Capítulo 4: ¿Hace calor aquí?

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Puedo percibir la gracia que le causa la situación. Le dedico la mirada más mordaz de todo el planeta, deseando desaparecerlo de la faz de la tierra.

«Maldito infeliz».

Reúno todas las fuerzas que hay dentro de mí y alzo la mirada.

Sus ojos chocolate encuentran los míos en el primer instante. Como es de esperarse, no transmiten nada, algo que me duele pero logro disimular lo bastante bien como para hacerle saber que no me importa.

Sigue tan igual o quizá mejor, hermoso cómo siempre.

Su sonrisa pícara hace que mi estómago se llene de lo que algunos llaman: «mariposas», yo le llamo «jodidas abejas molestas».

Su sonrisa perfecta deja ver sus dientes blanquecinos y alineados.

— Hola, Nomar —lo saludo en un hilo de voz con miedo de que al hablar se delate algo que quiero mantener oculto.

«Aunque a decir verdad creo que ya todo el mundo sabe lo mucho que me gusta».

— Natalie —dice entre dientes, asintiendo en modo de saludo.

Aparto la mirada rápidamente y comienzo a mirar hacia otro lado.

Bien, eso fue raro.

— Bien, ya que todos nos saludamos ¿Quien está desocupado en la noche? —cuestiona Naza.

— Yo estoy libre —responde Bran.

— Igual yo —sigue Edinson.

— Y yo —responde West.

— ¿Tú? —le pregunta Naza a Nomar.

— No lo sé, quedé en salir con los chicos pero podemos cambiar el lugar; Amnesia me parece mejor lugar que la casa de Danielle —nos hace saber, rascando su nuca con desinterés.

— Bien, todos a Amnesia hoy —sentencia Nairobi con lo que parece ser alegría.

— ¡Noche de tragos! —grita Naza.

— ¡Noche de tragos! —gritan todos al unísono, a excepción de Nomar y yo que sólo sonreímos forzadamente.

Lo observo de soslayo.

Se me hace extraño ver como no me aparta la mirada de encima, me pone los vellos de punta.

— Es hora de irnos —señala uno de ellos, no logro oírlos bien—. Necesitamos llevarle las cosas a mi mamá, ya saben, sé pone un poco loca.

— Cierto. Ayúdanos a meter esto dentro de la camioneta —le pide Naza a Edi, quien la ayuda a cargar unas bolsas para ir a la camioneta la cual está al otro lado del estacionamiento al igual que el auto de West.

Todos se van, dejándonos solos a Nomar, a West y a mí.

Miro a West para que por favor no haga nada estúpido, porque él es el rey de las jodidas estupideces.

«¡Virgensita de los milagros, que a West no se le ocurra nada fuera de lo normal!».

— Bien...voy a encender el auto. Quédate aquí Nat y me despides de los chicos, ¿sí?

«Ah, lo hizo. ¡Hizo una maldita estupidez!».

Si las miradas mataran, él estaría tres metros bajo tierra.

«¡Estúpido West!».

Se aleja de nosotros y mi respiración comienza a fallar.

Estrella Fugaz © [Completa ✔] Where stories live. Discover now