SEXTO MIÉRCOLES (bis)

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¿Cómo lo has hecho? No, no sé ni por qué te pregunto porque no quiero que vuelvas a leer mi diario. Cuando a tercera hora no lo he encontrado en mi mochila estaba segura de habérmelo olvidado en casa y, resulta que cuando salgo a por el correo después de comer, está en el buzón otra vez.

¿Quieres saber lo que ha pasado?

Ha pasado que me molesta que leas mi vida, me molesta que opines, pero lo que más me molesta es que des en el puto clavo, seas quien seas. Y sí, creo que tienes razón en algunas cosas. No sé por qué me ayudas, pero tienes razón.

Lo que ha pasado, y lo escribo para mí no para un anónimo entrometido, es que yo he llegado al instituto y me he quedado con Eve comentando lo que pasó ayer con Liam. Se ha emocionado tanto que me ha hecho contárselo tres veces. Pero luego le he dicho que después de que a Liam le diera la neura no habíamos vuelto a hablar y mi amiga se ha quedado un poco chafada. De hecho, en ese instante, un coche aparcaba en la puerta y Liam salía de él. Noel y Youngy iban dentro, pero no me han visto a mí, creo. Yo le he dicho a Eve que mejor fuésemos subiendo a clase.

A segunda hora Liam me ha tirado un trozo de goma de borrar al pelo y yo le he mirado un poco antipática. Pero él me ha preguntado: «¿Estás bien?». Después de fruncir el ceño, demostrándole lo muy confundida que me dejaba todo eso, le he dicho que sí. Y él ha dicho: «Ok». Al rato he buscado el diario y no estaba, así que suponía habérmelo dejado en mi escritorio ayer por la noche. Estaba deseando que fuera la hora del recreo porque se me estaban haciendo largas las horas. Sobre todo porque no he dejado de pensar en una cosa. Y en ocho o nueve personalidades.

Y, cuando por fin ha dado la hora del recreo, tenía a Liam parado al lado de mi pupitre. He inspirado aire, más por prepararme para lo que me esperaba que porque me estuviese haciendo la enfadada. Le he mirado expectante. Ha puesto cara de buen chico.

«¿Bajas?», me ha preguntado.

«Pues eso iba a hacer, sí. Como siempre que hay descanso».

«Ya. ¿Podemos hablar un momento?».

«Tú dirás».

«No seas tan borde, Sally, por favor».

«¿Hablamos de quién es más borde de los dos?». Vale, sí, me estaba poniendo demasiado borde, pero ¿qué quería? Él es como una centrifugadora de estados de ánimo.

«¿Estás muy enfadada?». Me ha mirado ladeando la cabeza un poco.

«No... no tanto». Era verdad, se me había pasado a lo largo de la noche. Ha sonreído.

Han salido los últimos de clase y nos hemos quedado solos. Sólo se oía un ruido amortiguado de la gente que estaba en el patio. Le he mirado con tranquilidad, para que me dijera qué pasaba por su cabeza.

«Sally, lo siento, ¿me perdonas?». Ha puesto su mejor cara de inocente.

«Supongo que no puedo pasarme toda la vida enfadada».

«Bien». Ha sonreído. «Se me cruzaron un poco los cables».

«¿Un poco sólo?».

«Entiéndeme, es que dijiste que era rarito...». Me ha mirado como si ahora el enfadado fuera él. Pero luego ha resoplado y ha vuelto a la pose de inocente. «Pensaba que no te gustaba que hubiera pasado lo que pasó».

«Pero lo decía por los altibajos que hemos tenido durante estas semanas. ¿Cómo sacas una conclusión tan tonta después de habernos besado?».

«Ya...». Ha sonreído tímidamente y yo me he quedado un poco escéptica. «Yo que sé, Sally, me di cuenta cuando dijiste que te ibas. Me di cuenta de que no quería que te fueras, porque tú me gustas mucho, ¿sabes?». Ha asentido mirándome y yo he apretado los labios para no sonreír de oreja a oreja.

Eres mi mundoWhere stories live. Discover now