v. sala de menesteres

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«SALA DE MENESTERES»


El día siguiente, Anastasia se saltó probablemente la mayoría de las clases. O al menos, aquellas que compartía con Draco.

Era inusual para él preguntar insistentemente sobre la localización de la chica. Sus manos estaban temblando increíblemente solo con pensar en ella siendo uno de ellos, una cruel y malvada Mortífaga.

Cada vez que la imagen de su antebrazo aparecía en su mente, él tenía que hacer lo que sea para que desapareciera y fingir que estaba bien. El problema es que no estaba bien, y quería desesperadamente –no, necesitaba una explicación.

—Cálmate, Malfoy —despreció Pansy, prácticamente ignorando al chico agitado en la mesa frente a ella—. Ella dijo que estaba enferma.

—¿Quién? —Su cabeza se levantó de golpe hacia la chica, pero hizo su mejor esfuerzo para intentar no lucir demasiado ansioso por saber más—. ¿De quién están hablando? —Él fingió no saber de quién estaba hablando ella, pero él sabía que era de Anastasia.

—No trates de engañarnos, Malfoy. Sabemos que estás excesivamente preocupado porque Rosier no ha asistido a clases en todo el día —interfirió Blaise. Él tenía su libro de pociones en la mano, pero sus ojos estaban puestos en su amigo. La sonrisa maliciosa nunca dejó su rostro.

—Jódete, Zabini —fue todo lo que Malfoy consiguió decir.

Muy dentro de sus pensamientos, él sabía dónde estaba ella. Y él necesitaba buscarlo. Él necesitaba verla desesperadamente.

El día que Anastasia le mostró su Marca Tenebrosa tatuada en su antebrazo, una rara sensación de confort llenó el pecho de Draco. Él no estaba siendo egoísta, pero de algún modo estaba feliz cuando no estaba sola. Él ahora tenía alguna persona a la cual acudir cuando las cosas con la tarea se ponían difíciles, algo en su corazón le dijo que Anastasia estaría ahí para él cuando sintiera como si no pudiera lograrlo.

—Fin de la clase —Slughorn dijo lo suficientemente alto como para que toda la clase lo pudiera oír.

Su corazón palpitó fuerte en su pecho tan pronto como salió del aula de clases. Era como si estuviera a punto de perder toda la energía que las cortas dos horas de sueño le habían dado. Se sentía enfermo, y no le gustaba.

Draco no trató de disculparse con los estudiantes que había tropezado en su camino al séptimo piso, donde su mente le gritaba que Anastasia estaría. Con cada paso que daba, sus ojos viajaban alrededor del lugar para asegurarse de que nadie estaba viendo a dónde se dirigía, especialmente que ningún profesor viese que estaba saltándose su próxima clase.

En ese punto, las clases eran la última cosa que le preocupaban. Sonaba confuso, pero él tenía mejores cosas que hacer y una de ellas era reparar el Gabinete de Desaparición, encontrar a Anastasia y buscar respuestas.

Se detuvo justo frente a donde debería estar la Sala de Menesteres, su cabeza levantándose con sus ojos cerrados. Susurró y pensó en lo mucho que quería ver la Sala. Entonces, la puerta apareció frente a él.

—¿Rosier? —Exclamó tan pronto como su cabeza se asomó en la habitación—. ¿Estás aquí?

Silencio.

Para entonces, él estaba completamente dentro y su bolso estaba en el suelo. Su mano alcanzó su varita dentro de su túnica y cuidadosamente caminó dentro de la habitación.

Él estaría mintiendo si dijera que no estaba ligeramente preocupado por la castaña, y si lo estaba, hacía un gran trabajo en no mostrarlo.

NUMB ° DRACO MALFOY (ESPAÑOL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora