09. Un Buen Amigo

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—A Cassandra le gusta que sean sensibles, que no teman demostrar sus sentimientos y que cuando la quieran invitar a salir no lo hagan con rodeos, que sean directos. —mencionaba mientras el príncipe tomaba notas en una libreta.

Me permití apreciar cada una de las letras que escribía, eran claras y bonitas.

—¿Algo más que deba saber? Como... ¿Sus pasatiempos favoritos? —suspiré y me dejé caer en el respaldo de la silla.

—Le gusta salir a fiestas y de vez en cuando leer algún libro. —mencioné recordando las veces en las que Cassandra me obligaba a ir a las fiestas con ella de noche y cuando me recomendaba libros, los cuales, por supuesto, nunca he leído.

—Fiestas... —susurró el príncipe y soltó una pequeña risa. —Son realmente aburridas. —hizo una mueca y yo lo miré con el entrecejo fruncido.

—¿Aburridas? —asintió. —¡Pero claro que no! —exclamé y él dio un brinco en su lugar. —Admito que no soy muy fan de ellas pero cuando tengo ganas de ir son muy buenas. —sonreí y él me veía con una ceja alzada.

—¿Qué tiene de bueno una simple cena y baile lento? Son muy aburridas, mi padre siempre me obligaba a estar en ellas. —hizo una mueca y entonces comprendí.

—Tú tienes otro estereotipo de fiesta, a las que yo voy no tienen nada que ver con las tuyas. —el príncipe me miraba con atención. —Las buenas fiestas tienen alcohol y música realmente buena. Además de comida.

—Nunca he estado en una de esas. —hizo una mueca, parecía un niño pequeño decepcionado, hasta me pareció tierno.

—¿Nunca? —pregunté y él negó con la cabeza. —¿Qué es lo que haces los fines de semana? —suspiró y miró hacia el techo.

—Normalmente me quedo en casa.... —¿¡casa!? Esto es un castillo enorme. —Y... Leo libros. —dijo y sonrió. —Eso es divertido.

—¿¡Divertido!? —exclamé levantándome de la silla.

—Sí. —dijo pero sonó más como pregunta. —Un fin de semana aburrido está lleno de papeleos y/o visitas a lugares donde debemos hacer algún papeleo, o al menos eso hacía cuando mi padre estaba.

—Bueno, supongo que cuando eres el príncipe de este lugar tu vida es diferente a la de los demás. —asintió dándome la razón. —Bien, es hora de irme. Tengo que salir con mi novio y debo arreglarme.

—Espera... ¿Me ayudarás con las otras chicas? —preguntó mientras se levantaba, abrió la puerta del lugar en el que estábamos y me dejó salir primero.

—Supongo. —me encogí de hombros, después de todo él pagó mi inscripción y debía agradecerle de alguna u otra manera.

—Gracias. No sabes cuánto significa para mí. Debo casarme lo antes posible. —hizo una mueca y sonreí débilmente.

El príncipe me parecía agradable, desde aquella vez en la que me trajo para quitarme el lodo no me parecía tan mala persona.

Pero, por supuesto, Freddy no pensaba lo mismo.

—No hay de qué. —sonreí. —Mañana compartimos clase de Historia, ahí hablamos otro poco.—aprovechando que Freddy no está ahí, pensé.

—Me parece bien. ¿Y en el almuerzo qué te parece? —hice una mueca.

—No lo creo... Eh... ¿Después en el centro comercial? —se quedó pensando por un momento, hasta que asintió. —De verdad necesitas casarte, ¿verdad?

—Así es. Debo ser el rey y en el testamento dice que debo estar casado así que... Así será. —ambos caminábamos por los amplios pasillos del palacio en silencio hasta que una señora apareció frente a nosotros.

—Príncipe. —hizo una reverencia. —El joven Canela vino a visitarlo.

—¿Ya lo hizo pasar? —la señora asintió. —Perfecto, dígale que en un momento estoy con él. —volvió a hacer una reverencia y la doña se fue.

—Bien, yo ya me voy. —hablé una vez que llegamos a la salida.

—En un momento le llamo al chófer para que te lleve. —dijo acercándose a un teléfono que estaba ahí pero lo detuve del brazo.

—No es necesario. —dije cuando dirigió la mirada a mí. —Debo pasar a comprar unas cosas así que... No es necesario. —traté de sonar convincente, la verdad es que faltaban aproximadamente veinte minutos para las ocho y Freddy seguramente se encuentra en camino, no quiero que me vea llegar en una limusina.

Ésta será el único secreto que le tendré.

—¡Amigo!—habló un chico de cabello negro acercándose a nosotros. —Vaya, con que ya tienes a tu chica, eh. —dijo sonriendo y noté como el príncipe se sonrojaba un poco.

—No es mi chica, Jos. —respondió el príncipe al chico de bonitos ojos el cual traía una sonrisa. —Bella te presento a Jos, un buen amigo. El mejor, de hecho.—el chico tomó mi mano y le dio un beso.

—Un placer conocerte, Bella. —dijo pronunciando mi nombre como se escribe.

—Igualmente. —respondí tratando de sonar amable. —Será mejor que ya me vaya, nos vemos mañana en la escuela. —dije soltandome del agarre del chico y caminando hacia la puerta. —Adiós. —dije y me fui sin dejar que me respondieran.

(...)

Alonso.

—Creo que la asusté. —dijo Jos haciendo una mueca, reí.

—Eso parece. —caminé hacia la sala y me senté en el sofá siendo seguido por Jos. —¿Qué te trae por aquí?

—Mi padre me contó que debes casarte para ser rey. —dijo, cabe aclarar que Jos es hijo del abogado de mi padre, por eso nos llevamos bien.

—Sí, así es. —suspiré.

—Y esa chica... ¿Va a ser tu esposa? —cuestionó con una sonrisa pícara en el rostro.

—No. Ella sólo... Me está ayudando a conocer chicas. —me encogí de hombros y mi amigo bufó.

—Es muy linda, yo digo que te cases con ella. —sonrió y yo negué inmediatamente con la cabeza.

—No, no, no. —continuaba negando con la cabeza. —Ella tiene novio, además yo ya tengo a una chica en mente.

Aunque no la ame, aún.

—Mi pequeño Alonso. —suspiró Jos y soltó una pequeña risa. —Como quieras, pero yo pido ser el padrino de algo en tu boda. —reí.

—De acuerdo. Aunque sólo quería que fuera algo rápido y sencillo, lo único que quiero es ser rey. —Jos suspiró.

—Eso serás amigo, tranquilo. —sonrió.

—Eso espero. —suspiré. —Iré a hacer mis deberes. —me levanté del sofá y me dirigí a las escaleras para subir a mi habitación.

—¿Qué son deberes? —preguntó y yo reí.

—Algo muy feo.

(...)

Isabella.

Estaba a unas cuadras para llegar a mi casa, estaba nerviosa ya que ya eran las ocho y Freddy probablemente ya se encontraba ahí.

Caminaba a paso acelerado hasta que entré a mi calle, mi corazón latía aceleradamente y no lo podía controlar.

Mucho menos cuando vi a Freddy parado en la puerta de mi casa.

Frente a Victoria.

—Mírala, viene llegando. —dijo Victoria señalándome, Freddy volteó lentamente y... Se veía molesto.

—Gracias. —respondió seriamente a la rubia y se paró frente a mi con los brazos cruzados.

—Hola, cariño. —saludé sonriendo.

—¿Dónde estabas, Bella? —preguntó con tono duro.

Santo Dios ¿Qué debo decirle?

The Prince #1 Where stories live. Discover now