Capítulo 35

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Te besó lento primero, como si no quisiese que ese momento terminase, luego el beso aumentó de ritmo.

— Vamos al cuarto —te dijo con la mirada llena de lujuria.

— Vamos —te pusiste de pie y la seguiste.

Te echaste en la cama y ella cerró la puerta con seguro y apagó la luz. Mientras caminaba hacia la cama, en la cual seguías tirada, Lauren se fue sacando lenta y dolorosamente la camiseta.

Cuando por fin llegó se puso a horcajadas sobre ti y te besó de nuevo, ya más salvajemente.

— Mucha ropa —dijo de rodillas sobre ti.

— Okey, ¿qué me saco? —preguntaste riendo.

— Si es por mí, todo —te ayudó a sacarte la camiseta y ahora fuiste tú la que tenía el control en el asunto.

La besaste como si no hubiese un mañana.

Bajaste tus besos por todo su cuello hasta sus marcadas clavículas, volviste a subir pero te detuviste en su cuello y lo mordiste, dejando marca.

— Hm... —gimió mordiendo su labio inferior.

Moviste tus besos hasta la parte de abajo de sus orejas, haciendo que se retorciese de placer debajo tuya.

Tu traviesa mano bajó hasta sus pantalones y los desabrochaste. Se los bajaste. Sólo metiste tu mano y jugaste con los elásticos de sus bragas.

— Jesús, no pares ahora —dijo al ver que detenías tu mano.

— Perdón, me quedé pensando.

— ¿En qué?

— En que hacer para que disfrutes más —luego de decir eso se te prendió el foco.

Bajaste sus pantalones y los tiraste por ahí. Besaste su abdomen entero y ella agarró las sábanas de la cama. Con la respiración agitada volviste a besar sus labios y susurraste unas dos veces "te amo".

Luego pusiste tu mano detrás de su espalda, desabrochaste su sujetador y lo lanzaste por ahí. Pusiste uno de sus senos en tu boca y el otro lo masajeaste con una de tus manos. Jugaste con la lengua con su pezón y lo mordiste suavemente reiteradas veces, haciendo que soltase varios gemidos. Luego hiciste lo mismo con el otro.

Luego de todo el jugueteo ya te entraron ganas de pasar a lo bueno y hacerla gritar tu nombre.

— Una pregunta, ¿los vecinos se saben nuestros nombres?

— El mío sí, el tuyo creo que no —dijo pensando.

— Entonces que se lo aprendan —arrancaste de un tirón sus empapadas bragas y las tiraste por algún lado de la habitación y te pusiste entre sus piernas.

Sacaste tu lengua y ella se metió por ahí, jugando con su clítoris y rodeando su vagina. Mientras jugabas así ella enredó sus dedos en tu pelo, enmarañándolo todo y, sin previo aviso, tu loca lengua entró en ella, provocando un grito de placer.

— ¡¡DIOS MÍO!! —seguiste en lo tuyo, y como no gritaba tu nombre, fuiste a seguir intentando que lo haga.

Saliste de entre sus piernas, volviste a su boca, y mientras la besabas, sin avisarle nada, metiste dos dedos haciendo que gimiese en tus labios.

Seguiste haciéndole el amor por lo menos media hora, luego tu mano ya se cansó y paraste, pero no saliste de ella.

— ¿Qué pasa? —preguntó agitada.

— Se cansa mi mano.

— Ya sé qué hacer —se giró poniéndose encima de ti y procurando que tus dedos no se saliesen de ella.

Juntas Para Siempre (Lauren Cimorelli y tú #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora