La Dulce Nocturna

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¿Acaso no es el baile y la vida nocturna lo que mueve la Zona de Quito? Reconozco claramente que esto me llama, que forma parte de mi en un sentido casi terrenal. He cantado y bailado miles de veces pero hoy era casi una resurrección, un complaciente encuentro con la pista donde dejé hace mucho la huella de los tacones de baile.

La música me llamaba ni menos atisbé la calle de entrada a ese paraíso de perdiciones. Tenía el vaivén de las caderas más marcado y de pronto sentí imposible resistirse a un buen trago para empezar la noche de historias. Mientras caminaba empecé a notar que los rostros eran mas activos, mas atractivos incluso, estaban algunas concentraciones de gente fuera de los bares más sonados y también me encontré uno que otro solitario, aquellos que se fuman un cigarro para conversar con la dama de bufanda blanca y vestido corto de la esquina. 

Yo caminaba viendo los distintos nombres de lugares y sus excesivos coloridos, y me preguntaba si sería capaz de aguantar más allá de esto durante una noche, o en el día, o varios días a la vez. Y la verdad es que podría o no hacerlo porque la música me llamaba desde adentro como susurrando que vaya y me congregue con ella hasta el amanecer. Más grato no era el placer de encontrarme ahora con ella en cada bar que pasaba, en cada vida que sentía; aunque, en nuestra defensa, hoy no era el día de quedarme atrapando tilingos pasada las tres. Mas bien me empecé a llenar de la sensación juvenil, de los bailes sensuales y el carisma entre canciones. Así a lo lejos ya venía  escuchando "hasta que el cuerpo aguante" y me animé más a lo que podría deparar la suerte.

Miré el reloj. No eran mucho pasada las once y ni siquiera llegábamos, pero teníamos ya un rumbo de fiesta hasta la bola 8. "La típica discoteca" escuché decir. Pero no. Era ese lugar, definitivamente, porque de repente sentí que aquí se haría la noche.

Entonces entramos. A pesar de las situaciones cotidianas y las luchas globales, agradecí internamente ser mujer y que el lugar marque "Ladies Night" para gozar de la gratuidad de la entrada, y además un coctel de bienvenida que cobraría dentro de un rato.

- Y bien... ¡A gozar! - gritaron a mi espalda, y me uní a ellos. Me sentí lo más relajada que he podido sentirme después de semanas y prontamente sentí como la música me abrazaba los oídos. Tímidamente comencé a mover los hombros y luego un poco la cadera, aunque me sentí bastante inquieta de demorar tanto en sentir el ambiente. Era extraño, es cierto, y no podía evitar sentirme fuera de lugar hasta recordar como era esto. Y ¡Rayos! Me sentía realmente libre así, tan libre que de poco a poco ya volví en mí y me dejé llevar con la sensación del baile.
"Un, dos, tres, un, dos, tres". Esto es lo más lejano a los vals que solía escuchar por las tardes o incluso bailar por las noches cuando me aventuraba sola. Pero ya no. Estaba cansada de lo reconfortante que era hallarme en canciones poéticas. Hoy día quería perderme un poco en la vida cotidiana y danzar como lo hacía cualquier otra persona de este mundo singular, algo así como aquel rubio de ojos azules que saltaba libremente con la electrónica de fondo. En realidad quería estar así como él, y fue al instante, sentir la plenitud de su despreocupada forma de bailar o de que le miren diferente, incluso cuando yo le miraba sonriente él podía mover sus pies al vaivén de su propia música. ¡Y que importa lo que se escucha de fondo! ¡Y que importa lo que piensen los demás! Entonces di una improvisada vuelta y él me apoyó con una breve reverencia que tomé con gracia. "Definitivamente es la noche" y sonreí agitando mi cabello un poco.

"Wow" escuché en un breve silencio, pero al ver no encontré a nadie parecido de atender a mis particularidades, así que lo dejé, y más bien me concentré en apreciar lo necesario que era sentir la brisa del ventilador por la espalda. Luego entre las luces y las rondas de copas animadas, ya fui dando cada paso con una vuelta más preparada. Sin embargo, ya nada podía detener este momento, ni este deseo de danzar por toda la noche si esto me da la  dicha extraordinaria de liberarnos de esta forma. Así que lo busqué entre la gente de nuevo y lo sorprendí mirándome. Él lo entendía. Yo lo entendía. Los demás también lo comprendieron al momento del cruce de miradas, y así comparando y sonriendo, eramos totalmente extraños bajo una la esplendorosa noche de la zona mas activa de Quito. 
- Do you... Ahmm... ¿Quieres bailar? -dijeron a mis espaldas.
Casi me sorprendí de encontrar esa mirada atrapándome en un azul bastante profundo. Su cabello rubio yacía un poco despeinado y tenía una sonrisa bastante nerviosa mientras me tendía su mano.

- Of course... Digo... Sí, claro.

Y Sonreí. Tal vez los nervios sucumbieron mis pupilas o fue la seguridad de sus manos, o quizá el reflejo maltrecho de los demás observándonos, pero de repente me sentí menos extraña, más certera. Así que lo miré de nuevo y me devolvió ampliamente una sonrisa. ¿Qué era todo esto? ¿Acaso no es entonces la madrugada, la plena noche, la luna llena, lo que hace que la gente se encuentre? Pues también, pero no con él ni conmigo ni esta noche. Hoy éramos desconocidos jugando a conocer los pasos del otro, enseñando un poco la riqueza de la diversidad de culturas, y ni que decir, que terminé con muchas risas ante tanta locura de por medio. Ahora podía saltar con canciones de Robbie Williams mientras él podía presumir de dar una vuelta de salsa sin soltarme. Si nos enseñamos más que baile, más que nombres y conceptos, fue lo justo y necesario. Y para finalizar el improvisado intercambio de contacto, se pudo bien sellar con una sonrisa, con unas palabras, una corta reverencia y un "hasta luego" con beso en la mejilla y cortésmente en mi mano. O más bien sería lo que estuve buscando en esta velada tan sorpresiva, la ironía de que la libertad sabe un poco más dulce cuando es así de compartida.
Hasta entonces el recuerdo de esta noche tiene más cariño por la madrugada, donde el sueño y la ficción se mezclaron para bailar una vez mas entre las estrellas, o quien sabe, particularmente encontrar una de ellas en un mar profundo de ojos azules y pasos dobles.

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