Capítulo 28: Momentos mágicos.

Începe de la început
                                    

Caray.

En fin, me dedico a disfrutar el rato como cada momento que pasamos juntos. Intento que se mantenga como algo especial, que signifique lo suficiente para ella. Por eso debo sacar mi mejor carta, mi mejor cita por siempre, el amigo incondicional, el único plan que me satisface y, por ende, a ella también debería o, entonces, ¿a qué estamos jugando?

Con todo esto, me refiero al mar.

Manejamos las motos acuáticas y nos detenemos en medio del océano para echarnos clavados, reír, nadar y sentir las corrientes de agua atravesarnos mientras exploramos una mínima parte del inmenso océano. Es una sensación extraordinaria, quiero decir, disfrutar del mar y una bella chica se vuelve el combo hecho a mi medida. Pero eso no es todo, se torna aún mejor porque dan las seis de la tarde y podemos disfrutar de su pasatiempo favorito también: un perfecto atardecer desde el agua, flotando sobre la jetski mientras ella se recuesta en mi pecho y yo deslizo mis dedos delicadamente sobre la piel de sus manos, brazos, cintura y piernas. 

Esto es, sin duda, supremo.  

—¿Puedo pedirte algo? —pregunto suave en su oído.

Ella solo se remueve un poco y asiente sin despegar la vista del horizonte.

—Quédate conmigo, quédate aunque el futuro se vea incierto o titubeante. Quédate toda la vida y te prometo que puedo enseñarte muchas cosas y permitir que tú también me enseñes a mí otras más. —Tomo su barbilla y giro su cara hacia la mía para poder verla directamente—. ¿Aceptas?

—Lo que estás pidiendo no es algo que se tome a la ligera...—dice y no me sorprende, ya esperaba una respuesta parecida—, pero aún así, creo que contigo puedo aceptarlo en esta y en muchas vidas más.

Eso sí que no lo esperaba.

Mis ojos se abren asombrados.

—¿En serio? ¿O solo me estás jodiendo?

La bella sonrisa que la caracteriza hace su aparición estelar. 

Sus labios besan los míos en un movimiento suave y corto.

—Me quedo contigo toda la vida, Lachlan.

¿Qué más puedo pedir? Estando aquí y de esta manera tan simple, lo tengo todo.

Aunque no digo exactamente lo mismo cuando vamos a la ciudad porque necesita su terapia de compras. El motivo no va en relación a que no disfrute de las tiendas como la mayoría de los hombres presume. Al contrario, ese es el jodido problema. Yo soy peor que ella. Me emociono en cada uno de los locales y siento la necesidad de comprar cualquier cosa mientras Cristina me mira como si fuese un demente. Quizá lo soy, pero es que soy adicto a gastar dinero, dinero que no debo despilfarrar porque tengo una meta y si continúo de esta manera, no podré cumplirla pronto.

Esa es la verdadera cuestión. Disfruto comprar más de lo que debería.

—Lach, eso no te servirá de nada más que de adorno.

—Pero está chido.

—¿Chido? ¿Cuántos años tienes?

—Los suficientes como para decidir qué cosas comprar y cuáles no.

Ella rueda la mirada y sopla un mechón rebelde de cabello que cae sobre su frente.

—Haz lo que quieras.

Y se preguntarán, ¿qué tiene de mágico todo esto? Bueno, aquí les va.

—Lach, ¿te molestaría apoyarme con algo?

POR FA, ¡NO TE VAYAS!Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum