Capítulo 2: El timbre.

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-¡Perdón! – dije inmediatamente – Perdóname… ¡Qué pena! Te confundí con otra persona…

Decía agitadamente mientras me alejaba del chico apresuradamente.

-No, no… Espera… - me pedía, tratando de alcanzarme – No deberías de estar sola aquí a esta hora, y menos una chica tan bonita y refinada como tú… - me dijo, logrando acalorarme aún más – Por favor, permíteme esperar contigo mientras esperas a la persona correcta.

-No, gracias… No hace falta – respondí cuando decidí dejar de huir – En realidad prefiero estar sola.

“¡Dios! ¡Qué guapo es!” pensé cuando me volví para mirarlo, los cabellos agitados por el viento, sostenidos relajadamente por una especie de bandana, que descuadraban y combinaban perfectamente con su traje Armani al mismo tiempo... Y sus ojos, sus preciosos ojos verdes, los más hermosos que había visto en mi vida.

-En eso nos parecemos – me dijo, quitándome el aliento con esa preciosa voz – Algunas veces a mí también me gusta solo… alejarme de todo y todos… Ya sabes, para poder pensar…

-Entonces nos separamos y nos dejamos estar solos – respondí, tratando de no ser grosera.

-Sí… Buenas noches – se despidió educadamente y me dio la espalda, pero solamente avanzó unos cuantos pasos antes de volverse a mirarme y volver a hablarme – Perdona, pero… ¿Estás esperando a alguien? ¿Tu novio?

-No me lo tomes a mal – respondí – Pero prefiero no tener que responderte esa pregunta.

-Sí, tienes razón… - concordó – Te pido una vez más otra disculpa… Buenas noches.

Y entonces se alejó finalmente de mí, dejándome muerta de vergüenza por haberlo abrazado y llena de expectación por querer saber quién era ese misterioso chico.

Y fue entonces que me quedé sola una vez más, como le había pedido unos cuantos segundos antes, me quedé sola y esperando, esperando a alguien que esa noche no llegó; esperé una hora más y finalmente decidí que el frío era algo de lo que mi fino vestido no podía protegerme más. Baje del puente esperando cruzarme con Luke en el camino, pero eso no ocurrió, así que detuve el primer taxi que pasó y le pedí que me llevara de vuelta a la embajada.

Cuando al fin atravesé la puerta de mi casa, esperaba no tener que cruzarme con mis padres para no dar ningún tipo de explicación sobre mi repentina desaparición de la fiesta, lamentablemente, allí estaba mi madre, en el sillón, fingiendo leer una novela clásica.

-¿Se puede saber dónde estabas? – me preguntó, al instante en que crucé el umbral de la sala.

-Me sentí agobiada, necesitaba algo de aire fresco – respondí.

-Eso no fue lo que pregunté – me dijo, claramente inconforme con mi respuesta.

-¿Necesito recordarte la edad que aparece en mi licencia, madre? – pregunté.

-¿Necesito yo recordarte la dirección que aparece en esa licencia? – respondió – Hay un horario, Valery, hay un código de comportamiento que debes seguir, y mientras vivas en esta casa, no importa la edad de ese papelito, debes cumplir con tus deberes con esta familia.

-Deja ya a la niña en paz – interrumpió mi padre, entrando a la habitación – Si se sintió abrumada, yo no la culpo… Políticos, gente de la alta sociedad y sin nadie conocido, yo no la culpo.

-No la justifiques – pidió mi madre – Al menos pudo tener la cortesía de decir a donde iba… Además, si se hubiera quedado unos minutos más, hubiera conocido al chico que quería presentarle.

Bodas de OdioWhere stories live. Discover now