MARTES

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Hay un chico en mi clase que es un idiota. Pero un idiota que más idiota y el cigoto explota. Vamos que no nace. Es un tonto del culo de pies a cabeza. De esos que, después de mirarlos durante un rato, te quedas pensando: «pero, míralo, si es que es un capullo». Es que todo lo que hace, los aires de guay que se da, todo, me molesta. Pero es que... me molesta aún más que no puedo dejar de mirarlo. Que, a pesar de todo, ese aura de guay me atrapa. Vamos, que estoy pillada, pero pillada hasta las trancas.

Joder.

Me llamo Sally White, aunque a mí me hubiera gustado más llamarme Sally Cinnamon, pero mis padres no acertaron con el apellido. Aunque estaría harta de oír mi nombre, porque es una canción que se ha puesto bastante de moda en la escuela, pero sería el nombre de una canción y eso mola mucho. Me gustaría llamarme como una canción. Una canción que no para de decir: «Sally Cinnamon, eres mi mundo». Joder, habría que estar loca para no quererse llamar Sally Cinnamon. Sobre todo si fueses el mundo de alguien como Ian Brown, que es lo más. Lo más de lo más, de lo mejor lo superior. ¡Es tan guapo! Es lo más. Ya lo he dicho.

Vivo en Manchester, igual que The Stone Roses. Eso es todo lo que tengo que ver con ellos, por desgracia. Me gustaría vivir en la casa de Ian, pero no. Vivo en Burnage, que no está mal, pero tampoco es gran cosa. Bueno, de hecho no es gran cosa. Muchos de los padres de mis amigas se están quedando sin curro y esto empieza a ser una mierda porque muchos se gritan entre sí, como si gritándose entre sí fueran a dar con el culpable. Pero bueno, lo de los gritos debe de ser un efecto colateral de vivir en un barrio que está plagado de irlandeses. Que vamos, que en verano todos desaparecen porque se vuelven a su isla y esto se queda como los pueblos del lejano Oeste. Un estepicursor rodando en mitad de la calle mientras se escucha de fondo un silbido intenso y misterioso. No, mentira, no pasa, pero que son irlandeses la mayoría, lo son. Y como mis padres son irlandeses y voy a Galway en verano, me gusta pensar que Burnage se queda vacío como un paraíso en medio del desierto. Como un oasis.

Estudio en Barlow High. Sin más, no es ningún instituto de cerebritos. Es católico y nos hacen rezar el padre nuestro por las mañanas, cosa que a mí no me molesta porque eso supone tener diez minutos menos de matemáticas los lunes y los miércoles. Cualquier cosa es mejor que el álgebra. Incluso llevar un uniforme granate es mejor que el álgebra. Incluso llevar corbata, que la odio. Aunque tengo que reconocer que las corbatas les quedan muy guay a los chicos de mi clase. Se empeñan en ponerse el nudo flojo, aunque los profesores siempre les hacen apretarlo. Si hay algo claro en el colegio es que la disciplina nunca está de más. Y eso es lo que me ha llevado hasta aquí.

Este iba a ser un cuaderno para literatura, pero ahora se va a convertir en mi diario de castigo. Sí. Castigo. Estoy en un aula, castigada, durante dos horas después de que acabaran las horas lectivas. Y la culpa es de Liam Gallagher. ¡Joder, cómo le odio!

La razón de por qué estoy aquí es porque es un gilipollas, básicamente. Pero a nuestro consejo de disciplina le parece que yo también tengo la culpa de lo que ha pasado. Así que aquí estamos los dos. Ha intentado darme conversación, pero he pasado de su culo haciendo las tareas de mañana. Aunque no he sabido hacer el primer ejercicio de álgebra y he decidido no hacer los seis siguientes. Podría haber preguntado a Liam, pero... ¿qué va a saber hacer él? Si él sólo sabe venir a clase con su pelo lleno de gomina, sentarse atrás, hacer alguna broma en alto para que todos se rían y fumar a escondidas a la hora del recreo. Y así cada día. Es idiota. Otra de las cosas que le gustan es ir de guapo por la vida. Que lo es, la verdad, pero es su actitud lo que me repatea. Tiene a cuatro o cinco chicas siempre alrededor. Y, joder, tengo que reconocer que, a veces, una de ellas soy yo. No lo puedo evitar, es que aunque es un imbécil... me gusta. Me gusta mucho. Pero como a todas. Y a él le encanta tanto que lo admiren que ni siquiera se para a mirarnos una a una. Es idiota.

Estamos aquí porque esta mañana, a la que subíamos del descanso, un chaval de un par de años menos ha cometido el desafortunado error de pasar por delante de Liam. Vale que el chico no las tenía todas consigo y que llevaba unas gafas de miope, que más bien eran de cegato perdido, pero Liam no debería haberle llamado cuatro ojos. Liam es así. A veces le da el punto y suelta las cosas como sin pensar, sólo porque a él le hacen gracia. A veces, muchas, mete la pata. Otras, se mete en problemas. Y la mayoría de las veces termina metido en una bronca en la que cae alguna mano en la cara de alguien. No digo que pase todos los días, pero uno sí, uno no, quizá. Total, que a mí se me ha ocurrido defender al chaval. ¡Qué tontería más grande se me ha ocurrido! Así que Liam se ha metido más con él y, al final, nos hemos acabado gritando en mitad de un pasillo. Ese no ha sido el mayor problema de todos, aunque sí el principio, porque hemos llamado la atención de los profesores. El problema ha sido cuando Liam ha intentado hacerse el gracioso, acercándose para abrazarme y darme la razón como a los locos. Me he sentido tan mal que le he pegado un empujón, ¿y qué ha pasado? Que he provocado que Liam y el chico se chocaran y el niño de las gafas ha terminado parando contra una vitrina de trofeos. Y se ha roto. Un poco. Mucho. ¡Pero no era mi culpa! O sea, sí que lo es, pero yo no había empezado nada. ¡Abuf! Estas son las cosas que te pasan cuando estás cerca de Liam Gallagher.

Liam Gallagher.

Ahora está sentado en la otra punta del aula y parece que ya ha dejado de mirarse las uñas por un rato y ha decidido ponerse a escribir algo. La verdad es que así, calladito, haciendo algo de persona normal, es guapo. Muy guapo.

Me ha mirado. Mierda, me ha pillado. Aunque he tratado de disimular haciendo como que miraba a la pared detrás de él, ha sonreído de esa manera tan socarrona y me ha dicho: «Eh, Sally, ¿estás muy enfadada?». Lo he mirado y sonreía. He tratado de mostrarme serena y firme. Pero no he podido, es que es muy dulce cuando quiere. He asentido y se ha reído. Maldita sea su risa, en lugar de enfadarme me ha hecho sentir mejor. 





Eres mi mundoWhere stories live. Discover now