Para Jungkook, todo debía siempre estar organizado y dirigido. La prudencia y en análisis de situación regían su vida. No estaban permitidos los errores en su vida.
Jihee, blindada con un fuerte sentido del humor que hacía fallecer a cualquier trag...
Un helado hilo de estremecimientos corre a los largo de mi columna vertebral y las gotas de lluvia que cubren mi cuerpo se hubieran congelado de miedo.
Besarme. Jeon quiere besarme, ¿cómo es que sigo viva?
El persistente shock se niega salir de mis sistema, por lo que, abriendo sorprendida los ojos mis manos automáticamente se apartan de mi cara y busco atónita su mirada.
No fue una buena idea.
Él está inclinado, casi arriba de mi cuerpo, y en cuanto levanto las pestañas hacia él sus ojos me queman y parecen marcarme con fuego. No me doy cuenta de lo mucho que he separado mis manos hasta que sus ojos descienden a mis labios, y por un momento siento que el labio inferior comienza a palpitarme. No sé si es de miedo, ansiedad, o expectativa. Pero en cuanto Jeon se inclina, rápidamente me cubro la boca con las manos.
¡No!, ¡por todos los cielos!, ¡él es Jeon!, ¡el rey del hockey, un imbécil burlón violento y salvaje!, ¿cómo es siquiera posible que me replantee el hecho de besarlo?
Oh santo Anakin, he pecado.
El parece percibir el lío que bulle histéricamente en mi interior y me sonríe, y siento como una cálida capa me abraza el pecho al notar que es sincera. Oh joder, él incluso se ve adorable cuando sonríe así, sus pómulos se realzan, su labio superior se afina y sus dientes sobresalen, ¿por qué no lo hace más seguido?
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Jungkook tendría el mundo a los pies si sonriera de esa forma más seguido.
Pero entonces, cuando sus dedos ásperos comienzan a hacer círculos en mis caderas, es donde soy consciente de él, de su cuerpo, grande, fuerte y amenazador, completamente desnudo y adherido al mío. Con mi espalda pegada a los azulejos helados de la pared, no me muevo.
Nuevamente entro en pánico.
—No voy a lastimarte—su voz es más ronca de lo normal y noto como su respiración es agitada, su aliento denso y caliente me golpea la mejilla cuando frota su nariz en mi pómulo izquierdo y sus labios me acarician las pecas de la nariz y las mejillas, luego agita tímidamente su flequillo sobre el mío, rozando su mejilla con la mía, como un gatito pidiendo un abrazo a su madre. Eso no se veía agresivo, la verdad.
Él está siendo tan suave y dulce ahora mismo, maldita sea, iba a caer redondita si no paraba.
—¿Y eso qué?—mi voz se escucha ahogada, pero aun así me niego a parar—¿Por qué?, Siempre alardeas sobre las chicas que están encima de ti ¿Te has aburrido, y quieres probar lo raro, maldito imbécil? —murmuro con acidez, intentado recordar cómo es el en realidad y defendiendo mi poca integridad.
