Capítulo 28

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— Te digo algo, nunca había visto tan feliz a mi hija como cuando te conoció, a excepción de cuando come bananas — nuestras ligeras risas interrumpen su discurso — Sinceramente, sus ojos ven por ti, la haces tan feliz que no creo tengas idea de ello — Alejandro inspecciona mis ojos, intentando esclarecer el caos en mi mente. — Tú la complementas Gianna, así que piensa muy bien lo que harás — una advertencia se siente en el filo de las palabras del hombre antes de finalizar su bebida, inmóvil en mi sitio sus palabras hacen ecos en mi mente en cuanto deja el lugar.

El destino es relativo al igual que el tiempo, cambiante, nítido, variable, inmutable, fiel, desigual. El barullo que ocasionan los desprevenidos acontecimientos podría generarte migraña, euforia, felicidad, tristeza. Pueden llevarte a lo más alto, o hundirte en lo más profundo. Irónico quizá, pero inverosímil al sentido que le otorga a la vida misma.

Reconocer la imperfección que nos aborda desde nuestro nacimiento es lo que nos hace perfectos, a medida que el tiempo transcurre más complicada parecen nuestras decisiones, nuestra mente, espíritu y estabilidad emocional sumiéndose en el existencialismo.

¿Estamos aquí por una razón?, ¿tenemos propósito?, ¿sabemos qué estamos haciendo?

¿Acaso el destino existe?

En efecto, estamos aquí con un único objetivo, un propósito que quizá no reconocemos pero que se mantiene sin importar qué. Nos equivocamos, aprendemos. Caemos, nos levantamos. Hacemos cosas buenas, hacemos cosas malas.

Si bien nuestra vida está en la base de nuestras decisiones, comprendemos la capacidad de la elección más importante: aportar al bien o, convertirte en otra escoria de la humanidad que contribuye a la perdición del mundo. Impresionante, es la palabra que definiría los millones de personas que a diario se debaten la pregunta, mientras mi mente perdida en el espacio blanco del techo medita mis siguientes acciones.

Siempre pensé que la madrugada se convertía en un agujero taladrante a tu pesadez.

Camila podría perderlo todo debido a mí. La burbuja de perfecta felicidad en la que mi familia estuvo atrapada durante tantos años acababa de estallar frente a mis narices. Desesperante, era no tener la mínima idea de cómo afrontarlo. Su padre podría tener razón así como también yo, no podría vivir tranquila con la idea de que perjudico a quienes me importan.

Ella sin embargo, permanece plácidamente dormida a mi lado, su brazo izquierdo aferrándose a mí, no queriendo que me aparte ni tan solo un segundo. La serenidad en su rostro trae paz instantánea a mi cuerpo, el atisbo de una sonrisa presente pronto me hace corroborar la posibilidad de que tenga uno de los sueños más hermosos. Pequeñas marcas aún más notorias plasmadas en su piel acompañan sus mórbidos labios ligeramente hinchados y su cabello rebelde.

Probablemente las causas de nuestro furtivo encuentro en su cama, desnudando nuestras almas mientras hacíamos el amor.

Seis cincuenta y cinco. El amanecer asomándose a través de las cortinas provoca mi suspiro. Los recuerdos de la entretenida cena con los Cabello me roban una genuina sonrisa que por un momento es capaz de alejar tormentosos pensamientos que se tornan como una pesadilla viviente. Unos momentos admirando la belleza de la morena a mi lado me hacen falta antes de dejar un beso en su frente, saliendo de la cama sin intenciones de arruinar el sueño de Camila con paso decidido hasta la ducha.

El prolongado tiempo bajo el agua resulta liberador, como si el agua pudiera llevarse mis penas. Al salir de la ducha mis manos sostienen la toalla que seca mi cabello, mis pantalones sin abrochar permitiendo una ligera vista de mis bóxeres azul marino. Camila se remueve en su sitio, sus manos palpando sobre la cama repetidas veces en busca de algo, notando la ausencia de mi cuerpo pronto su cabeza se alza, inspeccionando la habitación.

Jugadas Del Destino © | Camila CabelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora