CAPITULO 34: DEL LUGAR DONDE ME ESCONDO.

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Los personajes empleados en este escrito pertenecen a J. K. Rowling


Definitivamente había sido un día agotador. Y ahí estaba sentada al filo de la cama donde dormía profundamente un niño hecho un ovillo, acaricio los mechones de cabello negro que se deslizaban sobre su rostro. Había deseado tanto que fuera suyo, un pedacito de ella y de él. Solo un sueño.

Abajo aún se daba una encarnizada discusión entre Harry y Lucius. El mayor abogaba por que lo dejaran ir solo en busca de Snape y el niño que vivió obviamente no quería perderlo de vista. Ella había dejado todo aquello en manos de su amigo y aunque Ginny quiso hablarle, ella solo quería pasar un momento con Demian. Había aceptado ya que se encontraba enamorada de Sebastian pero no sabía si estaba también enamorada de Snape, ella amaba al hombre reservado pero cálido que regentaba una librería y tenía un pequeño hijo, un hombre sin memoria que la abrazaba como si la hubiera buscado toda su vida. No estaba segura de lo que sentía por el frío habitante de las mazmorras, amante de Bellatrix Lestrange. Vio la marca de la tortura en su brazo que aun oculta bajo hechizos cosméticos podía ser intuida, después de todo era imposible borrar las cicatrices de magia oscura.

El sonido de una aparición rompió la apacible sinfonía del bosque. Dos cuerpos rodaron sobre el pasto quedando extendidos cual largos eran mirando hacia el cielo. Sus cabellos casi plateados brillando a la luz de la luna. Había resultado una maratónica tarea convencer a Potter de dejarlos hacer ese viaje solos, pero era como tenía que ser.

-Los escudos sólo reaccionan ante la magia oscura, no hay manera San Potter de que puedas ir allá y encontrar la casa. Ni tú ni tus amigos podrían. Si de verdad deseas encontrar a Snape debes dejarme ir solo.

-Ni en sueños te permitiría salir del país sólo Malfoy, el sólo hecho dejarte salir de tu casa ya podría traerme problemas en el ministerio.

-Tienes que aceptar Potter que mi padre tiene razón en algo; ninguno de nosotros podría conseguir ver a través de los escudos que protegen la casa en la que esta Snape. Te propongo algo, yo lo llevaré y lo traeré de vuelta, sabes mejor que nadie que no sacrificaría todo lo que conseguido hasta ahora sólo por dejar que mi padre haga de las suyas, consíguenos un traslador para volver y todo estará solucionado. Lucius miró con un cierto resentimiento a su hijo pero sin atreverse a decir dada.

Con un seco gruñido Harry se dirigió a la chimenea con rumbo al Ministerio, por fin le servían para algo sus influencias como héroe del mundo mágico. Después de todo no le estaría mal ir al Ministerio, no era solo un traslador lo que quería conseguir, había algo extraño en toda la historia de Hermione con Snape y ya se estaba cansando de dar vueltas a las reacciones de la chica y los recuerdos de los meses previos a la muerte de Dumbledore que conservaba, todo lo extraña que estuvo ella, rematado con su llanto frente a la pared de la habitación Black. Si había algo escondido en todo esto pues no era nada que una poción para recordar no solucionara y para eso conocía a la persona perfecta para ayudarlo en el ministerio.

Y allí estaban ahora, ambos Malfoy, en un bosque a la mitad de la nada y acabando de salvarse por poco de sufrir una departición por aparecerse -maldición padre, debiste avisarme que iba a perder un brazo por viajar contigo.

-Da igual, tú no hubieras podido traernos.

-Pero de seguro hubiéramos llegado completos. Mi oreja está sangrando y estoy seguro de que a ti te falta alguna uña. Dijo Draco mirando seriamente a su padre y luego dejando vislumbrar una pequeña sonrisa.

-Déjate ya de tonterías y ayúdame a levantarme. Hay que apresurarse Snape no está en sus cinco sentidos no sabemos cómo puede reaccionar, quédate aquí, el impacto será menor si solo me ve a mí.

-Padre no creo que tu...

-Confía en mí, iré por él, en cuanto sea seguro te mandaré una señal. Sabes que le debo mucho. Con un asentimiento y después de levantar a su padre lo vio alejarse lentamente en dirección desconocida. Se sentó sobre una piedra recostándose en ella para mirar al cielo. Hace unos cuantos días empezaba a pensar que su vida se estaba volviendo aburrida pero definitivamente con esto ya tendría para estar tranquilo algunos años más.

Algunos pasos después y tras sentir el cosquilleo de la magia sobre su piel una rústica cabaña apareció frente a él, no se veían luces en su interior ni ninguna señal de que alguien la habitara excepto por una pequeñísima columna de humo que salía el hueco de la chimenea. Hizo las paces de varita necesarios y entró con cautela, no había terminado de cerrar la puerta cuando ya se sentía maniatado y con una varita apuntando su garganta.

-¿Que pretendes?

-Mierda Snape baja la maldita varita, ya no estoy en edad para estos trotes.

-¿Qué pretendes Malfoy? Sintió la presión de la varita más firme en la piel de su cuello y los chispazos de magia que salían de esta empezaban a sentirse como pequeñas descargas eléctricas.

-Lo de siempre, unos cuantos vasos de Whisky de Fuego y tal vez una buena golfa para pasar la noche. – Casi había olvidado la frase que solían usar para distinguirse entre ellos fuera de las reuniones del Lord después de todo con tanta multijugos nunca se sabía si se hablaba con la persona correcta. La varita dejo de hacer presión y las luces se encendieron revelando al habitante de la cabaña.

-Joder hombre, no te ves nada bien. Dijo el platinado al encontrarse a su amigo casi teniéndose de sus propias rodillas para mantenerse en pie, estaba todo sucio pero eso no era novedad, en peores estados de mugre lo había visto, lo que le preocupaba era el tono amarillento que lucía bajo toda la mugre y hojas secas, estaba diferente, no lucia tan flaco como antaño pero las sombras bajo sus ojos eran las mismas del Snape que estuviera presente en la batalla final.

-La verdad Malfoy tú no te ves exactamente como un modelo ahora. Diciendo eso se desvaneció.

En cuanto Draco distinguió las chispas verdes en el horizonte supo a donde dirigirse, con una pase de varita convocó a su patronus enviándolo a Potter con el mensaje de que habían encontrado a Snape y esperaba instrucciones, suponía que demoraría en recibir contestación, es más, no estaba seguro de recibirla después de todo nunca había escuchado de un patronus que atravesara continentes. Apresuró sus pasos, la noche pintaba para ser larga e interesante.

-¿Hermione? ¿Pero qué haces? – Ginny salía apresurada de la cocina en dirección a su amiga que bajaba con el pequeño en brazos profundamente dormido.

-Yo... no soporto seguir aquí Ginny, lo siento y... gracias por recibirnos... debemos...

-No puedes irte Mione, debemos esperar que Harry regrese... aún no hay noticias de los Malfoy, no podemos separarnos ahora.

-Lo siento de verdad pero no puedo continuar aquí, -su mirada se desvió en dirección a la habitación Black – Iré a un lugar seguro, al mejor lugar para Demian... y para mí también.

-De que hablas Mione. Déjate de esas cosas y ven a tomarte un té. Vamos, pásame al niño yo lo iré a acostar.

-¡No! – La joven castaña retrocedió casi asustada de su amiga.

-Mione que pasa...

-¿Papa? – la somnolienta voz de Demian se escuchó saliendo de entre la manta con la que Hermione lo había cubierto.

-Ya vamos a buscarlo mi amor, sigue durmiendo.

-Jean... susurró el pequeño y volvió a dormir.

-No quiero que lo inquietes Ginny. Déjanos ir en paz.

-Mione soy tu amiga y te digo esto por tu bien... no debes irte, tienes que calmarte un poco... aquí ambos están seguros, si te vas y alguien más se entera de quién es ese pequeño que tienes en los brazos pueden pretender lastimarlo, aquí están a salvo.

-No es el único lugar donde podemos estar a salvo.

-A donde pretendes ir Mione...

-Al único lugar seguro que conozco... mi hogar... y el de su padre. Con pasos apresurados se dirigió a la chimenea antes de que Ginny la alcanzara lanzó los polvos flu.

-Despacho de Severus Snape. Hogwarts.

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