Capítulo 8

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—Mi nombre es Mikael y lamentablemente mi castigo afecta mis órganos internos. —Dejó escapar un suspiro entre sus labios y sacó algo de su bolsillo. Era un pañuelo blanco, notoriamente manchado con sangre vieja y seca—. Ahora que confías un poco más en mí, déjame decirte que esa chica no sabe en lo que se ha metido. Debería estar agradecida, no gritándote en la cara.

—¿A qué te refieres? —inquirí, levantando una ceja en su dirección.

—Mikael, ¿qué hacemos con ella? —preguntó uno de los hombres, interrumpiéndolo cuando estaba abriendo su boca para responderme.

Lanzó un suspiro cansado y asintió en su dirección, antes de volver a dirigir toda su atención hacía mí.

—Hablaremos en otra ocasión.

II

Pax me mostraba las instalaciones mientras me hacía preguntas de dónde había estado esos días y con quién, como también qué había hecho. Le respondía con brevedad, mientras mi mente maquinaba como sacar a Hazel de donde la tuvieran y salir de ese lugar. No era que sintiera lástima por la chica, pero era la única que podría ayudarme con sus conocimientos de ese pueblo.

—Ayer pasó Maya por aquí —dijo Pax, logrando obtener mi total atención.

—¿Maya? ¿Dónde se fue? —No quería sonar desesperado, pero no resultó demasiado bien.

—La vi por unos segundos, pero estoy seguro de que era ella —explicó, mirando pensativo hacia arriba—. Pregunté a los que están por aquí y todos me dijeron que suele venir a traer suplementos para los que más sufren los castigos.

—¿Tú ya has sufrido el tuyo? —pregunté, apoyándome contra la pared e intentando que mi corazón dejara de latir con tanta fuerza al pensar que por fin podría ver otra vez a Maya. Pax sospechaba algo, pero no sabía mis verdaderas intenciones con la castaña.

—No, ¿tú?

Negué con la cabeza y miré hacia el pasillo, donde una mujer ayudaba a un adolescente que lloraba a mares con sangre saliendo por sus oídos. Pax siguió mi mirada y profirió un suspiro lastimero.

—Las cosas aquí no son muy fáciles, como ves.

—Tenemos que irnos de aquí —dije, cambiando por completo el tema—. Quizás aún tenemos oportunidad, quizás basta que tengamos el castigo para quedar atrapados.

—¿Irnos? —preguntó, alterado—. ¿Viste acaso esa cosa que custodia el pueblo? ¡Es un monstruo! Es incluso peor que cualquier cosa que te hayas encontrado entre la niebla —señaló, negando con efusividad con la cabeza.

—No lo entiendes, Pax, si nos quedamos aquí, sufriremos como ellos.

Él pareció pensárselo un momento, sin dejar de mirar a la anciana que continuaba ayudando al chico. No sabía en qué estaba pensando, pero tenía fe en que quisiera ayudarme.

—Vale, ¿qué propones?

—Primero, tenemos que encontrar a Hazel y sacarla de aquí. No sé que pueden estar haciendo con ella o si la sacaron a la calle, pero hay que encontrarla. Además, ella parece conocer el pueblo como la palma de su mano y si la ayudamos de seguro nos ayudará a nosotros —comencé, pero Pax me interrumpió antes de que continuara.

—Ella te odia, Blaise, ¿de verdad crees que aceptará ayudarte de algún modo? —Enarcó una ceja y comenzó a jugar con sus pies en el suelo.

—Pero a ti no, deberás buscar cómo convencerla.

Guardamos silencio por unos segundos, sólo ambientados por los sonidos de las personas que estaban alrededor de nosotros. Algunos me miraban con curiosidad, pero la mayoría sólo se limitaba a hacer lo suyo.

Sombras en la NieblaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant