37. Sydney

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Ambos chicos se propusieron pasar la mayor cantidad de tiempo juntos que pudieran en tanto esperaban a que Jotaro tuviera que partir a Sydney (aunque en realidad ello no fue más que un par de semanas). Los investigadores querían a Jotaro lo antes posible realizando los trabajos que necesitaban, su ayuda era fundamental en los proyectos que buscaban llevar a cabo, así que era urgente que partiera ya.

Por supuesto los planes por parte del mayor de casarse con el pelirrojo se habían arruinado por completo. No sería nada justo contraer matrimonio para estar un par de días juntos y que luego Jotaro tuviera que marcharse... y si bien era lo que más deseaba en el mundo, sentía que quizá aún no era el momento adecuado.

(...)

Durante aquellos días, seguía latente en Jotaro la idea de decirle a Kakyoin que se marchara a Sydney con él. Mientras más se acercaba la fecha de marcarse, más tristeza sentía de tener que dejar al amor de su vida en Japón, no lograba imaginar un solo día en el que no viera su sonrisa en las mañanas, ¿como soportaría un año?

Mas cada vez que quería planteárselo algo lo frenaba... algo dentro de él le decía que no era lo correcto, por más que fuera lo que quisiera. Además, durante ese tiempo Kakyoin estuvo bastante ocupado trabajando, incluso se le presentó la oportunidad de concursar para entrar en la Academia de Jueces, algo que todo abogado anhelaba ser. Cumplía con todos los requisitos para quedar en el cargo, solo debía rendir un examen no muy complicado y luego sería seleccionado de entre un grupo de personas que también habían postulado.
¿Cómo le pediría irse con él? no quería quitarle oportunidades al menor, incluso aunque ello le significara estar un año lejos de él.

Era una situación algo complicada a decir verdad, y lamentablemente la única solución viable (por el momento) era estar separados.




(...)

Aquel día todos fueron al aeropuerto a despedir a Jotaro. Su madre, Holly, estaba muy triste ante la idea de no ver a su pequeño en un año entero, al igual que todos los demás. Le dio un cariñoso abrazo que por supuesto Jotaro desaprobó... solo le gustaban las muestras de afecto con Kakyoin.

—Yare yare, ¿por qué tienes que ser tan hostigosa?— preguntaba ocultando su rostro con su gorra.

—Quiero que me llames todos los días, ¿de acuerdo?— decía Holly aferrándose nuevamente a él, haciendo caso omiso de sus protestas.

Todos los demás observaban divertidos aquella escena donde Jotaro parecía ser un niño pequeño avergonzado por su madre. En el fondo Jotaro la quería mucho, y aunque fuera fastidiosa con él, entendía que en esta ocasión era porque no volvería a verlo quizá en cuanto tiempo.

—Nos vemos dentro de un año— decía Jotaro al tiempo que abrazaba a Polnareff y a Avdol. No era el mejor para las despedidas.

—Cuidate mucho, ¿si?— respondió el albino, algo triste de no ver a su mejor amigo en un largo tiempo más.

—Tu también— contestó el ojiazul, esbozando una sonrisa —y cuiden a Kakyoin... por favor— les susurró a ambos.

—Eso no tienes ni que pedirlo— respondió el egipcio.

Luego de despedirse de Dio y Jonathan que también habían ido a decirle adiós, venía el turno de Kakyoin. Quería despedirse de él al final, para concentrar todo el tiempo posible en estar a su lado antes de tener que irse.
En todo ese rato, el menor no dijo palabra alguna, estuvo en completo silencio. Estaba muy orgulloso de que Jotaro se fuera a trabajar en lo que más quería, pero a la vez no aceptaba el hecho de que tendría que dejar de verlo durante un año.
Odiaba las despedidas, sobre todo porque era bastante emocional, y en ese caso en particular había tratado de no decir nada para no romperse ahí mismo.

—Kakyoin...— decía Jotaro acercándose lentamente a él, con un rostro bastante triste. —lo siento tanto...

Al escuchar esto, Kakyoin sintió una mezcla de emociones, entre culpa, rabia y emoción. Su primera reacción fue abrazarlo lo más fuerte que podía, como si fuera la última vez en su vida. No podía dejarlo irse sin decirle un par de cosas.

—No me pidas perdón, no has hecho nada malo— decía el pelirrojo, al tiempo que acariciaba la espalda contraria y se separaba para verle a los ojos —estoy muy orgulloso de ti. Sé que serás el mejor de todos.

—Te voy a extrañar tanto... —susurraba el mayor, desconsolado. Su único problema era tener que dejar a Kakyoin solo.

—Igual que yo a ti, pero, vendrás a visitarme, ¿no? —rió, era obvio que a penas tuviera la oportunidad, Jotaro viajaría a verlo sin importarle nada más.

—No preguntes estupideces— contestó en seco Jotaro. Le ofendía la sola posibilidad de que Kakyoin tuviera dudas de ello. —apenas tenga un fin de semana libre viajaré a verte, lo prometo.

Dicho esto, el pelinegro volvió a abrazarlo como nunca, sin querer soltarlo jamás. Quería detener el tiempo en ese momento y quedarse así por siempre con él.

—Sé que harás un trabajo excelente— susurraba Kakyoin, sin dejar de abrazar a su amado. —eres sin duda el mejor.

—Gracias— solo eso pudo decir Jotaro antes de abalanzarse sobre los labios del pelirrojo. Estaba deseando hacerlo desde hace rato, y aquel beso fue tan dulce y apasionado como si nunca más fueran a verse otra vez. Poco le importaba que todos lo estuvieran observando, eso ya no era un problema para él. Amaba a Kakyoin y no iba a dejar que cosas de ese estilo lo separaran de su lado otra vez.

Unos minutos después de besarse sin detenerse ni para respirar, todos escucharon como llamaban para embarcar a los pasajeros del vuelo que tomaría Jotaro.
Se despidieron una última vez del ojiazul deseándole lo mejor en su viaje, y unos minutos después lo vieron alejarse rumbo a la zona de embarque.

Kakyoin corrió hasta el ventanal que separaba ambas zonas, y no se despegó de él hasta ver a Jotaro desaparecer. El mayor no quiso voltear atrás, no quería ver a Kakyoin ahí, sus ojos estaban llenos de lágrimas, no quería que el menor lo viera así.

Sería una temporada dura para ambos pues estarían lejos por mucho tiempo, sin embargo ambos tenían el consuelo de que su amor perduraría sin importar la distancia, y que tanto el uno como el otro estaba donde debía estar, realizando su mayor sueño.

—Adiós, Jojo... —susurró el menor con una sonrisa dibujada en el rostro a pesar de sus lágrimas, sujetando con fuerza aquel broche de delfines que siempre llevaba en su pecho, cerca de su corazón, pues era ahí donde Jotaro pertenecía.

No importaba el lugar ni el momento, su amado Jotaro siempre estaría presente en cada latido de su corazón.

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Perdonen la demora en actualizar, después de que salí de vacaciones me tomé un buen tiempo para descansar y dormir, pero ya estoy de vuelta ❤ gracias a todos los nuevos lectores, ¡espero que disfruten este fic!

Now I know what love is (JJBA)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora