Capítulo 14: Mensajes.

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Felicidad. Mi felicidad. ¿En qué consiste mi felicidad? Y poco menos que perdida en esa reflexión, sin límites, sin una realidad sólida, en silencio, le di un sorbo tras otro a mi botella de soda hasta que esta se terminó. Permanecí en silencio escuchando el ruido del Tamesis.

Un trozo de madera, o quizá era la pequeña rama de un árbol la que sobresalía entre la espuma del agua, era arrastrada por la rápida corriente, aparecía y desaparecía, como bailando entre las suaves y delicadas olas que formaba la corriente, se sumergía, salía de nuevo a flote y, con una repentina pirueta, prosiguió con su danza  y desapareció en la silenciosa música del río.

Contemplé el agua oscura, estaba asustada por la fuerza de la naturaleza, y aún más, por el momento que estaba viviendo. ¿Qué estaba haciendo con mi vida? ¿Por qué estaba ahora allí? Y entonces me volteé a mirarlo. Silencioso. Harry estaba bebiendo su propia botella de refresco. Y después, como si se sintiera observado, se volvió lentamente hacia mí y me sonrió.

-¿Has pedido un deseo? – preguntó.

Asentí con la cabeza y baje la mirada. Él se me acercó aún más y se sentó a mi lado. Como el caballero que él es, se quitó su chaqueta y la puso sobre mis hombros.

-Ten, he visto que temblabas un poco. Hace frío, es por la humedad del río – me explicó.

Alcé la mirada y mis ojos se encontraron a los de él. ¿Cómo era capaz de mentirle a esos ojos tan hermosos? No pude sostenerle la mirada demasiado tiempo. Eran tan maravillosamente verdes que dolían.

-Gracias – Y permanecimos en silencio otro rato, pero sin sentirnos cohibidos ni incomodos, era un silencio delicioso que nos permitía disfrutar de la compañía del otro.

-Se me ha ocurrido una idea – me dijo Harry sonriéndome en la penumbra.

-Dime…

-Es algo bonito. Metamos una nota en la botella y lancémosla al río, destinada al que lo encuentre ¿Te parece? Como en esa película “Mensaje en una botella”

Yo no podía creerlo, era una de mis películas favoritas, la había visto una infinidad de veces; el amor que sobrevive a la desaparición de ella, el amor más allá de la muerte.  Y el hecho de que Harry haya mencionado justamente esa película me hizo sentir un escalofrío.

Lo mire cuidadosamente, y vi como arrancaba la etiqueta de la botella que se había ya terminado, sacó de su bolsillo un marcador, me había explicado que siempre salía de su casa con uno de esos, por si se topaba con alguna fan y ella quería un autógrafo, un gesto adorable de su parte. Observé su perfil, sus labios, sus rasgos firmes. ¿Era sólo un muchacho? ¿Era un hombre? Su cuerpo delgado, tranquilo, protegido del viento de la noche por su suéter ligero. Sus piernas largas. Y, además, esa sonrisa.

-Ya está… – me dijo animado y sonriente – Ya he terminado, te lo leeré, pero no te burles: “A ti, que me has encontrado: Te grito amor, que tú puedas amar con una locura rebelde, con una pasión insana, que estas palabras sean para ti, el comienzo de una terrible felicidad”.

Yo me quedé callada, estaba realmente impresionada por la belleza de esas frases, entendí perfecto porque varios famosos habían pedido su ayuda para componer nuevas canciones. Esas preciosas palabras me hicieron sentir algo nuevo. Y él estaba allí. Harry. El mismo del primer día, el del desafío continuo, el de las ocurrencias fáciles. En ciertas ocasiones inoportuno, en otras no. Me sentí muy cerca de él, como en una perfecta armonía. Como si estuviésemos tocando juntos una canción que los demás no pudieran oír. De esas experiencias que ves en las películas, los enamorados disfrutando del clímax de su romance, con la perfecta armonía sonando de fondo…

-Son unas palabras preciosas, Hazz – terminé diciendo.

-Me alegro que te gusten – me sonrío y me extendió su marcador hacía mí – Ten, escribe una tú también.

- No, no sabría que escribir – dije dudando.

-Vamos, es sólo un juego – insistió – quizá sea útil para la persona que encuentre la botella… ¿Y bien?

-De acuerdo… – acepte al fin, conquistada por ese extraño juego – Dame tu marcador.

-Bien – me volvió a extender el plumón con una gran sonrisa en su rostro.

Harry me contemplaba mientras yo buscaba la inspiración en el cielo, me ponía nerviosa cuando me miraba fijamente.

-Harry, deja de mirarme – le pedí – Así no se me ocurre nada.

-Entonces ¿Te pongo nerviosa? – preguntó coquetamente.

-No – negué rápidamente – Sólo no me mires.

-De acuerdo – dijo riendo – Lanzaré mi botella mientras escribes.

Harry enrolló perfectamente su pedazo de papel y lo introdujo delicadamente en su botella de cristal vacía, buscó un trozo de rama que pudiera hacer de tapa improvisada y la metió a presión en la boquilla. Se acercó a la orilla del río y soltó dulcemente la botella. El agua se la arrebató, casi arrancándosela de los dedos, llevándosela veloz, a un rumbo desconocido.

-Terminé… – dije mientras metía mi escrito en la botella.

-¿No me la leerás? – me preguntó.

-No, me da vergüenza – le contesté al mismo tiempo que empujaba la pequeña rama para tapar la botella.

-Por favor… - me pidió Harry, haciendo una especie de puchero con sus labios – Estoy seguro que será precioso.

-No, no lo sé… – dije dudosa – He escrito lo primero que llegó a mi cabeza… Lo leerá el que encuentre esta botella.

Harry comprendió rápidamente que no debía insistirme más, que yo necesitaba esa posibilidad de elegir, y que el simple hecho de que haya decidido seguirle el juego de la botella, ya era un gran logro para él. Se me acercó de nuevo, poniendo sus manos en mi cintura para ayudarme a botar la segunda botella, sosteniendo mi cuerpo con firmeza, dándome la seguridad de que no me dejaría caer. Contemplamos por un momento cómo subía y bajaba el agua, cómo el cuello desaparecía de vez en cuando y volvía a emerger en otro sitio, hasta que por fin, se perdió en la oscuridad.

-Será muy afortunado el que encuentre tu botella – dijo Harry mientras me jalaba para alejarnos de la orilla – Lo único que espero es que sea capaz de imaginar la belleza de su autora.

Me di la vuelta y lo sentí muy cerca. Mucho. Demasiado. Estábamos allí, lejos de todo el mundo, como él me lo había prometido, los últimos días habían sido un vaivén de sorpresas para todo el mundo, para sus fans, para sus amigos, para mí… Había sido como un huracán el enfrentarme a la prensa y a sus admiradores como “La novia de Harry”,  y la noticia no fue muy bien recibida por mucha gente; los ataques constantes y la invasión a la privacidad habían sido muy difíciles de digerir. Por esa razón estábamos allí, fuera de la ciudad, donde nadie había logrado seguirnos, estábamos allí a la orilla del río solo el uno con el otro.

Un viento ligero agitó mi cabello, haciendo que un mechón rebelde se deslizará por mi cara.

Se hizo un silencio hecho de mil palabras. Nuestras miradas y nuestros ojos se sonrieron serenos, conscientes de la belleza del momento. De ese pequeño instante que parecía durar una eternidad.

Harry movió su mano, la alzo con delicadeza hacia mi cara, apartando ágilmente ese rizo rebelde, y colocándolo con el resto de mi cabello. Sin dejar de mirarnos, lentamente, nuestras bocas se aproximaron con un movimiento milimétrico.

Y entonces, como si yo despertara de un dulce sueño, volví a mi realidad, casi sintiendo vergüenza de haber cedido lentamente, de la debilidad que mostré en ese momento, de la loca, tonta y sencilla atracción humana que ese chico perfecto me hacía sentir. Me retire un poco y baje la mirada.

-Harry, está haciendo un poco de frío – dije tallándome los brazos, haciendo énfasis en lo que decía.

-Lo sé, lo sé – Harry volvió a acercarse a mí, sonriendo, pasando sus brazos alrededor de mi cintura, acercándome él. Yo le había negado un beso más, así que se conformó con plantar un beso en mi frente – Es hora de volver a casa. 

Bodas de OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora