xxv. caricaturas

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Cuando Calum era pequeño, solía querer muchas cosas.

Si miraba una nueva figura de acción, deseaba que sus padres pudieran regalárselo. Si miraba que su hermana hacia algo que no debía hacer, deseaba que sus padres se dieran cuenta para poder regañarla. Y si se comportaba mal en clase, deseaba que la profesora no llamara a sus padres para que el fuera el regañado.

Ese sería cumplir el sueño de su hermana, y eso no era justo.

Algo que su madre había inculcado en él es que desear no era nada. Según la mujer, era mejor rezar por las cosas que él deseaba para que sin que él se diera cuenta, se hicieran realidad.

Así que, antes de ir a dormir, cada noche se ponía de rodillas y apoyaba sus codos en la cama con sabanas de superhéroes y rezaba por las cosas que deseaba que se hicieran realidad. La mayoría de las veces era por nuevos juguetes, o mejores notas en la escuela, y de vez en cuando rezaba que su hermana dejara de fastidiarlo.

Al pasar de los años, Calum había dejado de rezar. Había atravesado esta etapa de ¿Hay un Dios? ¿Por qué nunca lo hemos visto? ¿Por qué le rezo a alguien por mas fortuna si hay gente muriendo afuera? Habían miles de ''¿Por qué?''s y pocos ''Porque''s.

Pero esa noche que no podía cerrar sus ojos, Calum se volvió a poner de rodillas como lo hacía de pequeño y rezo. Y no, no pidió por poder ganar el campeonato de futbol o mejorar su nota en la clase de Química. No, esas no eran sus prioridades al momento.

-Dios, si es que estas ahí...sé que llevo años sin rezar, y que esto puede ser muy hipócrita de mi parte, supongo. Pero ocupo que me ayudes urgentemente. Tengo mucha confusión en mi mente y ocupo que desaparezca. Esto que estoy sintiendo no está...bien.-

Esa noche, Calum rezo por no enamorarse de Aiko Marie Graham.

-Dicen que tú haces milagros, y honestamente, ocupo uno en este momento.-

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Luke pateo la roca en la acera mientras Aiko le contaba sobre el ensayo que había escrito la noche anterior, no mencionándole sus sentimientos hacia el trabajo. Luke la miro detenidamente mientras Aiko le hablaba sobre como la literatura cambio su vida, el tema que había escogido para su redacción.

-¿Crees que te escogerán?- le pregunto Luke curiosamente, mordiendo su labio porque no quería hablar de mas –No lo sé,- murmuro la chica suspirando –una parte de mi espera que si pero, por alguna extraña razón, la otra espera que no.- admitió.

Odiaba sentirse así. Detestaba como su ser siempre estaba indecisa sobre todo. No quería admitir que la razón por la que estaba así era por Michael Clifford, quien probablemente no pensaba ni un segundo en ella. Pero ahí estaba ella, todavía sintiéndose culpable de tener la beca artística mientras el había sido expulsado.

-Eres rara, Aiko.- le dijo Luke, provocando que Aiko lo mirara confusa ante este comentario –No sabes lo suertuda que eres a veces y te quejas de tus privilegios, y eso te hace ver muy desagradecida.- le explico el rubio, metiendo sus manos en los bolsillos delanteros de su jean.

¿Así se sentía Michael? Eso la hacía sonar como la chica más egocéntrica y engreída de todas. Y si, se quejaba bastante de todo. Pero no sabía que eso molestaba a algunos.

-No te preocupes, sigues siendo mejor que Kimberly.- le aseguro el chico, pero eso no le importaba a ella; cualquier persona era mejor que Kimberly Anne –Hey, no es para tanto.- dijo Luke, colocándose frente a ella haciendo que detuviera su caminata –Sabes que soy tonto, no me prestes atención.-

EffloresceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora