Capítulo 15: Lightning

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El calor que se siente dentro de la casa de campaña me molesta al punto de despertarme. Abro el zipper y salgo lentamente cubriendo mis ojos por el sol que me ciega, así que mejor regreso para tomar mis lentes oscuros y así, me dedico a buscar libremente a Lachlan con la mirada, pues su casa de campaña está vacía.

Veo de un lado a otro, hasta que identifico un par de pies saltar en el agua y entiendo que una vez más, está snorkeleando.

Me estiro un poco y me pongo bloqueador en todo el cuerpo antes de buscar como desayuno una de las manzanas que he traído. Camino hasta la orilla del mar y tomo asiento sobre la blanca y fina arena, mordiendo la fruta mientras el agua llega, me moja y se va lentamente, repitiéndose  una y otra vez.

Lachlan se asoma y al verme, empieza a salir del agua. Toma asiento a mi lado, se quita las aletas y por último el visor. Respira hondo y estira su mano hacia mí sin decir nada.

—¿Quieres de mi manzana? —pregunto.

—Por favor.

No me molesta compartir, ya solo le quedan dos mordidas.

—¿Qué haremos hoy?—pregunto.

—¿Qué tienes ganas de hacer en este momento? Podemos jugar con la pelota, bañarnos, buscar más leña, freír pescado...

—¿Freír pescado?

Él sonríe y sus ojos se enchinan por completo.

—Saqué unas cabrillas con la hawaiana esta mañana. Fritas saben exquisitas.

—¿A qué hora hiciste eso?—cuestiono asombrada.

—Son las diez de la mañana, Cristina.

—Exactamente, ¡son las diez de la mañana! Estabas snorkeleando, ¿a qué hora pescaste?

—Me desperté a las seis, junto con el sol.

Mi boca abierta lo dice todo, yo permanezco muda.

Definitivamente, debemos hacer esas pequeñas cabrillas fritas. Lachlan trae una parrilla y encendemos la fogata una vez más para cocinarlas. Tomamos asiento sobre la arena y doy la primera mordida mientras él me mira ansioso.

Mastico...

—Oh... —suelto asombrada, con mi boca en forma de una gigantesca "O" y mis ojos se muestran expresivamente abiertos—. Esto es, esto es, es... ¡fantástico! —exclamo para continuar mordiendo el pescado sin pausa hasta terminarlo, como si no hubiera comido en días y muriera de hambre; así de desesperada—. Oh, cielos, necesito otro.

Y lo tomo.

Él sonríe con satisfacción en el gesto y da su primer bocado tranquilamente.

—Es mi comida favorita —confiesa, tomándose su tiempo para degustar.

—Se ha convertido en la mía también —digo pegándole un trago a la soda de cereza y luego un nuevo bocado a mi segunda cabrilla—. No puede ser posible, ¡esto es exquisito!

Termino recostada sobre la arena, sintiendo mi panza a punto de reventar. Me quejo fuertemente, sosteniendo mi barriga mientras Lachlan se encuentra de pie a mi costado, con los brazos cruzados y, por supuesto, pendejeandome con la mirada. 

—¡Voy a explotar! —exclamo.

—Deja de llorar y levántate para caminar.

—Eres cero empático, te falta mucho mundo.

Oh, no. 

Esa mirada de nuevo.

—Levántate y camina —ordena entre dientes.

POR FA, ¡NO TE VAYAS!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora