Capítulo 3: Defensoras de las causas perdidas.

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Estoy en video llamada con las chicas. Son las seis de la tarde y nos preparamos arduamente para el segundo día de escuela después de ser canceladas y odiadas por todos en nuestra pequeña ciudad.

—Recuerden llevar dos cambios de ropa extra —advierte Eleonora mientras ella los mete a su mochila.

—¿Les parece buena idea chantajear al doctor para que nos dé justificantes? —pregunto.

—¡SÍ! —responden al unisono.

Asiento.

—Bien, yo me encargo de eso.

—Chicas, tengo algo que decirles... y es malo —suelta Yuji y parece seria, así que ambas nos acercamos a la pantalla para prestar total atención a sus palabras y que se sienta escuchada—. Mis padres vieron el en vivo y aseguran que son mala influencia para mí. No quieren que me junte más con ustedes.

—Tranquila, Yuji —digo con una sonrisa reconfortante—. Sabes que no hablan en serio, es la molestia del momento. No te preocupes por eso.

—Así es, Yu. Tú más que nadie conoce perfectamente lo intensos que son tus padres. Ya se les pasará.

—También lo pensé —dice cabizbaja—. Pero dijeron cosas muy feas, mencionaron que están muy avergonzados de mí... y ellos jamás habían dicho eso.

Pego un fuerte suspiro y deseo con todas mis fuerzas poder atravesar la pantalla para darle un fuerte abrazo, de esos que la ayuden a salir de la realidad, enfrascándola en una burbuja donde solo haya felicidad.

—Amiga, te amamos. Te aseguro que no los avergüenzas por nada, eres maravillosa y sé que tus padres están orgullosos de la increíble chica que eres.

—Sí, Yu. Solo es el momento —repite Eleonora, siempre se le ha complicado reconfortar a las personas, y no es que yo sea la mejor en esto, pero al menos me fluyen más las palabras—. Bien, es momento de enfocarnos en sobrevivir las cuatro semanas de clases que restan, perras. ¡El triángulo perfecto puede con esto y mucho más!

—Recordemos que ahora somos el triángulo de zorras—suelta Yuji.

Y aunque nos enseriamos alrededor de cinco segundos, las tres nos echamos a reír después, recargándonos de buenas vibras.

*

La cena llega y atesoro el momento como nunca antes, pues es la oportunidad perfecta para hablar con papá... pero cuando intento hacerlo, él recibe una llamada y no me permite continuar. Lo espero, pero ya lleva una hora pegado a la bocina y no parece tener un fin próximo, así que voy a dormir porque mañana será otro día complicado.

Sinceramente, no me he expresado como realmente quiero hacerlo. Me siento mal. Mi pecho se aprieta cada vez que recuerdo la tontería que hice. Mi estómago se revuelve al pensar en que las personas solían adorarnos, que algunos incluso no nos hablaban solo porque absurdamente pensaban que nosotras les haríamos un cruel desplante cuando la verdad es otra, o al menos lo era. Hoy por hoy, todos nos detestan y eso me lastima. ¿Cómo es posible que todo esto suceda por un simple error? Por un simple video, que si analizamos a fondo, no tiene tantas cosas malas. Es decir, sí las hay. Pero fue una plática entre amigas, de esas que todos tienen. El error fue publicarlo y compartirlo con el resto del mundo... de hecho, mi error, pues yo lo publiqué y me llevé a mis amigas al abismo en consecuencia. Lo peor de todo, es que ni siquiera me lo han referido. Lo han tomado como si la equivocación fuera de las tres y eso se los agradezco, pues de lo contrario, estaría absurdamente deprimida.

Soy tan estúpida.

Aprieto la mandíbula para aguantar las lágrimas dentro de mí. No quiero que salgan o mis ojos y mi nariz se pondrán rojos y no puedo permitirlo.

POR FA, ¡NO TE VAYAS!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora