Para Jungkook, todo debía siempre estar organizado y dirigido. La prudencia y en análisis de situación regían su vida. No estaban permitidos los errores en su vida.
Jihee, blindada con un fuerte sentido del humor que hacía fallecer a cualquier trag...
—¿Un consolador?—las pestañas de Jungkook continúan agitándose lleno de desorientación mientras que, sujetando mi muñeca me había arrastrado por las escaleras de la edificación, directo a la enfermería. —¿En serio metiste un jodido consolador en su mochila?
Quise decirle que redujera un poco la velocidad de sus pasos porque mi mareo iba en aumento, pero entonces me preguntaría porqué y me vería obligada a comentar que había recibido un gran rodillazo en el estómago. No era buena idea relatarle con detalles mi paliza.
—Pues sí, hola, ¿no lo viste?, es del tamaño de un mega vaso de coca-cola. —pronuncio a regañadientes, sintiendo como la respiración me cuesta y las piernas me arden cada vez que las levanto para subir los escalones. Jungkook gira la cabeza y me ve de reojo, y, soltando un denso suspiro arrebata de mi mano la patineta, sujetándola fuertemente con su otra mano.
—¿De dónde lo sacaste?—con un movimiento de hombros, abre dando un fuerte golpazo la puerta blanca que se abría hacia ambos lados y entramos a la enfermería, el hedor a analgésicos y limpiador de pisos penetra en mi nariz y creo que me desmayo porque en serio la cabeza me duele.
Me encojo de hombros—Lo compramos en una de esas tiendas de sexo, —abro mucho los ojos con emoción y lo miro de golpe, mientras él deposita mi patineta debajo de una camilla—¿Quieres ir?, el lugar es súper turbio. —Jungkook camina hacia una puerta viéndome con los labios torcidos en una mueca y cejas juntas en el medio, echa un vistazo a la puerta y la cierra nuevamente.
—No, gracias. —apoyo mis caderas sobre un fogón blanco lleno de cajones y un grifo para lavarse las manos, luego, me dedico a observarlo. Camina de aquí para allá, buscando aparentemente algo. Luego de un momento, donde me obligo a cerrar la boca, Jungkook para justo frente a mí y me mira de pies a cabeza. Luego de un suspiro, fricciona sus labios una y otra vez, se ve en serio estresado y molesto. —La enfermera no está.
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—¡Perfecto!, vamos a la tienda de sexo entonces. Por favor, tienes que ver todo lo turbio que encontramos con Tae, en serio.
—Si como no, —me corta el rollo, y antes de poder escapar atrapa uno de mis codos y me vuelve a donde estaba—Te curaré.
—¿Viste como dejaste a Sehoo?—levanto la cabeza para verlo y arrugo la nariz—¿Qué sabes tú de curar?
—¿Qué sabes tú de peleas?—entrecierro los ojos desdeñosamente—He estado tantas veces aquí para curarme que ya perdía la cuenta. —gruñe—No voy a narrarte mi vida ¿Te vas a curar o no?
