Capítulo 31

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Al abandonar el elevador nuevamente, mi vista se barre en el lugar, observando el vaivén entre médicos y familiares de pacientes en los pasillos antes de notar el pequeño cafetín en la lejanía. Allyson desatiende su entretenida conversación con la chica detrás de la vitrina al notar mi presencia, su mano agitándose en compañía de una sonrisa.

— ¡Gianna! — exclama con alegría, rodeándome con sus brazos. — ¿Cómo estás? — pregunta con interés al romper el contacto.

— Bien — la sonrisa apretada que se dibuja en mi rostro provoca el gesto nostálgico en la rubia.

— Tranquila, ella va a estar bien — comenta, dejando leves caricias en mi brazo.

— ¿Te dijeron algo mientras no estábamos? — indago, sintiendo los nervios acecharme a la espera de una respuesta.

— No, el doctor inició las pruebas cuando Camila despertó — responde, una mueca con atisbo de preocupación dibujándose en su rostro. — Pero está bien, ha despertado y es lo importante — anima, consiguiendo una débil sonrisa de mi parte.

El detalle en la poca información que compartió la chica más baja no traía alivio a mi cuerpo, mi mente viajando en la lejanía mientras mi brazo reposa sobre la barra de metal.

— ¿Quieres uno? — pregunta con amabilidad, trayéndome de vuelta al obtener mi asentimiento. Allyson se gira levemente para obtener la atención de la chica detrás de la barra.

— A su orden, ¿qué desea? — ofrece sonriente.

— Cinco lates de vainilla y cinco brownies, por favor — pido con amabilidad, interrumpiendo antes el pedido de mi acompañante quien entre risas deja un leve golpe en mi brazo.

— Creo que le has gustado — susurra Ally a mi lado, el tono juguetón de su voz no pasa desapercibido en cuando observa fugazmente a la mujer que nos atiende.

— Por el amor de Dios, no soy un imán de mujeres, saquen eso de sus cabezas — recrimino con frustración, risas detonando en ambas ante mi comentario.

— Aquí tienes — avisa la mujer de coleta y gorra, dejando reposar los cafés con su respectiva tapa dentro de una caja, repitiendo la misma acción con los pequeños bizcochos de chocolate. Al finalizar su trabajo me dedica una sonrisa, su inquisidora mirada encogiéndome en mi sitio ante la incomodidad.

— Gracias — respondo tajante, dejando el dinero sobre la barra.

La entretenida conversación que se da a lugar en compañía de la pequeña rubia consigue disipar la brutalidad con que me atacan los nervios y la preocupación en nuestro corto recorrido, nuestras risas cesando al notar las enfermeras abandonar la habitación de Camila.

— ¿Aún nada? — pregunta Ally al estar frente a las chicas, obteniendo respuestas negativas sumidas en desgano y preocupación. Mis manos abandonan las pequeñas cajas sobre mi asiento, entregando un café con el respectivo bocadillo a cada chica presente, exceptuando a Allyson quien ocupaba sus manos con lo que previamente adquirió por su cuenta en el cafetín.

Con cautela me dirijo hasta la puerta de la habitación, observando al hombre canoso mantener una conversación con su paciente — a quien todavía no me permite ver —. La expresión del hombre canoso es alegre, mis nervios detonando al notar su gesto sumirse en la nostalgia. Los tormentosos pensamientos que me abordan se disipan en cuanto sonríe nuevamente, el gesto en rostro ensanchándose en genuina alegría en cuanto su mirada se topa con la mía a través del pequeño cristal.

Sumida en la confusión mis pasos me llevan de vuelta al asiento junto a las mujeres que me acompañan, tomando un pequeño sorbo de mi bebida caliente mientras mi mente recapitula la escena anterior.

Jugadas Del Destino © | Camila CabelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora