Epílogo.

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Diciembre

Ellen.

—¡Ellen!

Miré por encima de mi hombro y vi a Harold de pie en el marco de la puerta. Él todavía traía puesto el traje de anoche y sus ojos estaban ligeramente entrecerrados. Tuve que desviar la mirada y sonreí.

—Te estaba esperando —dije, regresando la vista hacia las calles, estas estaban con una capa blanca.

Los niños salían de sus casas para hacer monos de nieve o hacer guerras entre ellos mismos. Harold y yo habíamos planeado pasar las vacaciones de diciembre en Seattle, junto con mis padres. Había sido algo de última hora, pero estábamos más que satisfechos con eso. Era la primera vez que veía caer nieve en Seattle, en mis dieciocho años de vida, jamás había nevado.

—¿Vas a mostrármelo o no? —sus brazos rodearon mi cintura, provocando que mi cuerpo quedara unido al suyo.

Una ligera sonrisa se me formo en los labios y mi giré, rodeando su cuello con mis brazos.

—Es una locura que me obligues a hacer esto.

—Lo haces porque me amas.

Asentí, demasiado de acuerdo con él.

—¿Te había dicho que te amaba, eh?

Harold esbozó una pequeña sonrisa y me besó.

—Vamos, tienes que mostrármelo.

Retrocedí unos pasos de él y cogí mi laptop del escritorio.

Harold me había convencido de finalmente publicar mi novela en una página web, de alguna manera, estaba teniendo buenas críticas y ya había más de mil visitas en menos de dos días. Estos dos meses enteros me estuve dedicando al cien en editarla y finalizarla, dándole un final épico, o eso dice Harold una vez que se lo comenté.

—Creo que es una locura —sacudí con la cabeza, sin poner creerme todo lo que estaba pasando en mi vida. Y todo gracias a él.

—Vamos, si te da vergüenza, puedes hacerte a un lado y yo lo leo.

Entrecerré los ojos, pero termine aceptando su comentario.

Me aparté lejos de mi laptop y deje que Harold empezara a leer desde el primer capítulo. Había editado la novela, y Harold había leído la versión antigua. Algo dentro de mí empezó a estremecerse, Harold era demasiado crítico y aunque era mi novio, lo hacía porque quería que mejorara. Era una de las razones porque lo amaba, porque era sincero conmigo.

Comencé a morderme las uñas o incluso me quedé mirando el tatuaje de la mariposa que llevaba tatuado en mi muñeca izquierda. Me había hecho el tatuaje a principios de diciembre, por lo que todavía no me estaba acostumbrando a verlo como una nueva parte de mi cuerpo.

—Amor, ¿puedo hacerte una pregunta? —Harold me miró por encima del hombro.

Yo deje de morderme las uñas y asentí con la cabeza, respirando con frecuencia.

—¿Qué es Tacoma Youth Support Center?

Me quedé un breve momento en shock. No sabía de qué estaba hablando.

—No lo sé, ¿por qué?

—Es un centro que constantemente estas repitiendo en el drama. Tu protagonista asiste en ese sitio a menudo.

Mi ceño se frunció completamente, mirando en dirección a la laptop. Rápidamente cogí la laptop y entre a Google para buscar aquel centro. No tenía ni la menor idea de que era ese sitio ni siquiera había recordado haber escrito esa parte en mi libro.

Al buscar eso en Google me aparecieron más de cincuenta centros en todo Washington. Era un centro para personas con problemas mentales. Había uno localizado en Tacoma, y otro aquí en Seattle.

—Yo... —negué con la cabeza—. No sé qué es esto.

—Pero lo estas escribiendo. Estas diciendo que has entrado, incluso describes como es por dentro. ¿Estas segura que no has ido?

—No, nunca he ido. ¿Por qué iría a un centro para personas enfermas...?

Me quedé callada.

Pequeñas cosas que estaban pasando por mi cabeza, empezaron a cobrar sentido. Es como si fuese un disco rayado que se repite una y otra vez.

—Hay uno en Tacoma, ¿no?

—Sí —asintió.

—Harold, no puede ser...—me puse de pie, acariciándome las sienes—. La noche en la que Jess desapareció, tú me dijiste que me encontraste en medio de la nada, en la carretera, ¿no es así?

—¿Qué tiene que ver esto con tu novela?

—Piensa, yo no recuerdo haber estado en ese lugar pero a la hora de escribirlo lo recordé. ¿Cómo iba a saber que estaba en ese sitio? Es porque había estado ahí, quizás no lo recuerde porque...

Hubo un silencio entre los dos. Intercambiamos miradas confusas.

—Porque lo olvidaste por las lagunas mentales —él termina la oración por mí.

—Brandon me dijo que yo sabía en donde estaba Jess, literalmente sabía en donde estaba.

—Espera, espera —sacudió la cabeza, incapaz de creerse esto. Ni siquiera yo podía creérmelo—. Estas tratando de decirme que lo que has escrito son tus recuerdos, porque si es así, siempre has sabido en donde esta Jess, Ellen.

—Me encontraste en medio de la carretera no porque estuviera perdida. Si no porque Brandon me abandonó, luego de llevar a Jess a ese sitio. Solo piensa, pudieron pensar que Jess estaba loca y no dejarla salir. Quizás, solo quizás, ella todavía este ahí.

Miramos la laptop y luego a nosotros mismos, otra vez.

—Creo que encontramos a Jess Monroe.


N/a: Luego de siete meses, Prohibido Enamorarte ha llegado a su fin. Me pone triste ya que le tome demasiado cariño a la novela y a los personajes. Es una historia que se me ocurrió gracias a un sueño y ahora puedo compartirlo con ustedes. Mañana subiré algunas cositas. ¡Gracias por todo! 

Prohibido Enamorarte. ✔Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt