15 Segundos

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"Ahí estaba. 

Ahí, en el lugar donde no lo veía venir.

Y tenía la velocidad de impactarme. 

Y tenía la intención de marcarme.

Así que camine hacia él, y le pregunté: 

¿Quieres un café? 

Y me respondió con su sonrisa.

En ese momento entendí

Que no todas las respuestas tienen palabras.

Y que no todas las sonrisas pueden ser un "sí". 

Estaba por finalizar la clase y seguía pensando en cada paso que daría a partir del sonido de la sirena. Mi atención estaba enfocada en los futuros quince minutos mientras mis manos se movían nerviosas encima del cuaderno.

Miré el reloj. 19:10. Solo faltaban cinco minutos para que la clase acabara, y sin embargo los estudiantes se miraban cara a cara mientras el profesor conversaba animado con un grupo; miré la hoja frente a mí, la letra estaba arrugada por el apuro y la tinta corría dispersa entre emociones perdidas. 

19:12.

Desbloqueé el teléfono y abrí el último chat que tenía. El peso de mis dedos se resbalaba por la pantalla táctil mientras se iluminaba la conversación con las mismas palabras de hace dos minutos, que eran las mismas que hace quince minutos, y que seguirían siendo las mismas si no salía del aula en los siguientes segundos. Repasé mentalmente el plan y empecé a sugestionarme si debía de esperar o si debía hacerlo ahora, pero no encontré remedio a tardar más de la cuenta en pensar algo que no estaba poniendo en acción. No importaba realmente si debía o no debía hacerlo, sino que quería hacerlo, y tal vez no me atrevía. ¿Cuál era el punto? No había sido planeada, la letra estaba caóticamente desparramada, las ideas dispersas... No era mi estilo. Esto no era mi estilo, y sin embargo, quería hacerlo. 

"Vamos... Vamos..." Faltaba un minuto para que sonara la sirena y seguí viendo la pantalla hasta aprenderme el corto diálogo de memoria. 

"¿Café?"

Esa había sido la pregunta. 

De pronto, sonó la sirena.

Me paré de golpe y empecé a guardar todo de forma automática. Lo había pensado tanto que era poco posible que saliera mal, pero no dependía de mi sino de ese camino de obstáculos que tendríamos que atravesar para que en esos 15 minutos se lograra entablar una conversación sumamente sencilla que probablemente significaría nada en relevancia, pero mucho entre nosotros. Regresé la mirada hacia mis compañeras y las vi distraídas en una  conversación con el profesor, así que les dije en voz baja que me adelantaría y ellas asintieron desinteresadas, dejándome libre de aquellas preguntas que posiblemente no tendrían respuesta ahora. 

De ahí empecé a caminar y empecé a escribir en mi teléfono, una y otra vez sin acertar en algo, así que lo guardé. Seguí caminando y la ansiedad aumentaba bailando entre mis dedos mientras saludaba algún conocido en el paso. Me di cuenta que las miradas tenían un destino fijo al pasar por mi lado, y se dirigían hacia lo que tenía en mi mano. Estaba siendo indiscreta, con una carta volando con los ojos curiosos y las sonrisas perfectas. No me gustaba eso, no quería que nadie pudiese sentir todo lo que conllevaba dentro. Sentía que cada mirada podía robar algo de las emociones inoportunas que me habían cegado durante los anteriores 15 minutos. Pero era más que eso, era como si estuviera desnuda caminando por el pasillo hacia las gradas y todos supieran que llevaba algo en la mano que tenía el poder de destruirme, y se sentía ligero, y se sentía bonito. 

La Presunta Posibilidad de ConocernosWhere stories live. Discover now