xxix. lugar secreto

5.3K 520 13
                                    

«LUGAR SECRETO»


Anastasia intentó no sentirse preocupada por Draco, pero no podía evitarlo. Era una de esas noches sin dormir cuando rodaba en la cama y vagaba dentro de la habitación, a pesar del escalofrío que rozaba sus brazos desnudos, continuaba caminando con la ventana abierta.

El clima decembrino había envuelto a Hogwarts mientras los estudiantes caminaban por allí con sus respectivos guantes y bufandas representando a sus casas, la chica no era la excepción. A pesar del clima frío en el castillo, no era una gran fan de usar ropa invernal para dormir, y había dejado de preocuparse porque alguien viera su marca. Todos en la Sala Común de Slytherin sabían lo que ella solía ser, de todas formas.

En la mañana siguiente, entró a clase de Transformaciones con sus ojos perdidos en la nada y sin la chispa que solían tener antes de que todo se volviera tan caótico en el colegio. McGonagall fue la primera en notar el drástico cambio que la chica estaba experimentando, e intentó varias veces hablar con ella, pero Anastasia siempre decía que no pasaba nada y se marchaba.

—Señorita Rosier —la mujer mayor la llamó cuando la clase terminó—. ¿Puedo hablar con usted?

—Por supuesto, profesora —la chica asintió y se giró hacia Neville con una sonrisa tranquilizadora—. Me encontraré contigo en la biblioteca.

Neville tragó, pero dejó el lugar de todas maneras. Anastasia se giró después para ver a la mujer con una pequeña sonrisa en sus rasgos y los brazos detrás de su espalda, era inusual que McGonagall pidiera hablar con ella. Cada vez que pasaba, era porque había estado peleando con Malfoy en clase o gritándole a sus compañeros de casa. Y no hizo ninguna de esas cosas.

—¿Estoy en problemas? —Preguntó, titubeante. Sus cejas estaban fruncidas mientras alzaba la mirada.

—Oh, no. No está en problemas, señorita Rosier —McGonagall hizo un gesto para que caminase con ella por los pasillos vacíos—. Solo quiero hablar con usted.

—¿Sobre qué, profesora? —La Slytherin frunció el ceño, caminando junto a la mujer.

—Solo quiero agradecerle, por todo lo que usted y el señor Longbottom han hecho por los estudiantes menores —entonces, Anastasia entendió de lo que estaba hablando—. No todos tienen el coraje de soportar ese tipo de castigos. He oído que los profesores Alecto y Amycus son bastante despiadados.

—Bueno, creo que el crédito se lo lleva Neville, profesora —la castaña murmuró, rascando su antebrazo—. Él es el valiente entre nosotros dos.

—Eso no significa que no puedo felicitarla a usted también, señorita Rosier —señaló McGonagall—. Conocí a tu madre. Ella era una Gryffindor cuando asistió a Hogwarts, muy valiente pero ambiciosa al mismo tiempo. El Sombrero Seleccionador pasó diez minutos decidiendo dónde colocarla —Anastasia asintió—. Justo como usted.

—¿Yo? —Apuntó hacia sí misma.

—Usted es muy parecida a su madre, señorita Rosier. Una verdadera Gryffindor, pero Slytherin al mismo tiempo —la profesora explicó calmadamente—. Pensé que estaba siguiendo el camino incorrecto cuando empezó a formar una amistad con Malfoy y sus amigos —Anastasia asintió, escuchando cuidadosamente a la mujer hablar—. Pero ha demostrado que no es realmente peligroso ser un poco de ambos.

—Gracias, profesora —la morena sonrió.

—Longbottom me ha contado sobre el don especial que ha adquirido durante el curso. Sin ayuda, debo añadir. Es bastante impresionante —Anastasia se giró para ocultar sus mejillas sonrojadas. No estaba acostumbrada a recibir cumplidos de los profesores, especialmente de McGonagall.

—¿Puedo contarle un secreto, profesora? —Anastasia susurró, viendo de izquierda a derecha para asegurarse de que nadie escuchara su conversación—. Creo que sé dónde están Harry y los otros. Estoy planeando unirme a ellos.

—Oh, ¡eso es maravilloso! —La mujer suspiró aliviada—. Haga eso, sí. Necesitarán ayuda, y estoy segura de que la necesitan.

—Pero necesito hacer unos arreglos aquí antes de irme —McGonagall se giró para verla con el ceño fruncido, y una mirada confundida tras sus lentes—. Necesito dejar a mis amigos protegidos de los magos oscuros que rondan el colegio. Me temo que las Salas Comunes ya no son seguras.

—Puede usar la Sala de Menesteres —propuso despreocupadamente—. Es lo suficientemente grande para todos.

—¿Será eso suficiente? —Anastasia sonrió esperanzadamente, y la profesora asintió—. Entonces iré a decirles.

La castaña sonrió y rápidamente se alejó de la profesora, no sin antes agradecerle por todo lo que le dijo y por dejarla usar la Sala de Menesteres como su lugar secreto para ocultarse de los Mortífagos, y del profesor Snape.

Anastasia ya sabía la contraseña para la Sala Común de Gryffindor, y la Dama Gorda se había acostumbrado a que ella visitara la torre constantemente. Más que todo porque acompañaba a Neville hasta allí después de sus detenciones compartidas con los Carrow.

Entró dentro de la habitación silenciosa cuando vio a sus amigos conversando silenciosamente y haciendo sus respectivos deberes. Una sonrisa se deslizó por sus rasgos mientras ellos dejaban de hacer sus cosas para verla.

—Encontré un lugar secreto donde nos podemos esconder —dijo felizmente, obteniendo la atención de otros estudiantes al fondo.

—¿Dónde? —Preguntó Dean Thomas, girando su cabeza hacia un lado con confusión.

—¡Esos condenados Mortífagos están en todos lados! ¡Estoy seguro que conocen cada rincón del castillo! —Señaló Seamus.

—Al menos no conocen la Sala de Menesteres —Anastasia sonrió. La Sala Común de Gryffindor irrumpió en aplausos y risas tan pronto como la chica informó las noticias.

Todos comenzaron a empacar en sus baúles y a asegurarse de que nadie dejaba nada. Ginny abrazó a la morena con fuerza y le agradeció por ser tan buena amiga, a pesar de la rivalidad entre ambas casas.

El plan era fácil, de hecho. Se encontrarían con los Ravenclaws y Hufflepuffs en el séptimo piso después de la hora de dormir y usarían hechizos de silencio para mantener a los Mortífagos alejados. Neville guio la búsqueda de la Sala, y casi todos lo siguieron con pasos silenciosos y cortos. Anastasia sonrió mientras vio a todos huyendo felizmente de los magos oscuros, y cada uno entrando por la puerta escondida de la Sala.

Ella fue la última en entrar, luchando con su baúl, e intentó cerrar la puerta. Un jadeo dejó sus abultados labios cuando sus ojos se encontraron con unos adoloridos ojos grises viéndola del otro lado del pasillo. Suspirando temblorosamente, cerró la puerta e intentó detener las lágrimas que dejaban sus ojos.

Ella había escogido un lado, y Draco no era parte del mismo.

NUMB ° DRACO MALFOY (ESPAÑOL)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora