No iba a dejarme engatusar tan fácilmente, ah no señor.

Jeon se tensa de pies a cabeza, pero entonces recobra esa mirada dulce y penetrante y quiero chillar de frustración.

—Todas espinas, —un sedoso y ronco murmullo me acaricia la sensible piel del cuello—Yo quiero la rosa.

Mi corazón se encloquece entonces, dando fuertes martillazos y sintiéndome extraña ante sus palabras. Frunzo las cejas cuando él se inclina nuevamente para verme a los ojos. Noto algo extraño, un aleteo de algo que nunca antes había visto en su mirada, profundo y muy oculto, como si quisiera esconder ese pequeño brote de sentimientos a toda costa pero no lo logra.

Su mirada es penetrante y no demuestra vacilación alguna. Y justo antes de soltar otra palabra, un fuerte grito entorpece mis acciones, la puerta de abre con un gran golpe, golpeándose en la pared y cuando ambos nos giramos sobresaltados lo veo.

Es terrón de chocolate, entrando con un gran grito de batalla y con una escoba roja en sus manos, sostiene la escoba sobre su cabeza y rasga el aire cuando la baja, intentando darle a Jeon. Terrón de chocolate comienza a darle escobazos en la espalda al mas alto y él acaba retrocediendo desorientado, ahora está fuera de la tina, y puedo ver como el chico abre mucho los ojos a ver su estado.

—¡Pervertido!—le da un escobazo, y este mismo le golpea a Jeon en un hombro. Miro inmóvil la escena, aún en blanco. Terrón de chocolate me mira a los ojos y golpea nuevamente a Jeon. —¡Te vine a rescatar, pollo agridulce!

"Pollo agridulce", ambos corremos escalera abajo huyendo de Jeon y sus maldiciones, debería haber de tomado la escoba en manos y golpearlo yo misma, y sin embargo, no puedo dejar de pensar en ese apodo.

—¿En qué piensas?—el sigue sosteniendo la escoba, ahora apoya el metal en su frente y hace equilibro para que no se caiga. Le doy un zape en la nuca.

—¿¡No podías llegar más temprano!?—chillo, alzando la voz y provocando que la escoba caiga al piso y el chico se sobresaltara.

—¿¡Que no ves que buscaba un arma letal!?—él alza incluso más la voz que yo—¡Contigo no se puede!, ¡y yo que pago las cuentas de la casa, mujer!—frunzo las cejas, y cuando estoy a punto de preguntarle de qué diablos habla, algo llama mi atención. Frente a la puerta, dentro de un tubo negro decorado en una esquina, hay un gran bate de béisbol de metal junto a un paraguas negro.

Lo miro a los ojos y enarco una ceja—¿Y trajiste la escoba?—él se encoje de hombros.

—Me pareció más letal. —levanto las manos en forma de rendición, no tenía caso.

—Demonios, —me giro sobresaltada a una voz femenina a mis espaldas, es una de las gatitas, y no necesariamente la que hablaba con el amor imposible de terrón de chocolate. Esta más alta y pálida, lleva un top que parece más un triángulo de neopreno negro, ajustado a sus macizos pechos, dejando ver un marcado estómago plano y liso, unos pantalones de cuero negro ceñidos a sus espléndidas piernas y por último, un par de chistosas orejas de gato en la cabeza, de color blanco y peludas. Ella me ve con los ojos bien abiertos. —Mi hermano me matará si ve su tapete mojado, —deja un vaso de plástico rojo sobre una mesita y me sorprende la rapidez con la que se maneja en esos terribles taco aguja negros. —Ven, te daré algo de ropa.

Miro sorprendida al escudero de la escoba—¿De dónde sacaste esa ropa?

—Mi abuela dijo que daban tormentas y que trajera otra muda. —siento envidia por su abuela y por el suéter crema que lleva puesto, se ve acogedor y calentito, no como mi chorreante y húmeda ropa.

Sigo sin chistar a la chica, que me conduce por un pasillo, me indica que la espere unos segundos y luego aparece con ropas en sus manos. Agradezco a los dioses que mi ropa interior esté seca. 

『 ɢ ᴀ ɴ ʙ ᴀ ʀ ᴜ  ||  jungkook 』Where stories live. Discover now