Capítulo 23: Tormenta de sentimientos (1/1)

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Habían pasado tres días desde que Kohaku y Rin discutieron. La chica había seguido esperando a Kohaku a la misma hora en el mismo lugar, teniendo fe en que él vendría, aunque sólo fuera para decirle que ya no quería seguir entrenándola. No obstante, pasaban los días y Kohaku no había vuelto a aparecer y eso le daba pena. Pena y enfado. ¿Por qué se empeñaba Kohaku en dejar las cosas así, de mala manera? ¿Tanto le había molestado su rechazo? La verdad es que le costaba creerlo. Rin conocía a Kohaku desde muy niña y lamentaba profundamente que las cosas hubieran de acabar de esa forma. Pero era él quién estaba complicando la situación hasta colocar su amistad en un punto difícil en el que sería casi imposible reconciliarse. Rin quería verlo y explicarle por qué no podía amarlo. Quería hacerle entender que no es que no lo valorara, que no es que no le quisiera. En realidad, sí había sentido algo intenso por él, pero al ir más allá, había descubierto a quién amaba en realidad, y todo lo que su corazón anhelaba era estar con esa persona, estar con el señor Sesshmaru.

- ¡Ojalá Kohaku pudiera entenderlo! – pensó Rin en el prado, sola, esperándole, pero él no apareció, ni aparecería.

* * *

- Trae esas dos cestas, Rin; una sola no bastará – le pidió Kagome, la hermosa mujer casada con Inuyasha, el hermano menor de Sesshomaru.

- ¡En seguida! - se apresuró la joven.

Un par de metros más allá vieron a la valiente Sango, esposa del monje Miroku, que venía también con una cesta hecha con cuerda.

- Hola, chicas – las saludó – Esperadme un momento.

- ¿También vas a por plantas medicinales? – preguntó Rin, extrañada, cuando Sango llegó a su altura.

- No – rio la mujer – Voy a por frutas. Pero se llega por el mismo camino, así que, os acompaño.

Kagome y Rin sonrieron y las tres echaron a andar.

- ¡Ay! ¡Mi marido me vuelve loca! – comentó Kagome cuando llevaban ya un rato caminando – Últimamente no hace más que pedirme que le cocine comida de mi época. ¡Puff! Ya no sé qué más platos hacerle. Se me ha agotado la imaginación.

- ¡Jajaja! – rieron Sango y Rin a la vez. Inuyasha nunca cambiaría.

- Al menos tu marido se controla – respondió Sango, parándose un momento a descansar. Las otras dos la imitaron – Yo entreno cada día a algunos de los guerreros de la aldea, y encima tengo que vigilar que Miroku no moleste a las jovencitas del pueblo. ¡Siempre se comporta como un viejo verde!

Rin sonrió pensando en lo mucho que se divertía en la aldea. En realidad, vivir allí no estaba tan mal. Esa gente la cuidaba como si fuera su verdadera familia. Tenía casa, comida, amigos y estaba aprendiendo un oficio. Pero tenía un gran defecto... no estaba él.

- Y dime, Rin – preguntó de repente Kagome, cambiando de tema - ¿Qué tal con los chicos de la aldea? ¿Has escogido ya?

Rin bajó la mirada, incómoda, y empezó a jugar con el pie con una piedra que había en el camino.

- Pues... - titubeó – En realidad no.

- ¡Oh! ¿Y eso? – Sango también parecía estar interesada.

Rin alzó la vista y las miró a las dos, sopesando si debería contarles sus verdaderos sentimientos hacia el señor Sesshomaru.

- Pues... - seguía dudando – No he escogido porque... no quiero casarme con nadie – dijo al fin. Al menos podría decirse que les había contado parte de la verdad.

Lágrimas de sangre (Sesshomaru y Rin) [COMPLETA]Where stories live. Discover now