—Debe haber un error —murmuró, mirando al hombre del rifle.

—Lamentablemente no lo hay.

—¿Qué propones? —Quería tantear el terreno, ver a qué nivel era sensato aquel hombre.

Una sonrisa crispó sus facciones alargadas y dirigió su rifle hacia un callejón, el cual estaba junto a nosotros. De aquel, venían ruidos de pasos arrastrados y el filo de un arma rozando contra el pavimento.

Mi piel se puso de gallina y todo el lugar se llenó de una espesa y fría niebla, incluso más que la anterior. No podía ver nada, era como en el bosque cuando había llegado. Los hombres comenzaron a gritar cosas y Hazel se pegó a mi cuerpo, temblorosa. El hombre del rifle, quien comenzó a alejarse hacia el ruido, era el único que no parecía tener preocupación alguna por lo que se escondía en la niebla.

—¡Maldito bastardo! —gritó el segundo hombre—. ¡Vuelve aquí, te necesitamos! —Su voz hizo eco y un silencio sepulcral se instauró. Lo único que podía oír, además de mi propia respiración, era la de Hazel.

Tragué saliva y retrocedí un paso, protegiendo a la chica con mi brazo. Ella agradeció el gesto apretándose contra mí. Yo la necesitaba con vida al igual que esos hombres.

—Blaise, tenemos que salir de aquí —susurró, mirando hacia donde deberían de haber estado ellos, pero no podíamos ver más allá de nuestras propias narices—. Es la oportunidad perfecta.

Un grito desgarrador fue lo primero que nos sacó de la espera. Un grito y el sonido de la carne destrozada. Algo se movía entre la niebla, produciendo ruidos guturales y arrastrando algo metálico por el suelo.

—Quédate quieta —murmuré, preparándome para correr en cualquier momento—. Cuando te indique, me seguirás sin soltar mi mano y huiremos de aquí, ¿entiendes? —Ella asintió y se separó ligeramente de mí, para que correr fuera más fácil.

Otra vez ese espeso silencio, carcomiendo mi paciencia al no saber de dónde podía venir el ataque.

Un grito. Algo rompiéndose. Un disparo.

Hazel tiró de mi manga, arrastrándome hacia el lado contrario del que venía el ruido. Yo la seguí, utilizando las puntas de mis pies para moverme, intentando no hacer ruido. Pero no podíamos ver nada, por lo que no me sorprendió cuando tropezamos con un cubo metálico de basura, provocando un estruendo imposible de ignorar.

—¡Corre! —chilló ella y yo le hice caso.

No recordaba en toda mi vida haber corrido tan rápido. Quizás cuando me habían estado a punto de descubrir viendo a Maya por su ventana, pero aun así no se había comparado al momento en que mi corazón latía desbocado por la amenazante muerte.

Sentí a Hazel a mi lado en todo momento, corriendo tomada de mi mano. No nos detuvimos hasta que ella no pudo seguir, buscando bocanadas como un pez fuera del agua. Me detuve a su lado, ayudándola a recuperar el aliento, sintiendo pinchazos en la nuca como advertencias de que no podíamos detenernos.

—Tenemos que seguir —le indiqué, por debajo de mi aliento descontrolado.

—No puedo, lo siento —lloriqueó, dejándose caer sentada.

Desesperado por el pensamiento de ser atrapados, la forcé a subirse a mi espalda, dispuesto a arrastrarla hasta algún sitio donde pudiéramos escondernos, pero no podía ver nada más que esa niebla por todas partes.

Como un recordatorio no solicitado, otro grito se hizo escuchar.

—Blaise, nos va a encontrar —gimió, aferrada con fuerza a mi cuello—. No me dejes, te lo suplico —lloriqueó, haciendo su miedo palpable y dulce.

—Vamos, tenemos que ponernos a salvo —me obligué a decir.

Pero no había nada. No sabía que ocurría, pero no importaba hacia donde caminara, lo único que iba a mi encuentro era más y más niebla. No había casas, ni árboles, ni cercas, ni postes de luz. Era como si estuviéramos en un desierto de asfalto, atrapados en esa horrible niebla sin lugar donde ir.

Estaba incómodo y agotado. Las rodillas me temblaban y el sudor de Hazel se mezclaba con el mío para pegar la ropa a mi espalda. Su respiración temblorosa en mi oído me irritaba hasta el punto de crujir los dientes, pero no podía abandonarla. El monstruo seguía susurrando en mi oído que la botara allí, que sería una buena presa para la bestia que nos perseguía y entonces yo sobreviviría.

Pero no podía hacerlo, no debía dejar que esa parte de mi ganara con tanta facilidad.

¿O podía? Iba a morir, ¿qué significaría hacerlo como un ser libre?

El sonido metálico nuevamente, viniendo de mi derecha. Miré de soslayo a la criatura con el enorme cráneo de ciervo en su cabeza y el mazo de metal provocando chispas en el asfalto. Hazel volvió a chillar, aterrada, y yo comencé a correr en la dirección opuesta, pero mis piernas, cansadas y magulladas, fallaron y caí al suelo, provocando que la piel de mis rodillas y manos se lacerara. Me incorporé como pude, mirando a un lado, donde Hazel había caído con fuerza. Ella intentó llegar hasta mí y yo igual, pero él fue más rápido; tomó a la chica por el tobillo y comenzó a arrastrarla, provocando heridas y quemaduras en su piel. Ella gritó nuevamente, luchando por soltarse y yo me levanté para correr hacia ella, pero volví a fallar y caí de rodillas.

—¡Blaise! —Su grito fue lo último que escuche de ella.

Silencio otra vez.






F I N     D E     L A     P R I M E R A     P A R T E

Sombras en la NieblaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum