Nunca me había gustado estar cerca de ellos. Era un poco irónico que le sonrieran al chico que había fantaseado todos esos años con desmembrar a su única hija. Además, estar cerca de ellos era lidiar con los principales guardianes de alguien que peligraba en mi cercanía. Una amenaza, nada más que eso.

Caminé tras Pax hasta que divisé una pareja vestida de negro junto al reverendo encargado de dar la pequeña misa en honor a los desaparecidos. Sus trajes estaban impecables, exceptuando el barro que tenían en sus zapatos. La madre llevaba un pañuelo en la mano, aparentemente usado, y el cabello castaño lo tenía atado en una cola tirante. Su marido, llevaba su traje negro con una corbata del mismo color. Su cabello rojizo lo tenía pulcramente peinado hacia atrás y habían aumentado las arrugas en su rostro tras un año de dolor y sufrimiento. No parecían tener cuarenta años, era como si el tiempo se hubiera acelerado para ellos.

—Señores Pemberton, nuestras condolencias —dijo Pax, con un saludo formal seguido del mío.

—Chicos, me alegro que hayan venido —dijo su padre.

—Es un horror lo que sucedió el año pasado y no sólo por Maya —murmuró su madre, con la cabeza gacha ocultando la pena de sus ojos.

Yo puse mi mejor expresión de lamentar mucho lo ocurrido y me mantuve a raya de toda la conversación, haciendo comentarios cuando los consideraba prudentes y contestando todas las preguntas con cortesía, mientras no podía evitar pensar en el parecido que tenían Maya y su madre. Seguro cuando joven ella había tenido el mismo brillo en los ojos o la sonrisa traviesa.

Finalmente se acabó la conversación y nos alejamos con Pax, hacia donde el grupo se había aumentado con la llegada de alguien nuevo. Era Jared, un chico escuálido de cabellos rubios y pequeños ojos oscuros. Era el primo de Erika.

Pax lo saludó con un apretón fraternal mientras yo le daba un asentimiento seco. No me agradaba, le encantaba meterse en cosas que no le correspondían. Más de una vez lo había visto intrusear cerca de mi casa o aparecer "casualmente" cerca de donde yo me encontraba más veces de las que creía posibles disimular.

Él era buen actor, pero yo era incluso mejor. No hay nadie más cualificado para atrapar a un mentiroso que otro mentiroso.

II

La noche estaba en su pleno apogeo, con lo que la fogata brillaba con mayor intensidad. Sus feroces llamas iluminaban tanto, que incluso opacaban las luces dispuestas por diversos sitios. Nadie quería un accidente o que alguien desapareciera y las luces ayudaban a ello.

El calor me abrazaba con fuerza y me acariciaba el rostro en mi lugar predilecto, junto a los chicos con los que solía pasar las tardes. Había tomado ese puesto en cuanto habían anunciado el pronto discurso del alcalde, padre de las hermanas Erika y Vera Fischer, y ahora lo agradecía de sobremanera; no había mejor lugar en ese momento para pasar una noche llena de tedio que junto a las vivas llamas.

Las personas a mi alrededor susurraban cosas o, en un intento de disimular, se limpiaban las lágrimas de los ojos con las mangas de sus chaquetas, a una velocidad que rayaba en lo exagerado. La mayoría estaba en grupos pequeños, dándose calor unos a otros mientras fingían poner atención al discurso barato del hombre en el estrado improvisado. Otros, estaban solos o en parejas, separados de la multitud con verdaderos rostros de aflicción. Entre estos últimos estaban los padres de Maya, el mío y Pax, quien acompañaba a una Erika que temblaba mientras se limpiaba frenéticamente los ojos, lejana a el grupo por una vergüenza palpable. Orgullosa como ninguna.

Bajé la mirada a mis pies y me removí, incomodo. No me agradaba la idea de seguir en aquel sitio más tiempo, rodeado de personas. Un instinto de supervivencia primitivo me llevaba a pensar que estaba siendo analizado. Cualquier error en mi actuación los llevaría a perseguirme con antorchas y herramientas granjeras hasta un viejo molino, el cual quemarían conmigo dentro. Los seres humanos son así, buscan explicaciones en donde no las hay, temerosos de los misterios que puede entrañar la vida. Si no hay un asesino, mirarán debajo de la cama hasta que puedan culpar a algo o alguien de lo que está ocurriendo. Mientras tanto, no descansarán tranquilos.

Sombras en la NieblaWhere stories live. Discover now