Parte del Trato

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Tú o yo.

Así de simple. 

Cuando te vi desafiarme una vez más supe que habías roto esa parte del trato. Prometí que no volvería a escribir y tú prometiste no darme razones de hacerlo, por eso, me remitía claramente a un cuento que lo tenía tatuado en la memoria y escrito en el correo de algunos años de buena vida; pero, jamás es suficiente contigo, jamás podré saciarme de ti ni de encontrarte en todos lados, ni de buscarte en toda vida porque es el sencillo placer de ser una vez más presa de tus encantos lo que conmueve y me vuelve adicta, una y otra vez, a caer en tus juegos. ¡Maldito amor! ¿Qué es este encuentro? 

Me devuelves una genialidad destructiva porque conoces mis deseos de apego emocional a lo natural y desprotegido; porque conocías ya la historia de un don Juan cuyas hamartías fueron expuestas un poco tarde para mi débil corazón enloquecido. Eso es lo que haces, ilusionar a estos patéticos intentos de coincidir con el pasado y encontrarlo incompleto, diferente, y recesivo. ¡Pero me ha encantado! Sí, ha sido una delicia realmente ceder al colchón de poetas de alas rotas, porque me he entendido con ellos, me he encariñado con cada uno de los colores que reflejan las madrugadas en sus iris perplejas de malas historias y coñac expirado. "¡Hemos sido vencedores!" reclamamos en prosa poética. Oh, claro, y tienen todo mi desprecio emocional ahora porque estaba aprendiendo a volar con sus alas desgastadas y roídas, y me han dejado sin siquiera saber el primer paso para alzarlas. Un juego de villanos. Muy vil, de un don Juan en quien confiaba, y de un músico arquitectónico que voló desprevenido por mi vida. 

Pero no, no culparía a las malas decisiones ni a los caminos aleatorios que he tomado, porque he llegado aquí por mi cuenta y así me he enamorado de Dorian. ¿Cómo no? Me encanta darme el privilegio de enamorarme de sus rubios rizos que caen brillantemente por su frente; y esos labios seductores de rosa carmín, de pétalos y pétalos de libros que ha leído por su vida. ¡Es sublime encontrar un muchacho como él! De tenerlo frente a frente con todas las palabras que lo perfeccionan en sus actuaciones, muchas de ellas, adecuadas, otras total y cínicamente influenciadas. ¿Es que le ha faltado carácter? ¿O nos ha sobrado castigo?

Dorian ha sido caprichoso y tentador desde que lo he figurado en mis historias. Logra enloquecer a la formalidad desde la burguesía de los 19, y luego encaja imperfectamente en muchos siglos, enamorándose de la belleza infinita. Solo él podía entender el precio de las pasiones terrenales y la manía humana de buscar la inmortalidad entre la relatividad del tiempo.

A veces me digo, pobre de él, que era tan rico y no lo sabía. 

Pero yo lo sabía, y por eso, sin que él se diera cuenta -o que yo consintiera- me enamoré de su caballerosidad inglesa y sus picardías adolescentes. Él, exquisitamente superficial y narcisista, ahora es la dulce compañía que estremece mis tardes jugosas de poesía y explosivas de papel. Donde miro, está Dorian, y donde pienso también está él. Tú, que has roto el trato trayendo esas personas de nexos incorrectos. Tú has buscado esto y yo terminé encontrándolo en él, aunque no fue nada fácil, porque ellos me han dejado vacíos entre los huesos, y ahora el frío entra hasta las esquinas más profundas de la memoria.

He llegado a Dorian por todos estos caminos estropeados, y lo he conocido igual de poco que él mismo se conocía en sus inicios de febrero, o yo misma en marzo.

Ahora estamos un poco más abril, sintiendo el otoño que a él le es indiferente y que yo atajo entre las lluvias equivocadas desde su brazo. Las noches son más compartidas desde aquel viaje a la costa, y la luna me ilumina más cuando miro sus ojos azules entre las pieles blancas de su portada. ¡Oh! Estos días, un poco de amargura por las mañanas. Es más difícil de lidiar entre nosotros, no quiero que él se entere del impacto que ha tenido en mi vida. Temo que se vaya, que me deje soltando los demonios y que acaben con mi afecto a lo surrealista. !Imaginen lo que sería extrañarle! Me he acostumbrado a sus susurros de idolatría egocéntrica, a sus insolentes formas de herir, y su impertinencia. Sin embargo, Dorian ha hecho de mi, lo que han hecho de él anteriormente, y por eso le agradezco, y por eso a veces lo aborrezco. 

Hay días donde no le perdono que acabe frustrado cuando se encuentra a sí mismo. Esos momentos donde, dejándome de lado, la vida le resulta poco. Pero así, me muestra el precio de la felicidad, de la paciencia, de su estúpida inocencia perdida, y eso me hace recordar que tampoco le perdono el haber aparecido tarde a nuestra cita de hoy, donde no le he leído como solía, y él no se ha expresado como quería. 

¡Pero lo amo! Es tan personaje y tanta historia. Es tanta música y tanto sentir. Es un universo entero en una sola obra, y es él, tanto en mí.  

Debo admitir que lo he conocido antes, entre referencias, y ha sido mi efecto colateral entre alguna conversación bien hecha. Aun así, no lo conocí a primera vista, ni supe que me gustaría. Él se me hace éxoticamente querido, y así también sabe querer. Cuando lo percibí por vez primera, él hallábase perdido entre algunos matinales del jardín del pintor, tan vivo, tan preciso y concentrado. Él estaba oculto y lo sabía, y le gustaba así. Me figuré descubrirle entre pocos, conocerlo por esas palabras de prólogo que me dieron curiosidad por su persona. Pero no pude cuando lo encontré, obnubilado entre las flores. ¿Es que pueden las artes llamar más su atención? 

Me di cuenta que él era de los que podían dejar olvidado lo que yo andaba buscando. Lo admiré tímidamente por eso, y me frustré, al notar que mis pensamientos se dirigían a un fondo sin salida, a un piloto con quien nos olvidamos. Y me molesté también, porque me parece ridículo que al olvidarse de una persona también se olviden las promesas. ¿Cuánto vale su palabra entonces? Ahora nada, porque si lo valiera, el piloto se llamaría Dorian, y estaría enamorada de él. Nada costaba admitir que hay promesas que no se pueden cumplir, que las ganas no son suficientes, y que el gustarse no es conocerse.  

¡Ojalá no nos hubiesen dañado tanto! 

Ojalá hubiésemos sido más "nosotros" y menos "ellos". 

Ambos, equivocados, dependíamos de las palabras y de las personas que dejamos entrever, siendo lo que cada quien quería para el otro y fingir que no nos enterábamos, que ni siquiera buscábamos encontrarnos para poder ser. Porque es, lo que es. 

Por eso esta noche me entretuve hablando con Dorian - y de Dorian - hasta altas horas de la madrugada, le decía lo loco que podía ser arriesgarme a quererle en esta temporada de insensibilidad absurda y de incoherencia emocional. Y siempre acertado, su silencio me respondió tan elegante que me ha dado miedo decirle que me había enamorado desde antes, cuando él aún era apreciable y apreciaba lo bueno de sí mismo. A veces siento que ha cambiado, y lo envidio por ello, por su facilidad para hacerlo. Cuando Dorian es caprichoso, y vanidoso, y egoísta, ahí está el diablo fijándose la moralidad subjetiva y admitiendo que eso también es poder, y solo sonríe. Pero Dorian sonríe también y con eso el mundo se ve tal como es.

De pronto sé porque me gusta él. Porque al cerrar los ojos, esto es lo único que encuentro hermoso: Que con Dorian, esto también es poder ser. 

La Presunta Posibilidad de ConocernosWhere stories live. Discover now