47. Un helado

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Isabella.

Después de subir a mi habitación me acosté en la cama, puse una mano en mi vientre ahora vacío y no pude evitar sentirme mal nuevamente.

Tal vez no era el momento de convertirme en mamá.

Dicen que todo pasa por algo, ¿no?

Repentinamente recordé que había quedado con Cassandra de ir a comprar nuestro vestido para el baile así que decidí llamarla para saber cuándo y a qué hora nos veríamos.

Despuéa de tres tonos ella me respondió.

¿Qué pasó, Isa? —preguntó cuando atendió la llamada.

—Oh nada, sólo quería saber cuándo vamos por nuestros vestidos. —le dije mientras me levantaba de la cama y comenzaba a caminar de un lado a otro.

—¡Es cierto! ¿Te parece bien mañana a las diez de la mañana? Sabes cómo soy para elegir los vestidos. —conociendo a mi amiga en este momento sé que estaba rodando los ojos, solté una pequeña risa.

—Sí, me parece bien. —le respondí y en ese momento escuché el timbre de su casa.

—Visitas inoportunas. —se quejó —Te veo mañana, Isa. Adiós.

—Adiós, Cass. —le respondí y colgó.

Volví a tenderme boca arriba en la cama pensando en qué hacer, no quería estar todo el tiempo aquí sentada. Sabía que comenzaría a pensar en todo lo que me ha pasado y es lo menos que necesito en este momento.

Solté un pesado suspiro y me senté en la orilla de la cama. Iba a ir al baño cuando unos golpes en la puerta se hicieron presentes.

—Bella, soy yo. —distinguí la voz de Alonso de inmediato. —¿Puedo pasar?

—Claro. —respondí elevando la voz y a los pocos segundos él ya se encontraba dentro de la habitación. —¿Qué sucede? —le pregunté cuando se sentó junto a mí.

—Nada realmente. Sólo... Quería venir. —respondió encogiéndose de hombros. —Jos y Bryan salieron así que estaba solo allá abajo. —sonreí asintiendo y solté un suspiro.

Era extraño el cómo me sentía en este momento. Siempre que veo a Alonso las palabras de Cassandra llegan automáticamente a mí.

—Y... ¿Qué pasa con Nat? ¿Cuándo se casan? —me atreví a preguntarle tratando de sonar interesada en el tema.

—No lo sé, aún no le he dicho sobre el testamento. —respondió encogiéndose de hombros.

—¿¡De verdad!? ¿Y qué es lo que estás esperando? —él me miraba seriamente cuando pronuncié esas palabras, finalmente bajó la mirada y sonrió levemente.

—Esperaba encontrar a alguien más. Pero ya lo decidí, me casaré con ella y debo ir a invitarla al baile. —asentí tratando de sonreír.

—Debes invitarla hoy. —Alonso frunció el ceño. —Sí. Así que vamos ahora mismo. —dije tomándolo de la mano y arrastrándolo prácticamente fuera de la habitación.

El contacto de su mano con la mía me hizo estremecer, era un sentimiento extraño que no había experimentado hace mucho pero me agradaba.

—¿Es necesario? Puedo hacerlo mañana.

—Es muy necesario. —soltó un suspiro y caminamos hacia la salida del castillo. —Debes comprarle algo, no puedes ir con las manos vacías a invitarla.

—¿Unas flores? —me detuve y volteé a mirarlo con el entrecejo fruncido.

—Es alérgica a las rosas, ¿lo recuerdas? —dije recordando que cuando la invitó a salir olvidé contarle de la alergia de la chica. —Aunque... Supongo que podrías regalarle unos tulipanes o, no lo sé. Es difícil. Las rosas son hermosas y es horrible que sea alérgica a ellas. —continué hablando mientras caminábamos hacia su auto.

The Prince #1 Where stories live. Discover now