—Vale, iremos.

—Sería extraño que no lo hiciéramos —murmuró y se levantó para pararse frente a mí, apoyando la espalda baja contra la baranda, con los brazos cruzados—. Podemos incluso ir junto a los demás.

—No creo que sea un buen lugar para que intentes coquetear con la hermana de la desaparecida Vera. Se supone que yo soy el insensible —bromeé, con una media sonrisa.

Lanzó una carcajada y tomó la baranda con ambas manos. Negó con la cabeza y me observó divertido, con un brillo llamativo en sus ojos oscuros.

—Hay mejores lugares para hacer eso. Además, ya pasó un año entero desde eso. —Se encogió de hombros y desvió la mirada hacia la calle aparentemente inseguro de lo que estaba diciendo.

—Por lo que tengo entendido, nunca es suficiente tiempo como para superar una pérdida —dije, frunciendo el ceño algo confuso.

Ambos guardamos silencio después de eso. Él con el peso de la verdad sobre sus hombros y yo observando a un par de personas que caminaban por la calle, antes de entrar a la casa vecina. Me saludaron con un ademán y una sonrisa cuando me vieron, antes de desaparecer tras la puerta. Si supieran que a su lado vive una familia donde su hijo es un psicópata, ¿cómo reaccionarían?

Justo cuando Pax iba a decir algo, el auto de mi padre aparcó en la entrada a la casa y bajo con un par de bolsas de papel en los brazos.

—Blaise, ¿puedes ayudarme con un par de cosas? —preguntó, abriendo la puerta que daba entrada al jardín con la cintura.

—Claro —respondí.

Pax se pasó las manos por su cabello rubio antes de acercarse junto a mí para saludarlo con un apretón de manos. Nunca le gustó mucho estar cerca de él. Lo encontraba un poco siniestro en su forma de ser. Irónico que sea mi mejor amigo.

Una vez que terminamos de entrar todas las compras, Pax se fue dando una excusa que no tenía sentido, pero no dije nada y dejé que se marchara. No tenía problema con su miedo a mi padre, no era que me afectara mucho. Además, así me daba un poco de paz antes de tener que aguantar el día siguiente con una tristeza fingida y comentarios de condolencia por el aniversario.

Lo que ellos no sabían era que mamá había desaparecido ese mismo año en las mismas condiciones.

II

Los silencios a la hora de comida siempre me habían parecido incómodos. Era lo único que compartimos, pero nos sentíamos más lejanos que nunca. Nunca habíamos tenido una verdadera relación padre e hijo. Mamá había sido intermediaria durante años, especialmente luego del accidente con la ardilla y las tijeras de podar. Ellos lo llamaban accidente, para mí había sido todo menos eso.

—¿Ya sabes que harás para navidad? —preguntó, casi en un susurro nervioso.

Navidad. Todas las festividades se debían pasar en familia, pero yo solía ir a algún lugar cerca del bosque para aprovechar lo vacías que estaban las calles, hasta que Pax me enviaba un mensaje de texto para hacer algo con los chicos. Claro, yo no le decía eso. Para papá, yo iba con mis amigos toda la noche mientras él se juntaba con otros padres solteros a beber y ver alguna película o programa en la televisión. Esas eran sus verdaderas vacaciones, donde no tenía que preocuparse porque a mí me fuera a dar un ataque de ira y le hiciera daño. Ya habíamos pasado por eso, especialmente los primeros meses posteriores a la tragedia. Claro está, había aprendido a controlarlos. El deporte ayudaba mucho ya que me dejaba tan cansado que ni podía pensar. Si no podía pensar, no habían ideas homicidas en mi cabeza. El fuego también, pero eso no era algo que un chico normal hacía y yo tenía que aparentar serlo.

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora