Capítulo 5: La vida fuera de las redes sociales

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Ayudo a mi padre a preparar la mesa para la cena familiar mientras Clotilde termina el estofado de langosta. Hoy vienen el abuelo, mi tío Salvador, su esposa e hijos para cenar, una costumbre que suele llevarse a cabo una vez al mes.

Nos movemos y cantamos juntos al ritmo de Enanitos Verdes.

—Pero recuerda, nadie es perfecto y tú lo verás. Más de mil cosas mejores tendrás... ¡pero cariño sincero jamás! 

Clotilde no se sabe la letra, de lo contrario, seguramente cantaría junto a nosotros. Es mayor, pero no lo suficiente para perder la hermosura de la vida.

Justo ahora, estoy en mi lugar feliz. 

Mi hogar. 

—Eso huele delicioso, Clo —digo desde el comedor cuando hemos terminado.

—Gracias, cariño. Está hecho con mucho amor para que lo disfruten.

—Sé que debes ir con tu familia y por eso no puedes quedarte a cenar con nosotros —dice mi padre—. Pero llévate lo suficiente para que todos prueben en tu casa.

—Gracias, señor. Es usted un ángel.

Más tarde, la familia llega y saludo a cada uno de ellos en la puerta. El primero en entrar es mi abuelo, quien me regala un fuerte abrazo de oso y lo disfruto mientras tenga la fortuna de tenerlos. Después mi tío, Ana, Rahmar, Esther y mi tía Sonia.

—Tenemos un tercio del triángulo de zorras frente a nosotros —dice Esther.

La acecho con la mirada y me cruzo de brazos.

Ni siquiera viven en Bahía Turquesa y están al tanto.

—Son mis primos, deberían estar de mi lado —reclamo.

—Lo estamos, pero ante la sociedad, te odiamos —aclara Rahmar.

—Gracias —ironizo.

Ana aún es muy pequeña para esta clase de dramas, tiene siete años, por lo que no se encuentra dentro del disturbio.

Ellos ríen sin filtros.

—Lo siento prima, a mí me parece bastante cómico todo esto. No puedo creer que hayas grabado un en vivo sin darte cuenta. Necesito detalles, por favor.

El resto de la familia se entera de mi drama activo y éste abarca un buen rato de la cena familiar, entre mi explicación sobre lo que sucedió y sus opiniones personales al respecto. Después, cada quien toma un tema. Los adultos hablan de trabajo y la familia, y entre primos compartimos algunos de los chismes de la farándula, especialmente sobre el estreno de una película próxima muy prometedora de ciencia ficción.

En Bahía Turquesa no hay cine, por lo que debemos viajar una hora y media en carretera para llegar a la ciudad vecina y, entre muchas otras cosas, poder asistir a ver la película.

—¿Entonces iremos juntos?—pregunta Esther.

—¡Por favor! —exclamo—. No puedo perderme esa película.

Pero mi atención se esfuma cuando escucho un nombre particular en la plática de los adultos.

—Sí, Lachlan ha estado trabajando muy duro. De hecho, es el que mejor resultados ha dado y no sé si es por todas esas ganas de juntar el dinero o porque es el más joven.

—Ambas cosas influyen —agrega mi tío sonriente—. Le dije que en cuanto junte el enganche que le pedí, podemos ir arreglando el papeleo. Para su suerte, confío mucho en él y eso te lo debe a ti.

—Es un buen muchacho —asegura mi padre.

—Eso es lo importante —dice mi abuelo—. Que las tierras de la familia queden en buenas manos es lo mejor que podemos hacer.

POR FA, ¡NO TE VAYAS!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora