SÉPTIMO MARTES: A MEDIAS

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Cuando ayer llevé a John a casa de los Gallagher sólo estaba Noel. Quise darle conversación y eso, pero no fue muy productivo porque él tenía ganas de empezar con John. Me dijo que después hablaríamos más. Obviamente, me fui tranquilamente por donde había venido. No podía decir que estuviese decepcionada porque sabía que nuestro encuentro era una mera formalidad para que mi hermano se quedara tranquilo. No me propusieron la idea de mirar y, la verdad, también lo prefería. Sobre todo porque sé que Johnny es un poco desesperadito cuando las cosas no le salen como espera. Y porque a mí no me gustaría tener público en mi primera lección de guitarra.

Liam no estaba en casa y tiene una explicación. Ayer, a última hora, decidió rebelarse en contra del profesor porque le estaba pidiendo los deberes que, obviamente, Liam no había hecho. Así que, por su comportamiento temperamental y para que tenga tiempo de hacer deberes, se tiene que quedar toda la semana dos horas después de clase castigado. Ya estaba tardando en estar castigado de nuevo, la verdad. Sólo me alegré mucho de que no le faltara el respeto al profesor y evitarse una amonestación grave. Él quizá no se da cuenta, pero es carne de expulsión. Eso es lo que debe ver mi madre en Liam cuando lo mira. Y todo el mundo sabe que las madres no son amigas de las expulsiones de colegios.

Hablando de mi madre, al final fue ella la que recogió a Johnny de su clase, así que no volví a ver a Noel. Bueno, ni a Liam. Quería verle a la que recogía a mi hermano, pero mi madre tenía que comprar y le pasaría a buscar en coche. Una pena porque me habría encantado escuchar a Noel alabando las incuestionables dotes musicales de mi hermano. Lo poco que supe sobre eso fue lo que John no para de repetir, que era increíble y que Jimi Hendrix a su lado iba a ser un aficionado. Pero en fin, mi hermano es un flipado.

Esta mañana, de camino al instituto, alguien me ha levantado la falda por la calle. Casi me muero del susto, luego de la rabia y, después, he visto a Liam sonriéndome con cara de haber sido todo muy gracioso. En verdad lo hubiera matado, porque sólo a él se le ocurren esas tonterías, pero como después ha hecho ese gesto de naturalidad característico de quién le quita importancia a todo y me ha dedicado un «buenos días», pues le he perdonado la vida.

«Ayer te eché de menos en el aula de castigo», me ha dicho. Yo me he reído.

«En verdad era el aula de castigo la que te echaba de menos a ti», le he dicho achinando los ojos mientras sonreía.

«Es verdad. Me estoy portando muy bien últimamente», ha dicho poniendo cara de niño bueno. Con la corbata y la chaqueta del uniforme, casi lo ha parecido. «Podrías hacer que te castigasen, Sally».

«No, mejor no», he dicho seria, aunque un poco ruborizada. Todavía consigue que me pasen cosas como esa cuando me hace sentir especial.

«Es que es un rollo estar castigado solo».

«Ya, bueno, es un rollo estar castigado. Directamente», le he dicho. Él se ha encogido de hombros. «Además, si apenas me hiciste caso cuando estuvimos castigados».

«Claro que no, por eso ahora estamos aquí, dados de la mano».

Y entonces me he dado cuenta de que estábamos dados de la mano, ¿cuándo lo ha hecho? Le iba a reprochar por ser sarcástico, pero en realidad estaba a punto de reírme por todo. Por lo que ha dicho y porque estábamos dados de la mano de camino a clase. Me ha mirado con esa sonrisa estúpida que pone, esa de pomposo y autosuficiente.

«¿Sabes lo que te quiero decir?», ha dicho finalmente.

He tenido que sonreírle de igual manera que él hacía, así que hemos pasado unos segundos mirándonos con sonrisas cada vez más exageradas. Un poco haciéndonos burlas el uno al otro. Le he dejado que ganara, porque me estaba pareciendo idiota. Adorable, pero idiota. Entonces me ha besado en la nariz y me ha soltado la mano. Yo he seguido sonriendo, esta vez de pura felicidad. Y luego se ha puesto a saludar a Dave, al que ha visto de lejos. Le hemos esperado y hemos ido los tres hasta la puerta del colegio donde ya me he quedado con mis amigas. Y menos mal, porque se han puesto a hablar todo el camino de no sé qué tenista que yo ni idea.

Antes de subir a clase, mientras entrábamos al edificio, Liam me ha dado un papel. Le he preguntado qué era, pero se ha hecho el tonto, como siempre, y ha subido las escaleras echando una carrera con Tony. Como si de verdad les gustase la idea de ir a clase.

He leído el papel de Liam nada más sentarme en mi pupitre y lo pego a continuación:

"Hola, nena.

Me aburro mucho. No paro de mirar el reloj para que se acabe el castigo. Seguro que mi madre luego tendrá rollo para rato y me calentará las orejas. Putos profesores. Ojalá de repente tuviera 17 años y se hubiera acabado este infierno, te lo juro. ¿Sabes cómo te digo? Luego cuando vaya a casa "

Y ya. Una de dos, o se le acabó la tinta o se le acabó el castigo.



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Gracias por leerme, queridos y queridas lectores y lectoras.

Hace un mes desde que vi a Noel y desde que publiqué. Siento tardar tanto. No voy a prometer tardar menos, sólo voy a prometer ser más responsable. Gracias por vuestras estrellas y más aún por vuestros comentarios.

Eres mi mundoWhere stories live. Discover now