Eres mi mundo

OCTAVO DOMINGO: CELOS

Puede que haya sido el mejor fin de semana de mi vida. No, estoy segura de que lo ha sido. Excepto por algunos detalles que ahora me vienen a la mente y que no sé si quiero solucionar. Porque, sí, Dan y yo no nos hablamos. Y no sé si quiero ser su amiga más, la verdad. Hay varias razones por las que me planteo que lo nuestro está muerto y así es como debe seguir, pero, por otro lado... se trata de Dan, siempre hemos sido un único cerebro, ¿no? Siempre ha estado a mi lado, yo al suyo... Pero lo que me dijo ayer fue tan fuerte que siento que no puede ser algo sólo del momento, sino algo que llevaba tiempo rumiando. Y, para serme sincera del todo, me había ido dando cuenta de que su actitud era rara de un tiempo a esta parte, pero había preferido mirar para otro lado.

Nunca he pecado de ser egoísta, por eso no puedo entenderlo; pero quizá le tomo la palabra y a partir de ahora lo soy. Liam está conmigo en esto y, por más que me pese dar la razón a Dan porque dice que sólo hago lo que Liam quiere, en este caso, me quedo en mi sitio. Y Liam conmigo.

La verdad, ahora que me pongo a escribirlo me doy cuenta de que ha sido arriesgarme demasiado decir que había sido el mejor fin de semana de mi vida, porque ahora me he alejado de mi mejor amigo y, a medida que lleno la hoja de palabras, me doy cuenta de que no estoy tan bien como me gustaría fingir. De hecho, no estoy segura de nada.

Pero voy a empezar por el principio, así puedo recapitular todo.

La tarde del viernes llovía. Estar en el parque era un suicidio, así que estuvimos en los recreativos. Nunca pensé que podía ser tan divertido el hockey de aire, la verdad, pero lo convertimos en todo un torneo y fue épico. La final fue Dave contra Becka y se podía mascar tensión en el ambiente. Obviamente las chicas y Dan íbamos contra Liam, Dave y Tony y no es mentira que era mucho más interesante el cruce de amenazas e improperios que la propia partida en sí. Contra todo pronóstico, Becka ganó. Por eso digo que fue épico. Nos estuvimos riendo de ellos cerca de una hora mientras tomábamos unos perritos calientes en un establecimiento que había cerca. Al acabar, planeábamos hacer algo más antes de que diera la hora de volvernos a casa, pero Dan dijo que se marchaba ya. Por lo visto, tenía algo importante que hacer, como una cita o algo así. No me dijo con quién y eso me molestó. Además porque le pregunté como una docena de veces si la conocía y fue bastante borde para decir doce veces que cerrara el pico. Parecía algo nervioso, pero no como para ponerse así, ¿no? Liam se dio cuenta, porque justo cuando Dan se fue me dijo: «Si quieres le parto la cara». Rodé los ojos, porque pude intuir que Liam seguía teniéndole algo de animadversión; como si siguiese pensando que a Dan le gusto yo. Había sido ilusorio para mí pensar que podían llevarse bien dos chicos que querían compartir conmigo todo mi tiempo y espacio.

No sabíamos a dónde ir y había vuelto a llover, así que seguimos sentados en el sitio de los perritos hablando de la fiesta que quería dar Dave.

«Pero, ¿cómo está tu tía, Dave?», le preguntó Eve, con ese semblante de persona preocupada.

«No es mi tía, es la tía de mi viejo. Yo que sé... seguro la casca», soltó él con una naturalidad que espantaba. Miré a Liam y ambos alzamos las cejas a la vez. «No tenía hijos y si mis padres están allí será porque quieren un trozo de un pastel llamado herencia».

«Mira que eres cafre, David», se quejó Becka.

«La sinceridad está penada en este puto mundo buenista, amigo», soltó Tony, que por primera vez en su vida había hecho un comentario con algo de trascendencia. Aunque sonara tan sumamente mal. Pero a Dave le valió y ambos se rieron.

«Lo importante es que hay una casa vacía y que tenemos que comprar priva», comentó Liam que, con la mano que no me pasaba por los hombros, dio un golpe en la mesa. «Becka, ¿tu hermano nos hará el favor?».