38. Investigaciones

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Los primeros días sin Jotaro fueron casi una tortura para Kakyoin, pues si bien hablaban a diario por teléfono o por skype, no tener al mayor a su lado lo volvía extremadamente loco. Afortunadamente, tenía bastante trabajo que hacer, eso lo mantenía ocupado y distraído. De no ser así, probablemente ya se habría tirado desde un precipicio.

Lo mismo ocurría con Jotaro. Desde el instante en que se subió al avión y este despegó, sintió una angustia enorme en el pecho, como si jamás fuera a a ver a su amado Noriaki otra vez, sin embargo sus temores desaparecían cada vez que veía un mensaje en su teléfono o una llamada entrante por parte del pelirrojo.

Eso lo calmaba bastante.

(...)

Con el pasar de las semanas y luego de los meses, ambos chicos lograron acostumbrarse al cambio tan grande que habían experimentado meses atrás. Las investigaciones de Jotaro avanzaban de manera lenta pero exitosa, y la verdad estaba muy feliz por ello, al igual que el menor.

Todo parecía marchar bien.

Lo único que le preocupaba un poco al ojiazul era el hecho de que no había tenido un descanso apropiado desde que llegó a Sydney, y no sabía cuando lo tendría.  Habían pasado ya 4 meses desde que se había mudado, y no ha tenido ningún fin de semana libre para poder dormir más de 9 horas, menos para viajar a Japón. Aquello francamente le quitaba el sueño, y lo tenía sumamente triste. Y si bien Kakyoin lo entendía y le decía que no se preocupara con ello, que lo visitara apenas pudiera, Jotaro no dejaba de sentir como que le estaba "fallando" al menor. Era una situación bastante triste.




(...)

Ya cercanos a empezar el quinto mes fuera de Tokio, Jotaro se encontraba en el centro de investigación trabajando hasta tarde como de costumbre. Era la madrugada de un día jueves, cerca de las 4 de la mañana, y si bien no era su obligación quedarse hasta esa hora en vela, le gustaba muchísimo lo que hacía en el centro, además, le resultaba el mejor remedio a la hora de distraerse y no pensar en lo lejos que estaba del menor y en lo mucho que lo echaba de menos.

—Todavía sigues aquí— comentó uno de los compañeros de trabajo de Jotaro que se acercaba a él con un café en mano y se lo ofrecía amablemente.

—Sí, quiero terminar esto que me quedó pendiente— respondió Jotaro recibiendo aquel café con una sonrisa en el rostro. Comenzaba a bajarle el sueño y realmente lo necesitaba.

—Todas las noches dices lo mismo— respondió serio aquel hombre, bastante mayor. Él trabajaba para ese centro desde hace años, y pocas veces había visto a alguien tan perseverante como el ojiazul. —deberías tomarte un descanso.

—Hay mucho trabajo que hacer— el mayor suspiraba desanimado, lo que más quería era poder tener un fin de semana libre para viajar a ver a Kakyoin.

—Tanto trabajo no es sano, Jotaro. Te lo digo por experiencia propia— dijo el hombre mayor, al tiempo que buscaba una silla y se sentaba al lado de Jotaro que no despegaba la vista de su computadora.

Al sentir a su compañero sentarse a su lado, Jotaro decidió detener lo que estaba haciendo por unos momentos. No quería ser descortés, y por el tono de voz que estaba usando el hombre mayor, se notaba que quería hablar con él.

—Hazme caso, Jotaro. Debes descansar aunque sea un poco... ¿has podido viajar a Japón?— él sabía sobre la relación que mantenían Jotaro y Kakyoin, y siempre le preguntaba por este último. Era un hombre muy considerado y preocupado.

—No...— respondió inmediatamente el pelinegro, sintiéndose sumamente melancólico. —no he tenido tiempo para hacerlo.

—Si me permites darte un consejo, creo que lo más sensato es darte un descanso. He visto lo duro que has trabajado estos meses, tienes más que merecido aunque sea un fin de semana para ti.

Jotaro pudo observar que la mirada de su compañero de pronto se tornó algo más triste de lo usual. Siempre le había llamado la atención la mirada tan triste de aquel hombre, pero jamás se atrevió a preguntar. En parte porque sentía que no correspondía, y por otra porque no tenía la confianza para hacerlo.
Pudo divisar que su compañero sacaba algo de su bolsillo, aparentemente su billetera, la cual abrió para enseñarle una fotografía de una mujer joven y bella.

—No suelo hablar esto con mucha gente, pero este es un caso especial —sacó la fotografía de su billetera y la sostuvo con mucho cuidado. —Ella es mi esposa, la mujer más hermosa que he conocido en mi vida. A su lado compartí los momentos más asombrosos que podría pedir...— suspira —sin embargo no los supe aprovechar.

Por su mirada y su tono de voz se notaba que algo debe haberle sucedido a aquella joven mujer, de lo contrario no estaría tan desanimado de pronto.

—Cuando tenía 40 años vine a trabajar a este centro, acompañado de ella que siempre me apoyó. Al principio todo estaba bien, pero comencé a obsesionarme tanto con el trabajo que prácticamente no pasaba tiempo en casa. Eso comenzó a afectarnos, sobre todo a ella, quien sufrió mucho. Años después falleció de un cáncer fulminante, y aunque los doctores digan lo contrario, sé que gran parte de ello se debió a lo triste que estaba por mi ausencia. —observa a Jotaro, preocupado —desearía poder volver el tiempo atrás y estar con ella, no dejarla sola ni un momento. —baja la vista a la fotografía y la mira con mucha melancolía, para luego volver a Jotaro — No cometas el mismo error que yo. No te enfrasques en tu trabajo, al menos no al punto de alejarte de tus seres queridos. —dio unos pequeños golpes amistosos en el hombro del ojiazul, se levanta de su lugar y se marchó.

Jotaro, sin ser un hombre muy expresivo con las personas en general, sintió una tristeza enorme al escuchar el relato de su compañero. Ya no se podía hacer nada por el y su difunta esposa, sin embargo aún estaba a tiempo de no arruinar su relación.

Si bien las cosas con Kakyoin marchaban de maravilla aun a pesar de la distancia, no pudo evitar sentir una enorme angustia ante la sola idea de imaginar una vida donde su amado pelirrojo no estuviera a su lado.

Llamó por teléfono al jefe de la investigación (pidiéndole las disculpas del caso por la hora de su llamada), a fin de solicitarle que le permitiera viajar a Japón apenas amaneciera. Este último se extrañó un poco ante tal repentina petición, pensando que quizá había tenido algún problema con alguno de sus familiares. Le alegró bastante cuando Jotaro le dijo que no se trataba de eso, sino del hecho que extrañaba mucho a sus seres queridos.
El adormilado jefe del mayor aceptó sin ningún reparo dicha solicitud, dándole incluso 3 días libres para poder disfrutarlos en compañía de Kakyoin.

Una vez colgada la llamada con aquel hombre, guardó todas sus cosas en un bolso y prácticamente salió corriendo del lugar.

Quería apresurarse y tomar el primer vuelo que saliera a Japón a fin de sorprender a su amado Kakyoin y poder disfrutarlo lo máximo posible que aquellos 3 días de descanso le permitieran hacerlo.

Now I know what love is (JJBA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora