Epílogo: 10 años después

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Cuando Akira llegó, los tres se dieron la vuelta.

- Hola, Akira – saludó Shippo alegremente – ¿Quieres quedarte a almorzar? – lo invitó.

- Gracias, pero acabo de comer en mi casa – respondió el chico educadamente – Sólo venía a ver a Suzu.

- Papi, ¿puedo? ¿puedo? – respondió la dulce niña con voz alegre y chillona – Quiero ir con él a jugar un ratito.

Yuki le pasó una mano por el cabello para arreglarle la coleta que le pendía por la espalda y posó a la niña en el suelo.

- Venga, id a jugar.

- ¡Síiii!

Y se marcharon corriendo por la puerta.

- Tan juguetona como tú con Rin – le dijo la hermosa y joven Yuki recogiendo la mesa.

- Pero igual de guapa que tú – Shippo la agarró por la cintura y la besó.

* * *

- Vamos a por las gemelas – pidió Suzu a Akira – Y luego a casa de Kagome.

- Vale.

La casa de Sango y Miroku estaba cada vez más abarrotada. Habían tenido dos gemelas que ahora tenían nueve años llamadas Hanako y Yukiko. Las dos tenían el pelo castaño y corto, por los hombros. Eran traviesas y divertidas, les gustaba meterse en líos y hacerles bromas a los adultos de la aldea, aunque no todos se lo tomaban igual de bien.

Aparte de ellas, Sango había dado a luz a un pequeño niño llamado Chiharu, que significa mil primaveras. Tenía sólo un año y medio y era un gran dormilón, por no hablar de lo que comía.

Sin duda, había una gran diferencia entre la casa de Akira o Suzu, pues ambos eran hijos únicos y probablemente lo fueran siempre.

- Hola – saludaron los chicos – ¿Venís a jugar?

- ¡Hanako, Yukiko! ¡Dejad de jugar con la comida! – Sango les quitó las cucharas de las manos y las volvió a meter dentro de los platos de sopa – ¡Comeos lo guisantes o se lo diré a vuestro padre! – se enfadó la mujer.

La pobre Sango estaba muy estresada. Las niñas eran muy desobedientes y, además, ella tenía entre los brazos al pequeño bebé e intentaba dormirlo. ¿Cómo iba a dormirlo con esas dos gamberras pululando por la casa?

- Papá está en casa de la vecina – respondió una de las gemelas.

- ¡Shh! – le respondió la otra – Dijo que no dijéramos nada.

Sango puso un brazo en jarra mientras sujetaba al bebé con el otro.

- ¿Qué vuestro padre qué? – su voz se elevó varias octavas – ¡Ya está otra vez ligando con la jovencita de enfrente! Cuando vuelva le voy a dar un sartenazo.

- ¡Vamos, vamos! – se acercó la anciana Kaede, que ahora era bastante más mayor y caminaba apoyada en un bastón tallado – No te enfades tanto. Ya sabes cómo ha sido siempre Miroku. Venga, dame al niño, que yo lo duermo.

- Gracias, Kaede – respiró Sango con alivio – ¡Qué haría yo sin ti!

Y se dio la vuelta hacia la mesa.

- ¿Dónde están las niñas? – miró a su alrededor – ¡Maldita sea! Esas dos ya se han vuelto a escapar. ¡En fin! ¿Comemos algo, Kaede?

* * *

Akira, Suzu y las gemelas estaban ante la puerta de casa de Kagome e Inuyasha. Estos dos habían tenido una niña de ocho años llamada Haru (Primavera) y un hermoso niño de siete llamado Hotaru (Luciérnaga), ambos semi-demonios.

Lágrimas de sangre (Sesshomaru y Rin) [COMPLETA]Where stories live. Discover now