Capítulo 35: Almas separadas (1/1)

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Dentro de la cueva donde se encontraban Sesshomaru y el diminuto Jaken, antes custodiada por un dragón, hacía mucho frío. El viento recorría las galerías y túneles que se encontraban bajo tierra y hacía que los insectos y las criaturas infernales que allí vivían se estremecieran. Sesshomaru caminaba sigiloso, a paso lento. Siempre había sido un demonio muy tranquilo en todos los aspectos de su vida, pues actuaba como todo un señor. Pero, en realidad, tenía todos los sentidos en alerta y la mano posada en la empuñadura de su espada, por si surgía cualquier imprevisto; aunque no parecía haber ningún peligro por el momento.

Sesshomaru y Jaken siguieron caminando un rato más por aquel inhóspito lugar hasta que oyeron una respiración entrecortada muy cerca de ellos. El crujir de las piedrecitas del suelo acompañó el sonido. Sesshomaru desenvainó la espada y, rápido como el rayo, desapareció por un túnel oscuro y tenebroso y se adentró en las tinieblas.

- ¿Señor Sesshomaru? – llamó el pequeño demonio, asustado - ¿Dónde está? ¡No me deje! – susurró temblando y echó a correr por el mismo camino por donde había desaparecido su maestro.

De repente, chocó contra los pies de su amo y cayó al suelo, pero Sesshomaru no se inmutó.

- ¿Quiénes sois? ¡Soltadme!

La voz de un anciano surgió de entre las sombras. El señor Sesshomaru lo tenía agarrado por el cuello y éste gemía. El demonio había vuelto incluso a guardar su espada, pues consideraba que no sería necesaria para acabar con ese enemigo. El anciano parecía ser una especie de ermitaño. Vestía una túnica marrón raída y sus sandalias de caña estaban desgastadas. Le colgaba una larga barba blanca de la barbilla y sus ojos oscuros se escondían tras unas pobladas cejas de nieve.

- ¿Un demonio? - aventuró Jaken, inquieto.

- Es humano – sentenció Sesshomaru a modo de explicación.

- ¡¡Suéltame!! – se increpó el anciano, temiendo por su vida - ¡¿Quién te crees que eres, demonio, para venir a mi casa a atacarme?!

El pequeño demonio verde se acercó al ermitaño y lo señaló con el dedo.

- ¡No le hables así a mi amo! – ordenó – Podría matarte en cualquier instante, y aún estás con vida.

- ¡¡No os tengo ningún miedo, criaturas diabólicas!! – exclamó – Sé a qué habéis venido.

Sesshomaru alzó una ceja.

- ¿Ah, sí? – preguntó en tono irónico.

- ¡Por supuesto! Venís a ver al Sabio Shanti, pero, como veis, él no está aquí. Mi amo ha salido de viaje mientras yo guardo la cueva.

Jaken se cruzó de brazos, decepcionado.

- Después del largo viaje que hemos hecho – empezó – al final, no ha servido para nada – y se dio la vuelta dispuesto a marcharse.

- No tan rápido – le dijo su amo con tranquilidad y miró al ermitaño con suspicacia - ¿Desde cuándo un vulgar ermitaño necesita que un dragón custodie su casa?

- No es mi casa, es la del Sabio – dijo el anciano, enfadado.

- ¿Y cómo consigue un pobre humano como tú que el dragón le obedezca? Es más, ¿un dragón negro? Sólo pueden ser doblegados con magia.

El anciano se frotó las manos, nervioso. Aquel demonio albino estaba empezando a asustarlo.

- Verás, yo... el Sabio...

Lágrimas de sangre (Sesshomaru y Rin) [COMPLETA]Where stories live. Discover now