CAPITULO 10: DE LAS INSEGURIDADES QUE TODOS SENTIMOS

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Los personajes empleados en este escrito pertenecen a J. K. Rowling

Había revivido cada momento cerca él de la semana, todos esos recuerdos volcados en el pensadero, pero no como se los mostrara a Harry sino completos. Y pudo ver su error en aquel primer encuentro, cuando vio por primera vez a Snape.

Ahí estaba, repitiéndose una y otra vez, era Sebastian; su cabello largo era en realidad corto, lo que le caía por el cuello era el cabello del pequeño Demian que llevaba en brazos, su expresión de fastidio era más bien de preocupación aunque si estaba algo molesto también, estaba pálido, y lo que parecía ser su túnica negra era una chaqueta negra que cubría al niño que se abrazaba a su cuello. Siempre fue él, desde el primer momento fue él, esa imagen despejó la última duda que le quedaba al respecto. Guardó el pensadero y se dirigió a la cama.

Había tanta información faltante pero confiaba en Harry para que la ayudara, llevaba ya dos semanas desde que saliera de vacaciones a Norteamérica y restaban aún seis semanas para el inicio del nuevo ciclo en Hogwarts, esperaba fuera tiempo suficiente para reconstruir toda la historia faltante de Snape y poder hallar la mejor manera de reencontrarlo con su pasado y con todo lo que dejó en el mundo mágico, tal vez aceptaría ser nuevamente director del colegio y así podrían estar cerca...

Suspiró y con la varita de Snape en la mano se acomodó para dormir, días después del fin de la guerra descubrió que si dormía con ella las pesadillas en las que era torturada y sus amigos morían una y otra vez simplemente desaparecían.



-¿Ella te gusta? – la voz algo chillona de Demian lo sacó de sus pensamientos, estaba preparándolo para dormir y sin querer sus pensamientos volaron a la joven del cabello rizado que por fin pudo conocer esa tarde.

-¿De qué hablas? – lo metió bajo la sabanas y se sentó a su lado en la cama tomando un libro del velador junto a la cama abriéndolo sobre sus piernas.

-De la chica papá, no te hagas el dese... deset... - bufó enojado, manoteando la cama – el que no sabe.

-Desentendido Demian, no debes molestarte cuando no puedes pronunciar una palabra o no la recuerdas bien, es normal que haya palabras que se te hagan un poco difíciles, considera que la mayoría de los chicos a tu edad solo saben formar oraciones básicas y a veces no pueden ni conjugar un verbo, que un par de palabras se te resistan muy de vez en cuando no es nada malo.

-¡Sabes que no soy como ellos, lo sabes! – se volteó enojado bajo las cobijas, Sebastian suspiró y lo atrajo hacia el suavemente.

-Y tú sabes que eso no es malo, eres un chico excepcional...

-Soy raro... dijo entristecido abrazándose al torso de su papá.

-No eres raro Demian, eres único y eso me hace sentir orgulloso de ti pequeño. ¿Sabes que es así y que te quiero verdad? – Asintió aún abrazado fuertemente a él – entonces no vuelvas a decir que eres raro, eres muy inteligente, cualquiera niño de este planeta desearía ser tan inteligente como tú.

-Yo quisiera ser como cualquier niño...

-Lo normal, pequeño, está sobrevalorado, siempre se tú mismo y has lo que te gusta así a los demás no les parezca normal, recuerda que yo estoy aquí y que puedo dirigir una feroz mirada a cualquiera que te haga sentir triste. Sabes que puedo ser muy feroz con mis miradas. ¿Mejor?

-Sí. Yo también te quiero, así asustes a mis amigos. Se acostó sobre la cama nuevamente, con una sonrisa en su rostro, sintiendo la confianza de que pasara lo que pasara su papa siempre lo estaría ahí para él. – Gracias papi.

Sebastian sintió su corazón contraerse, por más inteligente que fuera Demian seguía siendo un niño que necesitaba de mucho cariño y seguridad. Aun necesitaba que papá alejara a los monstruos de debajo de la cama y lo abrazara para hacerlo sentir mejor. En momentos como ese deseaba que la madre del pequeño estuviera con ellos, las madres siempre eran mejores para esas cosas... en momentos como ese deseaba recordar algo de ella, pero solo había un vacío al pensar en ella, no tenía ni siquiera un sentimiento con el cual asociarla y eso lo asustaba.

-No hay nada que agradecer. Mañana hablaremos de la chica, así como a ti se te hacen difíciles ciertas palabras a mi también se me complican muchas cosas y necesito pensarlas antes de poder hablarlas. Bien, leamos un capítulo más y luego te dormirás. – Dijo tomando el libro que se había rodado de sus piernas al piso y comenzó a leer para su hijo.

Algo más de un día había pasado desde que ella estuvo ahí. Le dijo que iría al día siguiente. "Dijo que tal vez vendría" se dijo a sí mismo, tratando de no verse tan enojado, nada la obligaba a aparecer en la librería y conversar con él.

Sin embargo no podía evitar sentirse enojado, él la esperó, estuvo esperándola toda la tarde teniendo que aguantar las miradas de miedo y sorpresa de sus empleados, después de todo él jamás pasaba tanto tiempo fuera de su oficina. Pero ella nunca llegó, en algún momento pensó que tal vez algo malo le podía haber pasado y sintió un temor irrefrenable, no sabía siquiera donde vivía, si estaba de paso o era de la ciudad, en realidad no sabía nada de ella. O quizá simplemente le dijo que iría solo para sacárselo de encima en ese momento. Y después de eso, hoy simplemente estaba de un humor de perros. Intimidó con su mirada a prácticamente todos los empleados de la librería y ahora paseaba entre los estantes y los clientes buscando en quien descargar un poco de su fastidio.

"Molesto. Molesto. Molesto. Molesto. Molesto. Molesto. Molesto. Molesto. Si la vuelvo a ver no le prestaré atención, es más ni la miraré, ni la..."

-Hola – y ahí estaba ella otra vez, su corazón dio un vuelco.

-Buenas tardes. La miró de reojo sin querer demostrar la alegría que sentía al verla ahí, de pie junto a él.

Hermione lo miró y sonrió, al parecer él no estaba de humor esta tarde.

-Estás enojado.

-No.

-Bueno, quise pasar a saludarte pero creo que mejor me voy, no estas como para visitas. Se dirigía a la salida cuando lo escuchó.

-No viniste.

-Tuve un par de cosas urgentes que resolver. ¿Vale decir lo siento? – Era innecesario fingir que no entendía de que hablaba él y le mintió, la realidad era que tuvo miedo de ir a verlo, de que de un momento a otro el recordara todo y ella volviera a ser la insoportable sabelotodo amiga de Potter. Pasó la tarde en su habitación observándolo en sus recuerdos, no fue a verlo pero pasó el día entero pensando en él.

-Tal vez. – La miro aún un poco disgustado por su ausencia del día anterior pero listo para dejarse convencer.

-Aun debo buscar el libro que quería ¿lo recuerdas? Sebastian empezó a caminar hacia el fondo, unos pasos más adelante, el exitoso dueño de una librería casi temblaba de nervios con la sola idea de poder conversar más y llegar a conocer a la chica que tanto lo atraía, no estaba habituado a hablar con la gente, sentía recelos de portarse como un bastardo y que ella no volviera a ir. Tenía una fuerte sensación de dejavú, como si aquello ya hubiera pasado, se sabía capaz de ser un cabrón, más con quienes apreciaba, al notar que ella no lo seguía volteó a verla.

-¿Planeas volver a dejarme plantado?

-No. Le sonrió

-¿Entonces qué esperas ahí? ¿Necesitas una invitación por escrito?

Lo vio girar sobre sus talones, todo elegancia y estilo aunque echaba de menos la túnica y la capa y claro, el sonido característico de estas cuando el daba uno de esos giros que precian medidos. Sonrió al verlo caminar sin preocuparse de si lo seguía, después de todo, seguía siendo Snape.

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