente a los ojos, y entonces lo supo, reconocía esa mirada, por más que tratara de ocultarlo, ella ya conocía ese truco, se lo había hecho por mucho tiempo cuando recién empezaran a tratarse, era la expresión cerrada y plana de cuando no sabía en realidad que era algo o como se usaba pero no quería aceptarlo, era la expresión que tenía eternamente en su rostro cuando pudo salir del hospital y empezó a cuidar al niño, ese era el Sebastian que no recordaba ni cómo usar un microondas. ¿Acaso él no la recordaba? –Bastian, estas ¿bien?

DIFERENTES REALIDADESWhere stories live. Discover now