Supongamos que te echo de menos

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También supongamos que no estas aquí. 

Sin embargo ahora estas, y por el momento sigues y tampoco dejas seguir. Tienes la llave de cerradura forzada y amplías la puerta hasta encontrarte en los recuerdos, entonces te posas en el marco y supones perderte y al final dejas una estela para que esa puerta no se cierre.

Así, supongamos que quiero seguir. Quiero conservar el placer de ser feliz en compartido, escuchar las melodías que tu voz irradia y también prestar oídos sordos a las peleas que hemos tenido.

Pero no.

Supongamos que te hago falta, que me escribes en las noches amargas donde la soledad abraza tu incertidumbre; que empiezas a apreciar esas canciones que solía cantarte por las madrugadas o esas otras que susurré en tu oído juntos bajo la almohada.

Supongamos que te escribo una carta, que lo que me decías me hace falta y ahora tengo que escribirlo para no olvidarlo entre las lágrimas que creí sentir anoche cerca de la hoguera.

Y es que ¿Recuerdas la que te di ese día? Porque mi memoria la cita textualmente en tus fragmentos y ahora la leí diciendo algo como esto:

"Mientras él suele ser de aquellas personas que les gusta afrontar, ella evade, como si fuera un estigma hacer que sea un contraste.

Ella se encontraba escuchando una tras otra canción, mientras la lista reproductiva variaba de las más sonadas a las más antiguas en las tonalidades de la nostalgia gris de extrañarlo. Y es que vaya que le echa de menos si han pasado más allá de las 100 horas de no verse, de no tocarse y por el fin y el cabo, que no se hablan como antes, cuando tenían tiempo. 

Pero ahora, ella sólo lo mantiene en recuerdos furtivos, una que otra sonata desesperada y aquella chompa azul que abrazaba con esmero mientras escribía estas palabras. 

Sería prudente decirlo ahora, que ella no es buena para hablar porque él era el de la iniciativa de soltarlo todo y ella, más reservada, dejaba entrever en sus lágrimas contenidas lo que pasaba por su cabeza, que no llegaba nunca a sus labios.

Entonces sí, agarra el maldito computador, con el maldito teclado porque un esfero no es tan rápido como los sentimientos que la sucumben a las profundidades, apartándola sin razón. 

Ella empieza a teclear a la velocidad de las pistas de fondo que la recuerdan a él, que tranquilo yace dormido a esta hora. 

"Bien, no es fácil" 

Nada fácil, pero se encomienda a lo que trata de expresar sin suerte alguna. Y es que nunca es fácil decirlo, aunque sea común. Pero sí, era un "Te extraño"

La receta comenzaba a tomar forma a partir de su título y es por aquellas noches que no se hablan, que no se tocan, que no se abrazan. Es por esas horas que se piensan sin sentirse cerca. Es por todas aquellas cosas que están interfiriendo y que ahora pesan sobre lo que trata ella de hacer por él, que jamás lo dice, jamás lo cuenta. 

¿Se dará cuenta?

Él yace dormido con esas últimas palabras de prioridades egoístas, ella podría estar bien sin él, pensó. 

Entonces ella agotaba sus recursos escribiendo que así no era. Que jamás se había equivocado tanto porque le duele perderle, así de a poco y con pasos, como un sistema fallido. 

Por amarle tanto... 

Y quién más que él para entender lo que ella no puede expresar, que claro, va más allá de un lo siento, de una reunión a la que dejaba de asistir para que él, ignorando, haga otros planes, otras vidas.

La Presunta Posibilidad de ConocernosWhere stories live. Discover now