Distancia sobre Tiempo

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Nivel de Significancia

Él estaba lejos, ella escribía. Era un viernes soleado donde no se admite la amargura, sino sólo tranquilidad.

Ella, que con su esfero azul hacía y rehacía un borrador de su presencia,  del efecto que tenía estar cerca a través del tiempo. Mientras él, seguía lejos en su condición espacio y no ajeno.

Y a pesar de la energía que emitía y se propagaba en el aula de clase, él miraba al infinito. Estaba semi-concentrado en los números y fórmulas, tenía déficit de atención en torno a ella o su sentir. Pero a veces la miraba, a veces existía.

Ella, sin embargo decía que, por aquellas palabras que jamás se pronunciaron, ella lo había olvidado; ahora yacía enterrado en el fondo de sus letras.

Él entre sus números, en cambio, buscaba elementos interdependientes, no relacionados, algo que contrastara lo que podía extrañarle. Pero era el nivel de error, ese acto fallido, la razón por la que 45 minutos de clase eran casi demasiados para concentrarse en nada, con tal que no fuera en ella.

Y fue ese preciso momento donde las palabras se atropellaban acalladas.  Cuando él levanto la mirada de su cuaderno hasta ese papel semi-arrugado, que lo esperaba en la esquina de su escritorio. Fue en ese momento que sonrió al fin, al igual que ella, que había dejado de escribir.

Velocidad

El tiempo corre y voy a su ritmo. Por razón alguna hoy es un día con prisa, será por verte, por sonreirte, por saludarte o por ninguna.

Siento la adrenalina corriendo a través de mi, seduciéndome, tentándome a una locura o en contraste, a medir mis pasos. Lo pienso pero no podría atenerme a las consecuencias; sin embargo, el tiempo corre y voy a su ritmo.

Recuerdo esa tarde ¿O era de día?, recuerdo tus manos junto a las mías, tenías esa sonrisa presumida que me hacía sucumbir en mis sueños; a lo lejos, posabas tus ojos entre cejas fruncidas... contradecías la espera.

Aquella espera de sentirnos vivos.

Un tiempo -porque lo medí- después, yacían lágrimas perdidas entre los rosales de invierno. Me invitaban a ser feliz pero no contigo, y acepté, porque el tiempo corre y apremia a veces, al que también espera.

Jamás serían en vano estas palabras. Sin embargo, los recuerdos... ¡Ah! La memoria y luego la nostalgia.

Ven, te invito a sentarnos lejos y compartir el silencio; y de antemano me disculpo por la invitación informal, las ironías, las indirectas y esa tregua perdida.

Aun así, te espero, porque el tiempo corre y ahora su ritmo, es mucho más lento.

Fuerza de impacto

Sonaban las teclas de piano, a lo lejos. Era de tarde en su casa, el atardecer alumbraba a dos individuos en silencio donde ella sostenía su partitura ennegrecida y él guardaba un papel en el bolsillo de su pecho.

La habitación ahora estaba rodeada en esa melodía, un poco alegre, un poco nostálgica, recordando por qué estaban ahí. Ella apoyó su cabeza en el hombro de él y sintió esa tela pulcramente planchada que le había dado por navidad, días antes del accidente.

De repente, los dedos de él cambiaron la velocidad y empezaron a danzar entre las teclas mientras ella sollozaba nuevamente. Ahora, perdido entre las memorias, empezaba a empaparse de emociones y luego sucumbía a decir que era injusto. Pero ella sabía de injusticias y la peor de ellas era despertar pensando en él, sin encontrarlo.

Pero claro, él estuvo ahí cuando ella yacía perdida bajo el asiento trasero del carro. Él estuvo después, cuando ella ya no estuvo. Y también están hoy, que cedieron a extrañarse. 

Él seguía tocando el piano, llegando al clímax de la única canción que el tocaría, porque cada tecla, cada armonía a veces disonante, era por ella, que junto al fuego estaba embelesada fingiendo escucharle cuando no podía. Sin embargo, él seguiría tocando su canción, la última que pudo dedicarle antes de que ella no escuchara al mundo.

Esa melodía tenía su razón y era que es la única que entre recuerdos, ella pudo oír.

La Presunta Posibilidad de ConocernosWhere stories live. Discover now