CAPITULO 36: DE UN MISERABLE

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Los personajes empleados en este escrito pertenecen a J. K. Rowling


PRIMEROS DÍAS DE ENERO DEL 97

El cielo raso sobre él era bastante recargado en adornos pensaba mientras observaba los cientos de flores y enredaderas que formaban el decorado de los techos de la mansión Malfoy, esos tonos pasteles y dorados con los que estaba pintado le daban casi nauseas. Estaba tumbado mirando al techo sin mover ni uno solo de sus músculos. ¿Qué hacía ahí? ¡Ah, sí! la noche anterior hubo una reunión de mortífagos, el nuevo año los encontraba por completo descontrolados, si hubiera sido por él se hubiera quedado en sus mazmorras a empezar el nuevo año como todo los anteriores, con su soledad y ahogándose en alcohol, más aun ahora que tenía de lejos más motivos de los que podría siquiera contar. Pero el Lord había hecho el llamado y aun él era incapaz de pasar por alto eso. Cerró los ojos nuevamente, necesitaba descansar un poco más, había tenido que emplear mucho de su potencial mágico para cerrar su mente los días anteriores, estar en medio de aquella continua bacanal de los mortífagos donde el alcohol con arreglos, que muchas veces el mismo hacía con ingredientes o pequeñas dosis de pociones, para que los mal nacidos que estaban en las filas de Voldemort pudieran divertirse más de todas las sádicas maneras que les placiera. Sentía un profundo asco por todo, por el Lord, por ellos y hasta por sí mismo. Últimamente los castigos en su persona eran más seguidos y por tanto cada vez se le hacía más difícil soportarlos, había llegado al límite de quedar por horas desmayado en medio del bosque prohibido, había ya necesitado ayuda para poder al menos llegar a las mazmorras. Indigno de él.

Luego estaba ella... ella... cruzándose en su mente todo el tiempo, incluso hora cuando su cuerpo ya no daba más y su magia se forzaba para proteger los oscuros secretos se guardaba, incluso ahora in extremis, ella se cruzaba por su mente. Pero no, ya no, no tenía derecho a nada ya, si antes no debía pensarla, si antes manchaba su existencia solo por pensarla, por soñarla... ahora había perdido todo derecho a siquiera reconfortarse en su nombre, en su rostro de preocupación las noches que cuidaba de él... no tenía perdón.

A lo largo de su vida como mortífago había hecho incontables barbaridades, pero esto, esto era la mancha final, la estocada final para el animal herido que le arrancaba de tajo toda ilusión y esperanza. Pudo haberse negado, era lo bastante fuerte para negarse e incluso en su fuero interno debía aceptar que no solo pensó hacerlo, lo planeo, pensó en cada paso que daría para huir de ahí, de esa locura, que importaba la guerra, que importaba el mundo mágico que lo único que había hecho era excluirlo, marginarlo y luego exigir su sangre y vida como pago por los errores a los que ellos mismo lo habían orillado. No se excusaba, eran sus acciones, sus decisiones, sus errores eran suyos pero no podía evitar pensar que si tal vez alguien hubiera reparado en él antes, si alguien se hubiera dedicado un poco a ayudarlo a salir del abismo en que se estaba cayendo... Si tan solo... pero no había pasado.

Y ante la inminente mancha final, lo que terminaría de hacerlo impresentable a los ojos de ella, aquello que ella no le perdonaría. ¿Ella no lo perdonaría? Rio en su interior, en realidad ella ni siquiera se interesaba por él, si lo ayudaba, si lo esperaba y lo recogía en pedazos una y otra vez era solo por ese recalcitrante sentido de la justicia que había en su interior y esa forma de ser tan suya que no le permitía dejar a nadie desamparado. Seguro a los ojos de ella toda su vida de mortífago ya era ofensa más que suficiente para no voltearse hacia él dos veces, pero antes de esta última acción el sentía, soñaba que tal vez ella entendiera cuando todo por fin terminara, que todas sus acciones eran justificadas, todo era por un bien mayor. Se consolaba en el pensamiento de que tal vez en su infinita bondad ella le permitiría ser parte de su vida. No en el sentido romántico eso lo sabía imposible, pero tal vez como un amigo, un mentor, una sombra tras ella cuidándola en todo momento, viéndola hacer su vida y participando al menos de manera mínima en esta. No cometería el viejo error esta vez, se juraba que no importaba cuanto le doliera verla hacer una vida un alguien más, él no se alejaría, no repetiría la fatídica historia, se quedaría junto a ella, tenía esa posibilidad una vez que la fortuna le había sonreído y la había conducido al bosque en el que él se desangraba, la misma fortuna creía él, la había alentado a seguir ayudándolo una y otra vez, la había acercado a él y no desperdiciaría la oportunidad de bañarse en algo de su luz al menos... más ahora todo estaba terminado... no había salida.

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