— Camila, debemos parar — determinante a la situación, apenas puedo articular las palabras. La confusión reflejándose en los ojos chocolates.

— ¿Por qué? — pregunta, la curiosidad abandonando su mirada en cuanto se acerca peligrosamente, dejando un camino de besos húmedos desde mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja. Un leve mordisco en la sensible piel alerta todos mis sentidos, gimiendo en el acto.

Presa del deseo, tomo a la castaña de sus caderas hasta situarla en mi regazo, manteniéndola lejos de la erección bajo mi corta prenda, sin embargo. Ella toma mis mejillas con sus manos, dedicándome un lento beso lleno de pasión. La habitación sumida en pequeños gemidos y jadeos se convierte en un viaje, deteniendo el espacio – tiempo, permitiéndonos adorar en toda su plenitud aquél momento resultante del elixir mismo de la vida, el éxtasis consumiendo nuestros cuerpos en una vehemencia sinfín me mantendría con la guardia abajo, impidiéndome notar el repentino acto de la morena sobre mis piernas.

La presión presente en mi pecho se radica con furia, mis extremidades congelándose de manera dolorosa al notar la mano de la chica de ojos chocolates sobre la protuberancia en mi prenda inferior. Pánico atacando brutalmente mi sistema, erradicando cualquier sensación previa, un quejido de dolor musita en mis labios ante la sensación de mis ojos cristalizándose.

           «No llores, no llores, no llores...»

— No debes temer Gianna — menciona alarmada la morena frente a mí, lágrimas gruesas y ardientes descendiendo por mis mejillas. — Supe quién eras desde el principio, además te observé ésta mañana — revela, consiguiendo que mi pecho se hunda aún más. Inmóvil en mi sitio apenas logro articular mi frase.

— ¿Me has visto? — doloroso es el resultado de aquello que he cuestionado, por un momento me detengo a pensar en lo patética que he sido, recriminándome no solo la pregunta que he realizado sino el tono tembloroso en mi voz.

Pánico. Ansiedad. Tristeza. Decepción. Cada emoción haciendo más hondo el hueco en mi pecho.

— ¡No, no de ése modo! — de una manera casi furiosa mueve su cabeza lado a lado, la desesperación presente en su rostro al notar mi estado. — Gianna, te amo a ti, con tus defectos, tus virtudes — expresa colocando sus manos detrás de mí cuello, permitiéndome sentir el delicado tacto en los pequeños vellos, su mirada cargada en una preocupación casi dolorosa. — Te aseguro que no cambia nada de lo que siento por ti, al contrario, me hace amarte mucho más porque no imagino todo lo que debiste pasar — la debilidad presente en su voz termina por quebrarla, sus ojos nublándose en lágrimas antes de colocar sus pulgares en mis mejillas para limpiar todo rastro de mi propio llanto.

— ¿Sientes asco de mí? — vuelvo a cuestionar, el terror paralizando mi cuerpo. Desde mi posición podía ver el gesto compungido de Camila.

— No mi amor, no digas eso por favor, jamás tendría asco de ti — consternada, termina por abalanzarse sobre mí en un efusivo abrazo, mi hombro tornándose más cálido al sentir sus lágrimas humedecer mi camisa. — Eres preciosa Gianna, tal cual eres, así me encantas — expresa de manera efusiva la castaña, su labio inferior temblando ligeramente, sus mejillas rosadas y su nariz de un tono rojizo pronto sustituyen las emociones de mi pecho por una mezcla de alivio y culpabilidad.

— Te amo, te amo tanto — apenas logro articular mis palabras acompañadas de algunas lágrimas, el profundo sentimiento surcando en mi alma, y solo puedo abrazarla, sostenerle fuerte.

Muchas veces a lo largo de nuestra vida cometemos errores, errores de los que somos capaces de arrepentirnos, unos que son capaces de causar daños tanto físicos como psicológicos y otros que solo restan importancia con el paso de los años. Todos ellos tienen algo en común: los tomamos como lecciones de las qué aprender. A través de mi vida, cometí un par de los cuales aprendí, siendo consciente de que probablemente me harían falta más pruebas de ensayos y errores para culminar mi sabiduría. Un leve recorrido en mis memorias me permite notar que además de poseer una vida fuera de la desdicha y afortunada, ésta terminó por premiarme con la mayor de las felicidades que pudieran ser otorgadas a un simple mortal.

En éste preciso instante, estando Camila sobre mi regazo con una mirada llena de amor que es capaz de gritar más de mil palabras, me hace cuestionar la relatividad del tiempo y el destino mismo.

¿Estaba prescrito en mi destino conocerla?, ¿amarla fervientemente y con locura?

Conscientemente soy capaz de reconocer aquella tristeza paralela que de seguro me habría acompañado por un par de años de no haberla conocido, por lo cual tenerla frente a mí, a solo centímetros sosteniendo mi cuello con sus delicadas manos mientras fuegos artificiales se mantienen en ése mar de chocolate, me hace divagar entre la posibilidad de estar en una realidad subalterna o viviendo uno de los más hermosos sueños en estado de coma.

— ¿Qué piensas? — curiosidad latente en los ojos de la morena, una sonrisa brotando en mi gesto.

— En lo hermosa que eres Camila, lo feliz que me haces — respondo, colocando un mechón rebelde detrás de su oreja, mi mano paseándose lentos segundos en su rostro en una caricia llena de amor.

— Tú también eres muy hermosa, y me haces muy feliz — revela con una sonrisa, llenando mi pecho de miles de emociones. — ¿Puedo tocarte? — cuestiona sosiega, el aliento deteniéndose en mis pulmones de forma automática, sobre todo por la respuesta que pronto reflejaría en mi rostro.

Inmóvil en mi sitio, su mirada escudriñando lo más profundo de mi alma mientras con delicadeza desciende su mano hacia mi pecho reposándola en mi abdomen, tímida, no queriendo incomodar. Mi cabeza asiente despacio, sintiendo el efecto cámara lenta atravesar el tiempo en cuanto la morena palpa con más seguridad la protuberancia en mi prenda inferior.

           «Oh, santa mierda...»

— ¿Estás bien? — pregunta, el atisbo de preocupación presente en sus ojos una vez que mi cabeza echa hacia atrás, aunque sus labios permanecen entreabiertos, humedeciéndolos en el momento en que mi vista vuelve a su sitio para mirarla.

— Sí — logro articular, la espesa saliva atravesando mi garganta con dificultad.

El gesto de Camila esboza una sonrisa llena de picardía, sus ojos pronto revelando una creciente lujuria en el trasfondo, provocando que brillen con más intensidad. Mi mandíbula se contrae con fuerza al sentir el movimiento firme pero exquisito de su palma contra mi erección, temiendo que en cualquier momento pudiese quebrar mis dientes intentando liberar la tensión en mi cuerpo.

La reciente placentera tortura se detiene abruptamente, provocando que mis ojos busquen los suyos, ahora unos tonos más oscuros. Con decisión mis manos trazan un delicado recorrido entre sus muslos flexionados hasta sus costados bajo la tela, permitiéndome sentir con plenitud la suavidad de su piel, el movimiento de Camila ante la nueva sensación casi me lleva al borde de la locura. Sus manos esta vez tomando la cinturilla de mi prenda inferior, el nerviosismo evidente en sus acciones provoca mi sonrisa enternecida una vez que logra deshacerse de los shorts con algo de mi ayuda.

La beso, fuertemente y con pasión, haciéndose evidente el deseo que en nuestros cuerpos consumía. El dobladillo de su camisa se convierte en mi nueva afición, titubeante observo a la morena sobre mí, solicitando con mis ojos aquello que mis palabras temen expresar. La prenda desaparece con lentitud al concederme permiso, revelando su delicado torso cubierto aún por un sujetador blanco mientras su cabello cae en ondas a sus hombros.

Camila parecía tallada por los mismos Dioses, y aquí me encontraba yo, trazando la mayor obra de arte jamás creada.

— Eres tan hermosa — susurro audible para ambas, anonadada observándola puedo notar la sonrisa cargada de nervios al escapar de su boca.

La beso como si la vida misma se me fuera en ello, mis inquietas manos bordeando su figura con tal delicadeza que es capaz de robarle suspiros y jadeos a la morena. Al toparme con la prenda que cubre su intimidad mis manos se posan sobre ambos senos, aún por encima de la tela Camila es capaz de sentirlo todo, el nuevo jadeo que deja escapar en mis labios detonando en mi sistema nervioso, impulsándome a ir más allá.

Besos húmedos. Traviesos. Cargados de pasión, dejan un recorrido desde la delicada piel en su cuello hasta el lóbulo en su oreja, me animo a dejar un leve mordisco. El gemido de Camila suena tan sensual, exponiendo su feminidad dejándome sin respiración, sintiendo las palpitaciones casi dolorosas en un deseo abrasador.

La tensión abruma mi cuerpo brutalmente, dejándome petrificada en el lugar en cuanto Camila toma la iniciativa con el elástico presente en mi bóxer.

Jugadas Del Destino © | Camila CabelloWhere stories live. Discover now