Verdad a Medias

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Para el Chico de Ayer...

Casi se preguntaba una y otra vez si era lo correcto decirle lo que había mantenido oculto por más de dos meses. Incluso estaba acostada con los ojos pensativos al techo mientras rescataba lo último que habían hablado, que no era mucho, pero para ser fiel a la palabra habían sido casi seis horas de centrarle su atención a algo que probablemente era predecible.

Pero no resultó así, incluso fue totalmente contrariado a lo que ella pensaba porque él había exigido saber hace un tiempo la razón de que a La Hamartia de Sus Letras le faltara un capítulo, y eso hizo que ella dudara del alcance de su crítica hacia ese pequeño pedazo de papel que no pertenecía a esa historia. Ella sabía que ese capítulo terminó siendo exclusivamente personal y no tenia que ver con el protagonista, ni su relato. Sin embargo quiso escribir lo que sintió alguna vez por aquel chico que ahora se encontraba al otro lado de la pantalla exigiendo una respuesta que ella trataba de evadir.

No había conclusión alguna sobre que eran o que sentían o que serían o que querían realmente y por alguna razón totalmente justificada, al menos para él, eso carecía de importancia y luego para ella se convertiría en lo mismo, como un sueño de una noche de verano irrepetible.

Entonces él se presentó ante ella sobre el caballo de marfil en C4 atacando a nadie en particular, pero con un sentido de advertencia, que si ella movía la ficha equivocada posiblemente el ajedrez cambiara las reglas; ella sería de nuevo un paso a la distancia y él se concentraría en lleno a aquella chica de recuerdos en el estante de la figura universitaria.

No era preferible, en ningún caso, hablar de lo que no se quería, y ninguno de ellos cedió ante la idea de descubrirse un poco para conocerse menos, sin embargo ella sentía una conexión casi desmesurada a la forma de pensar que él tenía, como si un secreto fuera atraído a la caja de Pandora y ésta estuviera abierta a contradecir todos sus esquemas.

Pero él había dicho que se sentía casi familiar. No era realmente lo que diría familiaridad pero tenían el recóveco encuentro en otra vida que ninguno supo conocer o justificar, tampoco se podía aludiendo a los imanes y su polaridad, o a esa atracción que ha estado presente desde la lejanía del primer día de clases. Era casi una confesión que no venía realmente al tiempo, pero ella no podía decidir si eso era fiel al contexto o no, así que dejó de pensar demasiado y cuando finalmente empezó a relajarse a su lado, la ronda de preguntas se había instaurado en el panel.

¿Quién eres y a qué existes?
¿Qué lees? ¿Qué escribes?
¿Cómo conoces a una persona?
¿Crees que me conoces?

Y no, la negativa rotunda a la última pregunta quedaría flotando sobre las posibilidades de conocerle realmente. Pero ella sabía que no lo hacia, y él también lo afirmaba, pero había un punto que no estaba en contra sino más bien saciaba la cuestión de simular conocerse... En el ayer se resolvió lo siguiente:

Él se plantó firme, con convicción y vehemencia de que la conocía por las preguntas que ella hacía constantemente. "Lo que define a una persona es lo que busca conocer."

Entonces ella sonreiría, perspicaz, y finalmente diría que en realidad se conoce a una persona por las  respuestas. Aquellas reacciones a las preguntas que ella hace.

Y luego pensándolo bien, ambos tenían razón, pero había un fondo casi nublado donde ella exclamaría, finalmente, que ahora le conoce más a él por aquellas preguntas que no decide responder.

Para ella que era curiosa le pareció suficiente, él a su vez coincidió que era interesante, sin embargo ella sentía y predecía que no era creíble la situación... después de tanto o de tan poco, como si se viera un vaso medio vacío o medio lleno, él estaba ahí de nuevo y con lo inesperado del día previo a su cumpleaños.

En todo caso, en su condición susurró una precuela que ella no puede conceder ante las connotaciones del presente ni la justicia con el chico de ojos verdes. Pero ella sentía la necesidad de escribirle, sin razón alguna, solo para saber de él.

No tenía sentido, después de que él consiguió la respuesta que buscaba y ella se quedó con las preguntas en los labios; si bajo ese manto de conocerle lograría ser más allá de una atracción, habría que buscar el porqué de las cosas y por tanto habría que entender el pasado para no condenarse a repetirlo.

Entre sus memorias a través de tardes fugaces estaban juntos un día cualquiera, compartiendo música en un abrazo singular. Luego habría lo que hubo y supo suceder sin error alguno. Eso pensó ella. Eso dijo él. Y el contexto histórico recidía en que habían sido incorrectos, pero ninguno aceptaría que eso no debía pasar porque realmente valía cada momento que durante una celebración furtiva lograron coincidir. Igualmente antes de eso, en el dicho del pasado ella no se sentía bien -no como con él- porque había alguna presencia sobrentendida que no pintaba el cuadro que simulaba comprender. En todo caso, para bien o para mal, la noche aguardaba por recuperar el sueño que él promovía en una noche nublada, donde el verano no encontrará resuelto alguno.

Y así como en los finales de Nada que Decir, lo que él hacia contradecía sus intenciones verbales, y las palabras se las llevaba el viento con esa condición de confusa ironía donde él no le escribía, y ella seguía esperando.

La Presunta Posibilidad de ConocernosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt