Para Jungkook, todo debía siempre estar organizado y dirigido. La prudencia y en análisis de situación regían su vida. No estaban permitidos los errores en su vida.
Jihee, blindada con un fuerte sentido del humor que hacía fallecer a cualquier trag...
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Woon Siho:
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Epílogo
—No puedo creer que vas a ir a Seouldae.
Puse los ojos en blanco mientras intentaba subir las escaleras, mi muñeca, engullida por el yeso removible presentaba un montón de obstáculos diarios. Algunos momentos, recordaba que estaba allí, otros los olvidaba. Los más horribles eran donde me olvidaba por completo y me golpeaba con alguna cosa. Además de eso, también tenía que lidiar con el punzante dolor de mi espalda y el cuello debido al cabestrillo, que me presionaba los músculos por causa del peso del mismo brazo.
Me agaché de costado e intenté llegar a mi maleta, pero antes de llegar Jimin me la robó de las manos y subió rápidamente por la escalinata del edificio.
—Ve el lado positivo, —me dijo Niwa, con una mochila que me pertenecía en la espalda, y las manos en sus caderas, intentando mirar a través del vidrio de la entrada —El jardín está bonito.
Bon nos miró, luego a la casa.
—Lo importante es que hay un puente cerca. Resulta útil para cuando le dé el bajón.
—Ya entendimos, —dijo Sohee, que llegó desde la entrada con una pila de recipientes de plástico de comida que Bon y Yuan nos habían hecho ayer. —No volamos por el puente Han entonces.
Jimin y Niwa le mostraron sus dedos pulgares hacia arriba.
Miré a mi alrededor.
En realidad, para ser dos pequeños departamentos de un solterón que vivía para el estudio de la medicina, como lo era Siho, mi primo mayor, era un lugar precioso. Precioso y pequeño, y aquello me hacía sentir más cómoda. La casa de Woon Siho era cuadrada y angosta, con una bonita fachada de ladrillos a la vista que la hacía parecer más hogareña. Encima de ella, otra casi idéntica, que sería mi casa a partir de ahora. Había una escalera que conducía a ella en un costado, que daba una vuelta. Un patio delantero, y, a los lados, dos hileras de un jardín bien cuidado. En uno de ellos, a la derecha, había un enorme pedazo de tronco que no entendía muy bien su función. Por último, nos rodeaban dos enormes muros de ladrillos y entre ellos una inmensa puerta de metal negra.
