—¿No tienes siquiera la duda de por qué no quieren que esté en este lugar? —preguntó, acercándose para hablarme en un tono más bajo—. Quizás deberíamos primero averiguar y luego ver si la ayudamos. No sabes si es peligrosa.

—Tú no viviste con ella estos días, sé que no es peligrosa. Es una chica asustada que sólo tenía a ese niño en su vida. No recordaba nada de su pasado —digo, sin poder mirarlo a los ojos.

Era extraño que algo como eso viniera de mí, por lo que no podía mirarlo a los ojos sin quedar completamente expuesto. ¿Acaso me había vuelto débil al ver tanto sufrimiento humano? ¿Era capaz de descongelar mi corazón y sentir algo real? No, por supuesto que no. Era la única forma de manipular a Pax a que quisiera ayudarme.

—Te creo. —Puso su mano sobre mi hombro y me dio una media sonrisa—. Entonces, iremos y le preguntaremos directamente a ella.

—Si no me quita los ojos en el proceso.

III

El plan era primero recuperar fuerzas, por lo que Pax me guió hacia donde se encontraban las mesas de agua y comida, como también duchas que habían logrado hacer funcionar de algún modo que desconocía.

Estábamos sentados comiendo algo cuando se me ocurrió hacerle la pregunta.

—Dices que has visto a Maya, pero ¿qué hay de mi madre?

Levantó los ojos de su plato para observarme con la mitad de una zanahoria en conserva en la boca. Tragó con fuerza y observó hacia el techo, con gesto pensativo.

—La verdad es que no. —Lanzó un largo suspiro y apoyó su cabeza sobre su mano derecha, observando a un grupo de chicas que comían entre murmullos—. Pero tienes que pensar que este pueblo es grande, además de que todos parecen haber ido perdiendo la memoria con el pasar del tiempo. Quizás podríamos preguntar por ella, pero dudo que alguien la recuerde o que ella recuerde algo de nosotros.

—No necesito que recuerde, necesito saber si está con vida —mentí.

Los ojos oscuros de Pax me escrutaron y vi un brillo extraño en ellos. Era una sensación inexplicable, pero era como si él ya no confiara en mí. Quizás tenía las mismas dudas que yo con respecto a los efectos que les daba este pueblo maldito a las personas.

—Hay alguien en este pueblo, alguien que dicen que sabe todo sobre todos. Ella podría ayudarnos a buscar a Maya y a tu madre, al igual que a salir —murmuró, tapando levemente su boca con el dorso de su mano.

—¿Le conoces?

—No, sólo rumores de pasillo. —Se dejó caer contra el respaldo de la silla y bufó, notablemente hastiado—. De todos modos, es mejor que nada, ¿no lo crees?

Lo observé en silencio unos minutos, pensando con calma que debía de tener más de una opción si quería salir con vida de este lugar.

—No tenemos el tiempo suficiente, tenemos que actuar con rapidez. Mientras más estamos aquí, más seremos absorbidos por esto. —Abarqué todo el lugar con la mirada y, para mi pesar, encontré que uno de los hombres de Mikael me observaba desde una de las puertas del comedor.

No me sentía a salvo con esos tipos observándome. No confiaba en ellos, había visto demasiadas películas y series de televisión para saber que había una alta probabilidad de que esos tipos no tuvieran buenas intenciones con la gente que se encontraba entre esas paredes.

—Iré por una ducha y luego buscaremos a Hazel —mentí, levantándome de la mesa—. Nos vemos en la entrada.

No esperé a que me respondiera, sino que caminé hacia donde el hombre hacia como si no me hubiera visto, pero no tardó mucho en fijar sus ojos en mí. Pasé por su lado, sin quitarle mi atención, para luego salir por las puertas dobles al pasillo.

Mi intención no era meter en problemas a Pax. Si algo salía mal, entonces yo sería el único al cual podrían culpar y Pax no perdería el asilo que ese lugar le proporcionaba. Especialmente porque no sabíamos si había de forma efectiva una escapatoria de ese pueblo. No tenía intención de ayudarlo, pero tampoco de que me acompañara. Lo conocía muy bien como para saber que no me serviría de ayuda.

Lancé un bufido sonoro y doble a la derecha, para ir hacia la entrada. Ellos habían desaparecido por una puerta que antes era para las enfermeras, por lo que seguramente debía estar en algún lugar por allí. Esperé a que nadie me viera y me escabullí entre las personas, que parecían perdidas en sus pensamientos. No tenía duda de que muchos de ellos se habían vuelto completamente locos.

No tardé mucho en volver al hall de entrada, donde las puertas dobles de vidrio me permitían ver la niebla espesa que parecía devorar las calles allí afuera. Pronto volvería, pronto.

Avancé por la puerta que decía en grandes letras acceso restringido y cerré con cuidado a mi espalda. El pasillo era más oscuro que los demás y más estrecho, teniendo un par de puertas a cada lado. Comencé a avanzar, pero un ruido me alertó de que alguien venía hacía mí, con lo que me tuve que ocultar en una de las habitaciones. Era una especie de camarín, donde viejos y gastados casilleros se alineaban en largas hileras.

Procuré no hacer ruido cuando me oculté en uno de ellos. Mantuve la respiración mientras uno de los hombres de Mikael pasaba por mi lado, dando pasos lentos pero firmes. Me habían oído y, si me encontraban, estaría en serios problemas.

Sombras en la NieblaWhere stories live. Discover now